Andoni LUBAKI

El polvorín yihadista de África extiende su amenaza

Aunque los yihadistas hayan perdido Sirte, sus tentáculos se han extendido por todo el Sahel y norte de África. Recobran fuerzas en zonas que oficialmente ya estaban «pacificadas» y se asientan en pueblos que no han tenido una tradición extremista.

Existe un proverbio amazigh que afirma que «la mala hierba tiene más raíces que hojas». En las protestas de la Kabilia argelina se oyen con frecuencia esas palabras a activistas bereberes en referencia al auge del islam más radical en la zona. Esta comunidad lleva años advirtiendo de la proliferación de ideas extremistas en la gente a través de la construcción de nuevas mezquitas en zonas con poca tradición musulmana, muchas veces financiadas desde instituciones, gobiernos locales y jeques saudíes.

Fue también en esta zona del norte de Argelia donde el GIA (grupo fundamentalista armado que para muchos expertos fue el embrión de lo que hoy conocemos como Al Qaeda) campó a sus anchas y masacró a la población civil. El recuerdo de esos tiempos está muy presente para Hocine Azem, presidente del consejo mundial Amazigh. «Si bien parecía que había desaparecido (el yihadismo radical) no fue así. Gracias al apoyo del Gobierno de Argelia han vuelto a resurgir. La finalidad es clara: utilizarlos como arma contra la población local con ideas políticas diferentes al Gobierno central pero, a su vez, utilizarlos también como pretexto para poder atacar la región y a su gente con la excusa de que dan apoyo a estos grupos que, recordemos, vienen de fuera».

Las regiones empobrecidas por políticas centralistas o conflictos enquistados son las más azotadas por esta lacra. La diferencia en esta nueva etapa es la proliferación de una gran «marca» yihadista, la del Estado Islámico (ISIS o Daesh) a nivel mundial, y la creación y expansión de varios grupos de reciente creación o escisiones de otros más grandes (MUYAO, AQMI, Ansar Dine...). Sin embargo y a excepción de Libia y Egipto, el ISIS no ha podido calar en la mentalidad de la población africana. La razón es bien sencilla: ya tenían grupos yihadistas anteriores ocupando ese terreno y bien organizados económicamente. Es verdad que algunos grupos armados con tradición en la zona en algún momento han rendido pleitesía a Al Baghdadi para, meses (o incluso semanas) más tarde, dar marcha atrás. «Estos movimientos sólo buscan notoriedad, sin más consecuencia que la meramente propagandística», según el antiguo Jefe de la Inteligencia Argelina Mohamed Mediene. Este alto cargo argelino, apartado en diciembre de 2015 de su cargo, fue acusado de apoyar indirectamente a ciertos grupos yihadistas para reforzar los intereses argelinos en algunas zonas. El ejemplo más claro, para Hocine Azem, son las reuniones públicas que mantuvieron los líderes de Ansar Dine en Argelia en los años 2011 y 2012.

Este grupo, formado en su mayoría por tuaregs de la región sur argelina y norte de Mali, es otro de los núcleos yihadistas que ha cogido fuerza en los últimos años. Creado como grupo armado después del asesinato de Gadaffi, venía ejerciendo una yihad «silenciosa» en el Sahel. Su líder, Iyad Ag Ghaly, había creado ya en los 90 y principios de los 2000 una red de narcotráfico y tráfico de personas. En 2012 pudieron conquistar grandes extensiones de terreno y algunas ciudades importantes en el norte de Mali gracias a alianzas puntuales con otros grupos yihadistas como MUYAO (Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental) o AQMI (Al Qaeda en el Magreb Islámico). Este último es la marca oficial de Al Qaeda en el Magreb y Sahel y también uno de los más veteranos grupos yihadistas. Su líder, Mokhtar Belmokhtar, es un escurridizo veterano de la guerra de Afganistan y antiguo activista del GIA. También es fundador de varios batallones y grupos radicales (Los firmantes con sangre, Los almorávides...). Desde que MUYAO y Al Murabitún («Los almorávides» en castellano, en clara referencia a las tribus que asolaron el sur de la península ibérica) se integraran en AQMI, Belmokhtar es considerado el líder militar de esta organización.

En los últimos años ha cogido fuerza y notoriedad MUYAO. Las informaciones sobre su creación son diversas. La más extendida es que surgió de una escisión de AQMI alrededor del 2010 y que sus componentes fueron reclutados en Marruecos, Argelia, campos de refugiados saharauis, Mauritania y Mali. Su principal líder, Hamada Mohamed, es un mauritano enigmático. No estaba fichado por ningún gobierno ni ninguna agencia de inteligencia, ni se le conocía simpatía por la guerra santa. Sin embargo, en diciembre de 2011 apareció en un vídeo reivindicando el secuestro de los tres cooperantes españoles en los campamentos saharauis en Argelia. Este grupo ha sido acusado de recibir financiación por parte de algunos gobiernos de la zona para desestabilizar los países vecinos (Marruecos, Sahara, Mauritania, Argelia...), pero principalmente se financia gracias al tráfico de drogas proveniente de América Latina. MUYAO ha estado apareciendo y desapareciendo del mapa de la yihad en los últimos años; uniéndose a grupos afines y creando escisiones más tarde (recordemos que surgió de una escisión de AQMI); jurando lealtad al ISIS y desquitándose luego; tomando parte en la guerra de Azawad y desapareciendo cuando tomaron las ciudades junto con el entonces estrecho colaborador Ansar Dine.

Con tanto acuerdo y desacuerdo, es difícil crear un mapa de pactos y saber la hoja de ruta que se ha marcado cada grupo. Valga como ejemplo que al escribir estas líneas se rumoreaba que lo que quedaba de Al Murabitún después de que parte de éste se integrara en AQMI, había roto su pacto de seguir al ISIS. En noviembre de 2016 juraron lealtad a Al Baghdadi, cosa que al parecer no le hizo mucha gracia a Belmokhtar (aunque él anteriormente ya había jurado pleitesía al ISIS).

El futuro después de la caída de Sirte

Salama Salek es un argelino de Gardahya (comparte ciudad natal con Belmokhtar). Coordina la seguridad entre diferentes grupos e instituciones a nivel nacional (Gobierno, Polisario, empresas extranjeras...). Al hablar por teléfono con GARA se encontraba en Tindouf: «Si bien hay varios grupos yihadistas, la forma es la misma (sic). Sólo crean pactos para cosas puntuales como es el negocio del narcotráfico». Al preguntarle por el caso del ISIS en Libia y cómo puede afectar al yihadismo en la zona, ahora que ha sido expulsado de Sirte, Salek se muestra cauteloso: «Todo está abierto. Es lo más parecido al GIA que ha habido en los últimos años. Los otros grupos actúan de manera diferente al Daesh. El Daesh ha querido no sólo instaurar la sharia sino también crear un Estado, como el GIA. El caso del norte de Mali (en alusión a la guerra de Azawad de 2012) no tiene mucho que ver con este caso. Insisto en que todo está abierto. Posiblemente los que hayan escapado de Sirte estén creando células independientes en el sur del país y el resto se juntará con grupos como Al Murabitún, que es el más afín al Daesh».

GARA ha podido contactar con un yihadista del grupo MUYAO vía VIBER. Nos cuenta que actualmente se encuentra en Mauritania, «entre Zouerat y Bir Mogrein» (unos 1.000 kilómetros en línea recta entre las dos localidades). El joven tiene un perfil público en Facebook y habla un castellano perfecto. No quiere decir su nombre verdadero. «De niño estuve en Castilla la Mancha de vacaciones. Mis padres son mauritanos pero pagaron a un saharaui para que me dejara ir con el nombre de su hijo. De pequeño te gusta Al Andalus, pero cuando te haces mayor te das cuenta de que vivís en el pecado constante y de que Allah no os llevará al paraíso». El joven manda fotos desde su localización para demostrar que no miente, con la condición de que no se publique su cara ni nada que pueda hacer ver desde dónde se mandan. En dichas fotos sacadas con un teléfono satelite aparece junto a dos potentes y lujosos Toyota Land Cruiser y mostrando un enorme fajo de billetes de 100 euros. «Trabajo en el transporte», explica. Al preguntarle qué es lo que transporta exactamente, responde: «Lo que me digan».

El grupo al que pertenece, MUYAO, ha sido acusado reiteradamente de haber recibido dinero de gobiernos y de hacer el trabajo sucio que las fuerzas de seguridad no podían hacer. Al preguntarle por esta relación responde que «aquí hay saharauis, mauritanos, argelinos, marroquíes y también un belga de padre tunecino. Todos sabemos que nuestro camino es la yihad. No trabajamos para nadie que sea un infiel, ni gobiernos ni personas», afirma. No quiere responder más preguntas y cuelga, pero antes de hacerlo me dice que utiliza la aplicación Telegram para comunicarse.

Evitar que la mecha prenda

En zonas tan inestables como el Magreb o el Sahel es difícil hacer frente a los grupos yihadistas. Gobiernos locales corruptos y un sistema tribalista dan cobijo a los colectivos, que campan a sus anchas. En recientes declaraciones, el politólogo francés experto en yihad Gilles Kepel asegura que «el peligro vendrá cuando Mosul y Raqqa caigan y el ISIS se propague por Europa y África del Norte». La descentralización en Oriente Medio del Daesh supondrá un auge no sólo de la yihad wahabita en África, sino que también supondrá el auge de otras facciones extremistas como las ya citadas MUYAO, AQMI, Ansar Dine, Boko Haram... Para Kepel, el peligro no radica en la centralización sino más bien en la descentralización de la yihad. En el resurgir y la creación de antiguos y nuevos grupos movidos por unos ideales a los que la población local se puede asir como a un clavo ardiendo ante la falta de perspectivas de futuro. Viendo el panorama yihadista africano y la proliferación de estos grupos, puede ser que esa descentralización a la que hay que temer ya haya empezado.