Aritz INTXUSTA

Respuesta al centralismo de Sánchez: quejas del PNV, navajeo del PP y Catalunya, en el órdago

Pedro Sánchez activó un estado de alarma con un Real Decreto que también fue un traje a medida para recentralizar el poder. La sanidad hace muchos años que está gestionada por las autonomías y la recentralización chirría. Y es ahora, cuando Sánchez toma su gran decisión política de reemprender la actividad económica, que no se corresponde con un criterio sanitario, cuando la tensión aflora con fuerza. 

Isabel Díaz Ayuso, hoy en el aeropuerto haciendo esperar a Sánchez.
Isabel Díaz Ayuso, hoy en el aeropuerto haciendo esperar a Sánchez.

El más blando –y esto destaca más aún siendo hoy el Aberri Eguna, día de sacar pecho en el PNV– ha sido el lehendakari Iñigo Urkullu. Le ha afeado a Sánchez comunicar sus decisiones tarde a las comunidades y le ha instado a revisar «el método». La forma en la que está Sánchez funcionando le parece «inadmisible». 

Urkullu pide «certezas» y admite no saber bien cómo y cuando le van a llegar los test y las mascarillas, pero su oposición a levantar el confinamiento para reactivar la industria y sectores no esenciales al PNV no le cae mal. Eso sí, si luego la cifra de contagios se dispara, el lehendakari apuntará al descontrol del Ministerio –que es bien real– y no a la medida en sí. 

En el PP el presidente español no va a encontrar compasión. Pablo Casado y los suyos están como chiquillos, con la presidenta de la Comunidad de Madrid como principal actriz para montar el pollo. La de este domingo ha sido una jugada de lujo. Habiendo superado ya su infección por Covid-19, Isabel Díaz Ayuso no estaba delante de la pantalla cuando ha comenzado la videoconferencia. La presidenta se había ido al aeropuerto a ver aterrizar a un avión con material sanitario. Un feo a Sánchez de los de libro.

Casado le pedía a Sánchez hibernar la economía cuando todavía estaba activa y en cuanto la hibernó, pasó a pedirle que reabriera las fábricas. Haga lo que haga, la máxima en el PP es desgastar al Gobierno. Y le sobran voces para hacerlo.

El presidente andaluz, Juanma Moreno, ha realizado este domingo unas manifestaciones similares a las de Urkullu. Sánchez no escucha las propuestas de nadie, ha resumido Moreno. Mientras, Alberto Núñez-Feijóo quería rascarle al PSOE con el tema de los niños, reclamando permisos para que salgan de casa «de forma controlada, ocasional, segura y de la mano de sus padres». 

Otros líderes regionales, como el cántabro Miguel Ángel Revilla, apuntaba que todo les llega tarde y mal y dice que él es tan capaz como el Ministerio de hacerse con el material que necesitan. 

En la rueda de prensa ofrecida por Sánchez, ahora que las preguntas salen sin filtro, se le ha preguntado por estas críticas de los líderes autonómicos. El presidente español en un aparente acto de miopía ha asegurado que, como habla con los presidentes autonómicos todas las semanas, ya ha hecho suficiente concesión. Pero queda bastante claro que el único que ve las cosas de ese modo es él (y las autonomías que gobierna su partido, como Nafarroa, que se han instalado en el amén a todo). 

Y mientras, Quim Torra sigue buscando una salida a la crisis del coronavirus que traiga también la salida de Catalunya del Estado. Ha dejado claro que él mantendría el confinamiento tal cual está ahora, que reactivar la industria tiene que esperar. Achaca a Sánchez ser «irresponsable y temerario». Si se abren las empresas de Catalunya y hay contagios, la responsabilidad será de Sánchez.

Torra ha contado, además, que en esa reunión –ya cuando Ayuso había visto que el avión aterrizaba y todo eso– la presidenta madrileña ha acabado manifestando que apostaba por el «confinamiento total», contrariando lo que decía hace no tanto el propio Casado. Y para que la líder del PP en Madrid apueste por mantener el candado a la industria y a la construcción es porque esa decisión implica un enorme riesgo.