Arnaitz Gorriti
Kirol-erredaktorea, saskibaloian espezializatua / redactor deportivo, especialista de Baloncesto

GBC consuma su quinto descenso de la Liga ACB de la última década

Un ascenso contra la voluntad de la propia ACB, una plantilla creada a la carrera y con retales, lesiones que llegaron en el peor momento, e imperdonables errores frente a rivales directos, han condenado a los de Marcelo Nicola a la LEB Oro a falta de dos jornadas de acabar la campaña 2020-2021.

La derrota final ante Saski Baskonia solo ha sido el descalabro final de un descenso de GBC casi anunciado. (Jon URBE / FOKU)
La derrota final ante Saski Baskonia solo ha sido el descalabro final de un descenso de GBC casi anunciado. (Jon URBE / FOKU)

Se veía venir y acabó llegando, con toda la crueldad que ello supone: Acunsa Gipuzkoa Basket retorna a la Liga LEB Oro después de conseguir el ascenso a la Liga ACB la pasada campaña.Desde la campaña 2011/12 –en la que jugó la Copa y los playoffs por el título– es su quinto descenso de categoría.

No pilló a nadie por sorpresa, pero antes de arrancar el derbi ante TD Systems Baskonia, quizá alguien albergara alguna esperanza. Quién sabe, los buenos resultados o al menos la buena imagen que GBC ha dejado ante los rivales de la parte alta, sumando no menos de seis victorias ante rivales con presencia en competiciones europeas, con victorias de postín como el logrado ante Valencia Basket, todo un rival de Euroliga, o derrotar al San Pablo Burgos, flamante bicampeón de la FIBA BCL, en su propia pista... Vanas esperanzas que se fueron diluyendo cuando Saski Baskonia puso un 9-29 a su favor. Y ni siquiera el posterior parcial de 17-0 consiguió ser el preludio de una voltereta. Después de llegar con 32-38 al descanso, el parcial de 2-10 para comenzar el tercer cuarto supuso el golpe de gracia para los entrenados por Marcelo Nicola.

A falta de dos jornadas, Gipuzkoa Basket deberá hacer honor a su profesionalidad y buscar quedar por delante de un Bilbao Basket que, si bien puede apurar aún alguna opción de permanencia, parece ir derecho por el mismo camino de fatalidad.

«Hemos tenido rachas increíbles; rachas a favor y rachas en contra, pero nos ha faltado regularidad». Son palabras de un resignado Marcelo Nicola después de consumar el descenso ante el equipo que lo vio hacerse profesional de élite. En el deporte de élite, el cariño es para antes y después de los partidos, pero en los 40 minutos de juego, no hay amigos.

Porque los números no dejan de ser crueles. A falta de dos partidos, un balance de 7-27, con 2.504 puntos a favor –71,54 por partido– y 2.960 en contra –87,06 encajados de promedio–, no solo condena a Gipuzkoa Basket a seguir con su errante camino de «equipo ascensor», sino que lo hace como un equipo apaleado, porque caer en cada partido por 15 puntos no tiene otro nombre.

Profecía autocumplida

La Liga ACB 2020-2021 ha sido un engorro a cuenta de la pandemia del covid-19. Para todos. Y que justo en esta campaña sin público, con aplazamientos y muchos problemas, haya tenido que haber 19 equipos en la competición, ha sido un engorro todavía mayor.

La competición hizo de su capa un sayo y dejó la temporada 2019-2020 en suspenso, y aunque pudo retomar la pelea por el título, dejó sin validez los descensos. Asimismo, las competiciones FEB, como es un ente independiente de la ACB y por lo que parece la comunicación entre ambas entidades peca de poco fluido, decidió aplicar los ascensos –no así los descensos– en todas sus competiciones.

Y ya que cuando llegó el parón de la Liga LEB Oro de la pasada campaña Gipuzkoa Basket ocupaba el liderato de la División del Plata del baloncesto estatal, pues allá que Gipuzkoa Basket se encontró con la FEB despidiéndose del cuadro guipuzcoano y la Liga ACB cerrándole la puerta en las narices. El Valladolid, equipo que debía ascender junto con los donostiarras, prefirió no participar en esta aventura.

Con la inhibición de la FEB y el CSD, Gipuzkoa Basket se vio a sí mismo llamando a las puertas del cielo, 30 de julio de 2020, con menos de dos meses para arrancar la competición, sin equipo, ni permiso para participar en la ACB, pese a haberse ganado ese derecho en la cancha.

Así, las cosas, el 31 de julio un juzgado de Barcelona dictaminaba que «se impone la obligación a la Asociación de Clubes de Baloncesto de proceder a cursar la invitación de modo inmediato al Donosti Gipuzkoa Basket 2001 SKE SAD para que ingrese en la ACB en la temporada 2020/21».

En agosto de 2020, con días antes de que el 13 de agosto llegara un recurso de oposición de la ACB contra este dictamen judicial, Gipuzkoa Basket presentaba en 24 horas su plantilla al completo de cara a la campaña 2020-2021. Una plantilla con muy pocos jugadores repitiendo del curso anterior, con escasas caras conocidas en la ACB como Pere Tomàs –que ya vivió el descenso de Bilbao Basket– o William Magarity –mucho mejor en Manresa que en Donostia–, y con los jugadores llegando a Donostia desde sus residencias con cuentagotas, porque a cuenta de la pandemia, viajar estaba todavía más complicado en aquellas fechas.

Para más inri, a pesar de no admitir público en las gradas –en las primeras jornadas aún hubo algún conato, eso sí–, Gipuzkoa Basket se vio obligado a jugar en Illunbe, un estadio en obras a principios de setiembre y por lo que los donostiarras debieron efectuar su regreso a la ACB jugando de local en Miribilla. ¿Y por qué no en el Gasca? Pues porque el Gasca no cumple los requisitos de la Liga ACB de disponer de 5.000 localidades. ¿Que qué importa el tamaño del graderío cuando todos los partidos se disputan a puerta cerrada? Amigos, nada mejor que disponer de un reglamento propio para exigir rigidez o laxitud según la conveniencia.

Así las cosas, y bajo estos antecedentes de hijo pródigo no deseado, Gipuzkoa Basket ha tenido que afrontar una temporada a contrapié, con un equipo de saldo –pero no es excusa, ya que equipos como Manresa tampoco van más sobrados de dinero y siguen peleando por jugar los playoffs–, realizado a la carrera, conjuntado a contrapelo y bajo la alargada sombra del coronavirus, ante unos adversarios que mayormente han callado por respeto, pero a los que no le han hecho ninguna gracia tener que lidiar una campaña con un equipo «de más». Sobre todo, claro está, los equipos de Euroliga.

Responsabilidad personal

La épica de pelear contra los elementos siempre queda bien en estos análisis, pero la realidad ha sido más cruel y prosaica desde que Gipuzkoa Basket perdiera por 70-86 ante el Real Madrid en el primer partido de la campaña, en un 19 de setiembre ya muy lejano.

Marcelo Nicola se ha quedado ronco exigiendo responsabilidad personal a sus jugadores, sobre todo porque la tendencia de su grupo ha sido la de desenchufarse con excesiva facilidad, y lo que es peor, afrontar los comienzos de las primeras y terceras partes muy por debajo de su rival en concentración y mentalidad. Si la calidad no rebosa en el cuadro donostiarra, algo asumible en cuanto al gasto que ha podido llevar a cabo en fichajes, ¡qué menos que exigir concentración! Pero esta concentración ha sido muy intermitente.

El 15 y el 22 de noviembre, un Gipuzkoa Basket que ya por entonces cargaba con un balance de 1-11, encajó dos de sus palizas mayores: 104-69 ante Unicaja en Málaga, y la todavía más dolorosa 68-99 frente al Joventut en Illunbe.

«Hay jugadores que tienen la cabeza en otro sitio. Eso no puede ser y hay que traerlas aquí (las cabezas) porque algunos no están concentrados en lo que tienen que hacer y no muestran ganas por estar en este equipo y en esta liga», dijo eMarcelo Nicola tras la paliza ante la Penya. «No se puede empezar un encuentro como hemos empezado hoy. Hay que respetarse más a nosotros mismos y a todo nuestro trabajo».

Ya para entonces el cuadro donostiarra había mostrado al mundo sus vicios, pero también sus virtudes. Jaime Echenique, debutante a estos niveles, reveló como un pívot más que interesante, aunque más allá de recuperarse de su lesión, si quiere aspirar a equipos de mayor enjundia deportiva y económica, deberá poner de su parte para ser mucho más duro y constante en defensa.

Dino Radoncic está jugando en Donostia cedido por Basket Zaragoza, y el otrora canterano del Real Madrid está demostrando que tiene nivel de sobra para la Liga ACB. El montenegrino ha rendido a buen nivel así como alero y como ala-pívot, bien emparejado con Pere Tomàs, siendo tal vez el dúo más consistente del cuadro donostiarra. Radoncic recalará en Zaragoza el próximo curso, pero deberá volver a convivir en un grupo en el que él sea un complemento y no un referente. El citado Pere Tomàs, si prefiere seguir en la Liga ACB, seguramente encuentre algún banquillo donde aportar sus rebotes, sus triples liberados y su conocimiento de juego. Con 32 años, aún le queda baloncesto en las piernas y en la cabeza como para mantenerse en la élite.

Y tras la terrible lesión de Echenique, Okouo ha sido la gran revelación. El canterano de Unicaja llegaba a Donostia tras curtirse en tierras lituanas, y el de Brazzaville se ha mostrado como un referente constante. Pese a su mal endémico en los tiros libres, está demostrando que no tiene mala mano desde media distancia y que tiene cierta gama de recursos en la pintura, y aunque el basket de hoy no sea el de hace 25 años, un gigante de 214 centímetros siempre viene bien.

No es el propósito de esta pieza hacer de menos a nadie, pero lo cierto es que si hay alguna línea dentro de Gipuzkoa Basket que ha hecho aguas, ese ha sido el exterior. «Si no saben defender el pick'n roll, es su problema», dijo Pablo Laso en la primera jornada liguera sobre Gipuzkoa Basket. Y con 34 jornadas a cuestas, ese problema sigue ahí, vigente. ¿Es solo de los exteriores? No. Pero sí se han mostrado como los más débiles en tareas de retaguardia, salvo el hoy lesionado Xabi Oroz, que hasta que la rodilla le ha dicho basta ha sido la viva imagen del compromiso individual y colectivo del cuadro donostiarra.

El argentino Lucas Faggiano y el esloveno Jan Span debían llevar el timón donostiarra en su debut en la Liga ACB. Pero la velocidad y el ritmo de juego les ha pasado por encima a los dos bases.

Johnny Dee tenía que ser el referente exterior de Gipuzkoa Basket, pero con su condición de escolta en cuerpo de base y su juego de rachas, se ha erigido como un jugador que quizá funcione como complemento en la ACB, pero no como actor principal. El dominicano Brandone Francis fue cortado cuando por características físicas quizá diera más el pego. Pero si no hay talento...

William Magarity, por su parte, junto con Carlson, debía ser el ala-pívot exterior y, a la vez, el falso pívot. Carlson dio un triunfo a GBC en su debut, pero su aportación ha ido decreciendo, mientras que Magarity ha ido escondiéndose cada vez más en la rotación de Marcelo Nicola, al punto de que en el duelo ante Saski Baskonia hasta Olaizola jugó más.

Mientras, mencionar a Mikel Motos es mencionar al último de la fila. El escolta donostiarra es, de hecho, el único con contrato en vigor de cara a la próxima campaña, pero el uso que ha hecho de él Marcelo Nicola ha sido solo para los encuentros decididos. Julen Olaizola, por su parte, ha vuelto a poner voluntad y corazón en sus minutos de juego, pero solo con eso no basta a estos niveles.

Bilbao Basket como principio y fin

El 2 de enero Gipuzkoa Basket caía por 81-80 en Miribilla y perdía por lo que restaba de temporada a Jaime Echenique por una rotura en el tendón rotuliano. Había dejado pasar hasta tres tiros ganadores, perdía a su mejor jugador y, por si fuera poco, Marcelo Nicola debía ser confinado por covid-19. Gipuzkoa Basket repescaba a Mike Carlson, en nómina desde la anterior campaña, para sustituir al colombiano.

Increíblemente, el mes de enero fue el mejor. Un triple del propio Carlson suponía una victoria increíble ante Tenerife por 89-87, una ola que sirvió también para batir al Joventut en Badalona por 90-94, la única vez hasta le fecha en la que GBC ha sumado dos victorias seguidas, con Iñaki Martín en el banquillo donostiarra. Hasta el 68-110 ante el Barça se dejó pasar tras ganar a Estudiantes por 81-79.

Llegaba el derbi de Illunbe ante un Bilbao Basket decaído, y la paliza fue morrocotuda: 74-97. Aquel 27 de febrero, Gipuzkoa Basket entró en su última etapa de decaimiento, por mucho que apabullara por 78-60 a Valencia Basket y ganara 79-90 en Burgos. El descenso empezaba a hacerse realidad y no iba a saber soltarse Gipuzkoa Basket.

Ante los rivales directos, 1-9, y -108

Una victoria ante Estudiantes por 81-79, y derrota ante los del Ramiro por 80-61; derrotas ante Bilbao Basket por 81-80 y 74-97; ante Fuenlabrada, 72-100 y 78-74; ante el Betis, 74-62 y 68-91. ¿De qué sirve batir a rivales que juegan en Europa y aspiran a jugar los playoffs si ante los adversarios directos se suma un 1-9 y con -108 puntos?

«Todos estamos frustrados, como es de imaginar. La clave del descenso no ha sido perder contra el Baskonia, sino los partidos ante Fuenlabrada o Bilbao Basket», reconocía a Radio Euskadi Mike Carlson, sabedor de que los partidos de Miribilla y el Fernando Martín quizá hubieran dado dos triunfos más al casillero donostiarra, y quién sabe si alguna vida extra más.

Pero esas no son sino cuentas de la lechera, porque la mayoría de esos partidos se resolvió con amplias victorias de los rivales de GBC, que en ningún caso hubiera asegurado basket average particular alguno. En el mejor de los casos, los donostiarras aún pelearían por no descender, pero los empates seguirían perjudicándolos.

¿Y ahora qué? Ahora espera la LEB Oro, sobre todo si acaba en último lugar. ¿Tal y como están las pandémicas economías, es descartable que el único ascenso de la LEB Oro a la ACB no pueda acometer las condiciones que la competición exige? No es descartable. Así las cosas, como bien dijo Marcelo Nicola en la noche del jueves, «vamos a intentar ganar los dos y terminar por delante de Bilbao Basket». Los hombres de negro no están matemáticamente descendidos, pero bien pudieran acabar por detrás de los donostiarras, y si eso se diera, conseguir otra «permanencia extradeportiva» podría llegar a ser realidad para Gipuzkoa Basket, por triste que suene.

Y si al final le toca jugar en la LEB Oro, ¿qué pasará con el Iraurgi? El cuadro azpeitiarra ha logrado el ascenso a la Categoría de Plata en la cancha y merece jugar la LEB Oro, pero no parece que sea la niña de los ojos de los entes públicos si le toca compartir competición con Gipuzkoa Basket. Ese, evidentemente, no es problema de Gipuzkoa Basket sino de forma indirecta, pero sí es demostrativo de lo que es la realidad de un GBC que, repetimos, en diez años afronta su quinto descenso de categoría.