Joseba VIVANCO

Parece que tocará sufrir

Los partidos ante Barcelona y Östersund fueron un espejismo dentro de una realidad con la que los leones se toparon en Balaídos.

En días como hoy, en los que todavía siguen calentitos los rescoldos de la hoguera en la que se quemó a lo bonzo el Athletic, dan ganas de releer a la carrera el reciente y recomendable desnudo balompédico de Galder Reguera en su ‘‘Hijos del fútbol’’, para hallar la frase más acertada que nos defina como lo que somos, sufridores de este deporte que es la cosa más importante... de entre las más importantes.

Llueven chuzos de punta sobre el Botxo, y una semana más los titulares apocalípticos se cernirán sobre el Athletic en su conjunto, su técnico y jugadores en particular, y su presidente por extensión, que aquí hay para todos. Hace una semana exacta, en esta misma ventana abierta al entorno rojiblanco, un servidor –que reconoce escribe de fútbol, lo que no significa que sepa de fútbol– titulaba: ‘‘Vale, ¿y a hora qué?’’, acompañado de un subtítulo que ahondaba en la reflexión: ‘‘Los leones recuperan parte de su crédito con la solvente imagen ante el Barça, pero también se dijo lo mismo ante Sevilla o Valencia’’. Y no es que uno sea adivino, ni profeta, pero me da la impresión de que se fue demasiado entusiasta y optimista con un Athletic que, seamos sinceros, no tiene visos de mejora inmediata. Porque más allá de enlazar un par de buenos resultados que edulcoren la clasificación, se trata de construir la casa por los cimientos y no por el tejado, saber primero a qué se juega o quiere jugar este equipo, y más allá de acumular kilómetros, que como decía Juan Román Riquelme, «correr corre cualquiera, jugar al fútbol es otra cosa», detectar las señas de indentidad que proponer sobre el césped.

Por delante se asoman dos semanas en las que habrá que remar mucho. Dos semanas de reflexión, de análisis, de recuperar física y mentalmente al grupo. Dos semanas en las que los medios de comunicación desmenuzarán los porqués de este páramo futbolístico, señalando a jugadores, pero sobre todo al responsable máximo, al entrenador. Ziganda se apresuró a dejar claro que confía en este plantel. La cuestión radica en si esa confianza es recíproca. Eso es más determinante que la pérdida de fe en el navarro por parte de una afición ¿mal habituada? a días de vino y rosas, o el progresivo cuestionamiento desde una prensa que casi por unanimidad le extendió la alfrombra roja hace no tantos meses.

Villarreal, Deportivo y Real Madrid, con Hertha de por medio, van a marcar mucho el devenir del equipo y la estabilidad del propio técnico. Por mucho que el presidente Josu Urrutia se empeñe en tratar de normalizar lo normalizable en un deporte donde, salvo para unos pocos elegidos, lo normal es perder y lo excepcional ganar, tiene la obligación de advertir cuándo las luces rojas empiezan a parpadear. Entiendo que todavía no pestañean, que Ziganda tiene margen de mejora para reconducir la situación, que el Gure estiloa incluye también su dosis de paciencia, pero al mismo tiempo ni equipo ni entrenador transmiten a lo que agarrarse para creer que como en los malos arranques de Bielsa o Valverde el balance a final de curso será en positivo.

Lo rescatado ante Barcelona y Östersund no fueron brotes verdes, más bien un efecto placebo de un momento adrenalítico como cuando al inicio de ‘‘American Beauty’’, uno de los protagonistas indica «aquí me tienen, cascándomela en la ducha. Para mí, el mejor momento del día. A partir de aquí, todo va a peor». Y la tozuda realidad es la de Balaídos, donde además de los consabidos pecados que penalizan a los leones, está claro que como resumió Markel Susaeta, «cuando estamos de que no, es que no», para explicar ese lacerante desencuentro con el gol.

Ojalá de aquí en adelante le vaya bien a Kuko, porque les irá bien a todos los athleticzales. Y ojalá a final de temporada haya que dar razón a Urrutia y su hemeroteca, por mucho maquiavélico del cuanto peor, mejor. Y si no resulta así, siempre estaremos a tiempo de releer a Galder Reguera y su ‘‘Hijos del fútbol’’. Ya se sabe, «la vida me enseñó que hay que sufrir por el fútbol, no por amor», que ahora no sé si lo escribió el propio Galder o lo hizo un tal Bob Marley.

 

Beñat estará fuera unos dos meses y medio

Beñat Etxebarria fue operado ayer en Munich de los problemas de pubalgia que arrastraba y si todo va bien será dado de alta hoy. A partir de aquí, al vizcaino le esperan unos dos meses y medio en el dique seco antes de regresar con sus compañeros. Una operación relámpago porque fue casi anunciada a la carrera por el propio club, después de que tanto el Athletic como el jugador negaran en las últimas fechas problemas físicos. De ahí que resulte igualmente sorprendente que arrastrando esas molestas dolencias Ziganda le hiciera jugar veintidós minutos frente al Barcelona una semana antes de pasar por el quirófano.J.V.