Orsetta BELLANI
medellín

Las víctimas del conflicto armado frente al plebiscito por la paz

Margarita Restrepo y su vecina se llevan muy bien, a pesar de que en política tienen ideas muy distintas. Margarita votó «sí» en el plebiscito que ayer llamó a la población colombiana a decidir si aprobar los acuerdos de paz estipulados entre el Gobierno y las FARC, mientras que su vecina –que prefiere guardar el anonimato pues «aquí nunca se sabe»– decidió votar «no».

Sentadas a la sombra del porche de la casa de Restrepo en el barrio Comuna 13 de la ciudad de Medellín, las dos mujeres comentan la coyuntura política en la que se encuentra Colombia, donde, después de casi cuatro años de negociaciones, el 26 de setiembre Gobierno y guerrilla lograron firmar un acuerdo para poner fin a 52 años de guerra.

«Hay Margarita, votar por el ‘si’ es darle cabida a las FARC», afirma la señora. «A cada guerrillero le van a pagar un mínimo para que se desmovilice, mientras que a nosotros nos están subiendo los impuestos. Para nosotros no hay ayuda y para ellos que se la pasaron delinquiendo, matando y llevándose niños a la brava… ¿Cómo va usted a creer que vamos a tener un mejor país con las FARC en el Congreso?».

La mujer no confía en que las FARC se desmovilizarán tras los acuerdos de paz, y no le importa que, al ganar el «no» en el plebiscito, miles de personas seguirían muriendo y sufriendo bajo el fuego cruzado del Ejército y de la guerrilla. Siempre votó por Álvaro Uribe, expresidente líder de la ultraderecha colombiana y firme opositor de las negociaciones con la guerrilla, y sigue pensando que es la mejor persona para gobernar el país.

«Balas por diálogo»

Restrepo, que también en el pasado votó a Uribe y se arrepintió de haberlo hecho, no tiene intención de apoyar al partido de las FARC en las elecciones de 2018, sólo quiere que se acabe la guerra. «Las FARC cambian las balas por dialogo, por trabajo. Se sabe que la violencia no termina aquí, que quedan el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y los grupos sucesores del paramilitarismo, pero sacar unos 10.000 hombres de la guerra es un paso muy grande», explica Margarita a su vecina. «No se puede regar la tierra con más sangre, hay que iniciar un proceso de paz por los hijos y los nietos, no quiero que ellos también sean victimas como nosotras».

Margarita Restrepo y su vecina son víctimas del conflicto colombiano. Por la Comuna 13, un barrio de casas humildes que trepan las montañas que rodean Medellín, han pasado todos los actores armados de la guerra.

En octubre de 2002, Álvaro Uribe impulsó en la Comuna 13 el operativo urbano más grande del conflicto colombiano para sacar a los guerrilleros del barrio. Llegaron Ejército, Policía y paramilitares: registraron las casas, ametrallaron las viviendas desde los helicópteros y dispararon contra todo lo que se movía. La Comuna 13 pasó de ser ocupada por la guerrilla a ser ocupada por los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Desde entonces la situación, ya de por sí difícil, empeoró.

Por la situación de violencia y las amenazas que padecía el barrio, Margarita Restrepo tuvo que desplazarse tres veces. Su hija Carol está desaparecida desde unos diez días después del comienzo de la Operación Orión y, según la mujer, podría estar enterrada en un vertedero que se ve desde el porche de su casa, donde en aquella época los paramilitares llevaban a los jóvenes a los que detenían por «sospechosos» de colaborar con la guerrilla. Con el colectivo Mujeres Caminando por la Verdad, Margarita logró que se ordenara la exhumación del basurero donde presuntamente se encuentra la fosa común, aunque el proceso está ahora estancado.

En conflicto colombiano Restrepo ya había perdido a su marido y a un hijo. A los dos los mataron, el cuerpo de su marido fue exhumado de una fosa común después de un año de estar desaparecido. La mujer está cansada de todo esto, quiere que venga la paz o que, por lo menos, uno de sus actores deje de hacer la guerra. «Mejor una paz imperfecta que una guerra perfecta», asegura.

«La paz SÍ es contigo», se lee en los muros de las grandes y pequeñas ciudades colombianas. «Paz sí, pero NO así», contestan las pegatinas que algunos taxistas exponen en sus coches, criticando los contenidos del acuerdo de paz, que según ellos abrirían las puertas del país al «castro-chavismo».

Ayer miles de personas desde primeras horas de la mañana hicieron cola para acudir a las urnas y poner una cruz en una papeleta, debajo de la pregunta «¿Apoya usted al Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?».