Iker Fidalgo
Crítico de arte

La imagen pobre

Hace unos años, una de las artistas más prolíficas de la actualidad, Hito Steyerl, publicó un texto titulado ‘En defensa de la imagen pobre’. En el ensayo se describe un tipo de imagen que ha pasado por múltiples versiones, cuya calidad ha sido comprimida varias veces, su origen es difuso y ha sido remezclada, recortada y manipulada para ser compartida en múltiples canales. Las imágenes pobres han perdido ya su estatus y son solo contenido visual que se comparte, sin ninguna valoración sobre su forma, técnica o composición. La noción de originalidad se sustituye por la red anónima que se teje en torno a su intercambio constante y la cuestión de autoría deja de tener sentido. Estas características acotan el terreno en el que actualmente se asienta gran parte de nuestra cultura visual. La sobreproducción y la rapidez con la que lo consumimos da lugar a un tipo de contenido sin referencia y asentado en lo volátil y lo inmediato.

Todo lo anterior parece chocar frontalmente con las características habituales que se atribuyen al arte contemporáneo. La disolución del soporte, la pérdida de la procedencia, la ausencia de destreza técnica e incluso la muerte de la autoría son condiciones a las que la creación actual ha tenido que enfrentarse. Los códigos de la cultura son cambiantes y, por tanto, las maneras en las que se crea también. El arte es testigo de este nuevo paradigma y reflexiona sobre su propia identidad.

La galería Juan Manuel Lumbreras inauguró el 12 de enero y hasta el 19 de febrero la muestra de Ana Riaño (Bilbo, 1985) titulada ‘Redes’. La artista bilbaina, quien lleva realizando este proyecto desde tiempo atrás, propone desde lo pictórico una reflexión en torno al uso de las redes sociales como espacio de representación de la vida personal y profesional. La exposición está compuesta por una serie de reproducciones en diversos formatos de acrílico sobre papel. Publicaciones en Facebook o Instagram que son trasladadas a una pieza con todo lo que ello supone. Esa traducción nos lleva a un nuevo lenguaje en el que, frente a lo digital y el píxel, encontramos el trazo y la factura manual. El gesto y la inexactitud de la pincelada se presentan en un lugar de contemplación, la galería, que para nada es el espacio plano de la pantalla del teléfono móvil.

Riaño se permite, además, un giro humorístico imaginando y creando las publicaciones que realizarían artistas ya fallecidos y de gran relevancia en la historia del arte. La muestra nos lleva a pensar sobre la forma en que nuestra cotidianeidad es transformada en contenido público y accesible, rompiendo las barreras de lo íntimo para convertirlo en relato compartido y narración. Además de esto, la precariedad laboral de los y las artistas provoca que este tipo de plataformas funcionen a la vez como un escaparate continuo al que alimentar para mantener una visibilidad constante. Siempre con el temor de desaparecer de la escena si no hay suficientes publicaciones que garanticen su actividad.

El festival Viphoto de Gasteiz, organizado por la Sociedad Fotográfica Alavesa, ha reinventado su formato debido a la situación sanitaria realizando varias exposiciones durante 2020. La muestra que reseñamos es resultado de la convocatoria de apoyo a la producción. Una de las premiadas de aquel concurso fue la artista Cecilia del Val (Zaragoza, 1975) cuyo trabajo fue presentado a mediados de diciembre en la Sala Amárica de la capital alavesa y podrá visitarse hasta el 7 de febrero. ‘Pic of the midday’ es la segunda fase de un proyecto iniciado en 2015 en el que se parte de la manera de publicación y etiquetado de contenido en Instagram. Del Val se apropia de imágenes que comparten los mismos hashtags y realiza un proceso inverso de revelado, deshaciendo y recomponiendo desde los fragmentos y la pérdida del original.