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La OCDE pide mecanismos automáticos para ajustar las pensiones a los recursos

La OCDE –que agrupa a 36 estados– considera que hay que instaurar mecanismos automáticos que ajusten el monto de las pensiones y la edad de jubilación a «la realidad de los parámetros» de financiación para garantizar su viabilidad y la cobertura de las personas jubiladas. Este tema ha marcado la actualidad en Euskal Herria durante 2018 y el 15 de enero se cumplirá un año desde que el movimiento de pensionistas iniciara una larga marcha por la dignidad.

En su último informe bienal de perspectivas, publicado a principios de diciembre, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos señala que hay varias opciones para ajustar las pensiones a los recursos, y en primer lugar aboga por vincular la edad de jubilación a la esperanza de vida.

Pero advierte de que se debe tener en cuenta que la esperanza de vida es muy diferente entre los distintos grupos sociales, y que ciertos colectivos de la parte baja de la escala social o con un bajo nivel educativo viven menos tiempo una vez que se jubilan y, por tanto, reciben menos beneficios por las contribuciones que hicieron durante su periplo laboral.

Con el objetivo de evitar el efecto regresivo que el aumento de la edad de jubilación tiene para esos colectivos, la OCDE no llega a preconizar que se establezcan reglas particulares para retirarse, pero sí al menos que se permita cierta flexibilidad para decidir el momento en que abandonan la vida activa.

«En términos generales, habrá que trabajar más pero no todos los grupos lo podrán hacer», señala el informe, antes de recordar que los sistemas públicos de pensiones y las reglas fiscales pueden ayudar a mitigar esas desigualdades, en particular con unos niveles de pensiones para esos colectivos proporcionalmente más elevados en relación con sus cotizaciones.

Pablo Antolín, uno de los autores del estudio, comenta, en declaraciones a la agencia Efe, que «si la gente vive más (...) alguien tiene que pagar» y plantea una dicotomía: «o ahorras más o pasas más tiempo ahorrando».

Antolín cita algunos mecanismos para que el sistema no se desequilibre entre contribuciones y remuneraciones, como la elevación de la edad de jubilación conforme sube la esperanza de vida, pero también relacionar la evolución de las pensiones con el crecimiento económico o las denominadas «cuentas nocionales».

En este último caso, el de las cuentas nocionales, los beneficios de cada individuo en el momento de la jubilación están en función de los puntos acumulados durante todo el periodo de cotizaciones de la vida activa y del número de años que le resten por vivir según la esperanza de vida media del país.

Pérdida de confianza

En su artículo editorial, los dos responsables del informe, Stephano Scarpetta y Greg Medcraft, parten de la constatación de que la confianza en todos los sistemas de pensiones es bajo.

Una confianza que se ha perdido por el envejecimiento de la población, los bajos rendimientos de los ahorros para la jubilación, el reducido crecimiento económico, las carreras profesionales menos estables y la insuficiente cobertura que ofrecen las pensiones para algunos colectivos de trabajadores.

Pese a esos temores tan extendidos, la OCDE afirma que las reformas que se han llevado a cabo en los últimos años «han hecho más robusto el sistema de pensiones y en mejor situación para pagar las pensiones».

Unas reformas que en muchos casos han establecido mecanismos automáticos de ajuste entre los beneficios de las pensiones y los desarrollos económicos y demográficos, pero eso acompañado de redes de seguridad para evitar la pobreza de las personas mayores.

La OCDE recomienda a sus estados miembros –la mayoría europeos y americanos; no hay ni uno solo africano– que diversifiquen las fuentes de financiación de sus pensiones y pone el acento en la complementariedad entre el sistema de reparto y el de capitalización, que hacen el conjunto más sostenible.

En cuanto a las pensiones de viudedad, la organización considera que no deberían pagarse de forma permanente antes de que el beneficiario o la beneficiaria llegue a la edad de jubilación, sino ser una ayuda para que se adapte a su nueva situación.

Y, a este respecto, plantea que su costo debería integrarse en los beneficios que puede esperar cada pareja, lo que en la práctica significaría que la pensión de una persona soltera sería superior a la de alguien que tenga una compañera o compañero a quien habría que pagar una pensión de viudedad.