Joseba ITURRIA

Un ejemplo que recibirá en Ixua el calor de su afición

La doble subida de hoy a Ixua será especial para Markel Irizar porque recibirá el cariño de una afición que siempre lo ha querido por ser un ejemplo de superación y de persona, un embajador de Euskal Herria en el mundo.

La doble subida de hoy a Ixua será especial para Markel Irizar porque recibirá el cariño de una afición que siempre lo ha querido por ser un ejemplo de superación y de persona, un embajador de Euskal Herria en el mundo. Ha querido despedirse ante su afición, su última carrera será la Klasikoa. Por eso este año, en el que correrá el Giro, no ha ido a Flandes y Roubaix, donde ha estado diez años. Participa en su cuarta Itzulia tras debutar con Euskaltel en 2005, con final en Oñati, ayudar a Klöden y Horner a hacer primero y segundo en 2011 y a Contador a ser tercero en 2017.

A pesar de ser una carrera que se adapta peor a sus características que las clásicas del pavés, Irizar tenía claro que debía correr la Itzulia en su último año como profesional y barajó despedirse en ella: «Había posibilidades de hacer las clásicas, pero cuando el año pasado hablé con el manager Luca Guercilena de cómo iba a ser 2019 me dio todas las opciones y pensé que la Itzulia fuera la última carrera. Mi mujer me dijo que me apoyaba en lo que quisiera, pero hablé con amigos y familiares y, sobre todo los amigos, me animaron a hacerlo en Donostia. Quería anunciarlo con tiempo para centrarme y disfrutar sabiendo que es la última Itzulia y el 19 de febrero en el cumpleaños de uno de mis hijos decidimos hacerlo público».

Se despedirá de la misma forma que su compañero en casi toda su carrera profesional, Haimar Zubeldia. «Él lo concretó más tarde, estuvo en duda y en el Tour decidió que fuera en Donostia. Yo lo tenía más meditado, pero la razón es la misma con la diferencia de que Haimar ha sido mucho mejor corredor y ha brillado en Donostia, cosa que yo no he hecho. Para mí era importante acabar mi carrera en Euskal Herria por el cariño de la gente, porque es una carrera bonita, te pueden ver todos los amigos, la gente que te ha apoyado desde txiki. Era importante despedirme en casa, para mí Donostia es un marco impresionante, el equipo me ha dado esta oportunidad y estoy superagradecido».

Esta semana sus sensaciones son especiales, aunque «no he notado muchas diferencias con otras. Notas que la gente te pide más fotos por ser la última, pero de momento estoy bastante tranquilo y está siendo una Itzulia rápida y tampoco da mucho margen para disfrutarlo. Pensaba que iba a estar más tenso y nervioso, pero he estado tranquilo con ganas de hacerlo bien y de que el equipo afine un poco porque los dos primeros días no fueron buenos. La gente venía de altitud y no le daba la vuelta y en el tercero los compañeros empezaron a responder. Me gustaría que si no puedo ser yo, que mi equipo lo haga bien y sea protagonista».

Asume que «las dos últimas etapas son complicadas para mí, que no soy escalador, tendré que apretar bastante. Son las más duras, pero voy a tener bastante gente que me empuje. Conozco muy bien el recorrido y trataré de coger mi grupo, mi condición es bastante buena e intentaré hacerlo lo mejor posible. La última vez que estuve subí Ixua y fue impresionante. La gente me animó una exageración, fue especial. Pantano me decía: “Parce, cómo te anima la gente”. Fue una pasada, probablemente pueda disfrutar de esto. La última vez será Donostia, pero tengo ganas. Voy a sufrir en la carretera y a disfrutar de la afición y del ambiente. El ciclismo ha sido mi vida, seguirá siéndolo, soy bastante de intentar disfrutar cada minuto y disfrutaré al máximo de mi última Itzulia».

La falta de respeto, la causa de las caídas

Le afectará en estas dos etapas su caída del miércoles: «Tengo un golpe en las lumbares, encima de la cadera y al andar me coge el ciático hasta abajo, pero espero estar mejor para las dos últimas etapas. No ayuda, pero es parte del ciclismo y podía haber sido peor». De hecho estuvo cerca de la caída que se registró luego a falta de siete kilómetros: «Le di la vuelta a la situación, intenté centrarme en carrera porque al principio estaba aturdido y no me acordaba de las cosas. Fui mejorando, Bauke Mollema me dijo que empezaba a sentirse bien y que le echara una mano. Le pude pasar justo por la derecha y cuando se cayó Alaphilippe fue muy cerca y si me caigo me mato. La libré de misericordia, Bauke subió y acabó octavo porque pasamos por la derecha y la caída fue a la izquierda».

El de Oñati tiene clara la razón de las caídas: «Antes la gente decía que éramos muchos corredores, la UCI que era por el Tramadol. La realidad es que no hay respeto. El ciclismo ha cambiado mucho en los últimos años y no se respeta nada y a nadie. Antes se dejaba más distancia, rara vez la gente hacía un interior en una bajada y se respetaba la trayectoria. Ahora hay muchos equipos que abren gas bajando para que se corte el pelotón y supongo en parte que es reflejo de la sociedad. Es más individual, cada uno piensa más en sí mismo, se pierde el sentimiento de colectivo, de grupo, de solidaridad. Cada uno va con su equipo, no frena nadie, yo tampoco, y es una locura. Los jóvenes se han educado así desde amateur. Nizzolo me decía que toda la vida sub’23 ha corrido así limando y cuando llegan a profesionales para ellos es normal. Para los viejos no es normal porque hemos conocido otro ciclismo. Es cultural. Ya no frena nadie, todos quieren estar adelante, los directores achuchan, las carreteras son estrechas y pasa lo que pasa».

Irizar quiere despedirse con un agradecimiento: «Somos euskaldunes, correr en casa siempre es bonito, conoces todas las carreteras, a toda le gente, y es una vuelta especial por muchos motivos, pero sobre todo por el pedazo de afición que tenemos. Y no lo digo yo, que me dicen que barro mucho para casa, lo dicen los corredores extranjeros. Tenemos una afición impresionante. Ser txirrindulari en Euskal Herria es un privilegio por el apoyo de la gente, por cómo se comporta. Animar animan muchas, pero la gente aquí entiende de ciclismo, es muy respetuosa y eso me llena de orgullo, que la gente es legal, que anima del primero al último, no va disfrazada ni hace el ostia como en otros sitios. Respeta al corredor y es superimportante, muy bonito. Como ciclista me siento orgulloso de tener este pedazo de afición detrás y un privilegiado por disfrutar de esto los últimos dieciséis años y quiero dar las gracias. A toda la afición en general y a los lectores que han seguido las columnas en GARA con Amets Txurruka, que han sido superfieles. Eskerrik asko por todo el cariño. Sin ser un gran corredor, la gente me ha tratado como si lo fuera y para mí es muy importante».