Iñaki Zaratiegi

Posibilidades de una isla

Santa Klara contempla desde el mar el llamado marco incomparable donostiarra. Aquejado en verano de la masificación que conoce toda la urbe, la macro intervención artístico-turística que se abre el día 5 ha destruido la herencia patrimonial de su faro y amenaza un poco más su equilibrio natural.

Imagen aérea de las obras de ‘Hondalea’. (NAIZ)
Imagen aérea de las obras de ‘Hondalea’. (NAIZ)

La naturaleza dibujó en el espacio de la actual Donostia un paisaje de montes, playas, marismas y dos islas: Santa Klara y Urgull. Como explicó Txillardegi en ‘Santa Klara gure uharte ezezaguna’, el monte fue isla devenida istmo y unificada a tierra por su urbanización. Al contrario, Santa Klara fue península pasando con el tiempo a isla. Un rincón tan cercano al litoral que ha sido usado, amenazado y maltratado desde tierra.

Tomó nombre de la abadesa Clara Sciffi, discípula de San Francisco de Asís, quien visitó el lugar. Tuvo ermita, destruida en la toma militar francesa de 1719. Sirvió de lazareto para marinos que pudieran portar la peste, destierro conocido como ‘el penal’, cementerio de herejes, guarnición militar, caseta de caza de la élite… Y, además de fareros y sus familias y el igeldotarra ‘Robinson’ Arruabarrena con su perro Pintho, vivieron allí conejos, gallinas, corderos o la mula Massiel.

El noble lugar ha aguantado otras ocurrencias humanas. En 1870 se quiso instalar pabellones y kioscos para verano. A principios del siglo XX se proyectó un espectacular monumento a la reina María Cristina o una cascada artificial de 70 metros. Y, más recientemente, una macroestatua de homenaje a los remeros.

Obsesión mayor ha sido la de anular su insularidad con un muro desde Arribizketa (Paseo Chillida). El proyecto arrancó en 1821, se abandonó por razones económicas y dejó la base de la pared que aún asoma con marea baja. En 1862 hubo otro plan y, tras siete años de vueltas, no fructificó. Se retomó en 1916, pero el enésimo intento no llegó a la isla. Sí llegó el cambio radical de final de siglo con su transformación como destino masivo en verano.

La novedad mayor desde 1864 fue el faro. José Manuel Andoin, último torrero, lo habitó con su madre desde 1944 hasta que se automatizó en 1968 y fueron trasladados al faro de Igeldo. La madre falleció en 1974 y el hijo, campeón internacional de tiro, se suicidó. Jesús Mari Palacios e Iñigo Jiménez narran esas vivencias en el documental ‘Ur artean’ y el libro ‘Los habitantes del faro de Santa Clara/Santa Klarako itsasargiko biztanleak’.

En 2016 la escultora Cristina Iglesias fue Tambor de Oro donostiarra, el alcalde le ofreció un lugar para una de sus obras y pidió la isla para el proyecto ‘Hondalea’ (abismo). Una intervención que ha sustituido el interior del faro por un fondo en bronce de 15 toneladas con la intención de ser ‘un centro de atracción’ artístico-turístico.

Santa Klara ha sido usada, amenazada y maltratada desde tierra. Un fondo en bronce sustituye ahora el interior del faro como atracción artística

El proyecto ha sido polémico por la destrucción del valor patrimonial del faro y la posible afección a la frágil singularidad del entorno con la incorporación de un nuevo tipo de visitantes que arribaría durante todo el año.

Masificación

EH Bildu e Irabazi Donostia promovieron la calificación del lugar como Zona de Especial Protección y se aprobó por unanimidad. Pero tras el cambio de corporación, la mayoría municipal PNV-PSE se desdijo. Posteriormente, Ekologistak Martxan, Haritzalde y Bizilagunekin exigieron al Ayuntamiento, Diputación, Gobierno de Gasteiz y la Demarcación de Costas del Estado resguardar la isla declarándola «biotopo protegido».

Pero la obra arrancó en 2019 y, aunque ecologistas y oposición política reclamaron parar la destrucción del faro y abrir un debate, la intervención continuó, declarada incluso como obra prioritaria durante el parón de la pandemia.

Cuando la oposición relacionó la operación con el masificado negocio turístico, el alcalde lo tildó de ‘obsesivo’, pero hasta el Departamento de Cultura de la Diputación explicó al aportar 200.000 euros que «el desarrollo de un proyecto tan ambicioso tendrá repercusión en el atractivo, ya de por sí elevado, de San Sebastián como destino turístico vinculado a la cultura y el arte». Después, la promoción ha sido especial en el ámbito exterior: ‘National Geographic’, ‘The Art Newspaper’, ‘Etheria Magazine’, ‘Designboom’, ‘Architectural Digest’, ‘Arqa Arquitectura’, ‘El Independiente’…

El acceso al lugar prevé que desde la apertura al público este 5 de junio –la inauguración oficial es el día 2– y mientras dure la pandemia habrá visitas gratis (hay que pagar el traslado) en grupos de 15 personas y durante 20 minutos. Con un máximo de 125 presencias diarias que serían 250 si remiten las restricciones. En octubre hay una oferta a 30 euros con travesía por la bahía, e itinerario en la isla y visita a la obra guiados.

Más de 5.300 personas han reservado cita. No está decidido el periodo de visitas que según el alcalde se suspenderían «probablemente de noviembre a febrero» según la meteorología.

Sin participación pública

El regidor municipal cree que apenas existe «algún movimiento de oposición al proyecto, como es habitual en esta ciudad», pero se ha exteriorizado bastante malestar y hubiera sido democrático conocer el sentir de la ciudadanía sobre un tema que no parece fue propuesto en ningún programa electoral.

Lo irreparable es ya la pérdida patrimonial, humana e industrial, de la que avisó el especialista pasaitarra Santiago Sánchez Beitia. Catedrático de Arquitectura en la UPV/EHU, autor de obras como ‘El lenguaje silencioso de la luz: Los faros históricos de España’, ‘Catálogo de faros con valor patrimonial de España’ y otros numerosos trabajos, acompañó a Bizilagunekin, Parkea Bizirik y Haritzalde en una infructuosa comparecencia ante las Juntas Generales de Gipuzkoa, en junio de 2020. Denunciaron, entre otros, riesgos del medioambiente, patrimonio, paisaje, urbanismo, finanzas públicas o la identidad del lugar y de turistización, pidiendo un proceso participativo público.

‘Hondalea’: hondamena?

Los trabajos periodísticos que van apareciendo parecen copiar el guion promocional de que la obra sigue la línea creativa de Iglesias de «recuperar sitios destruidos». El faro estaba cerrado, pero entero, y es la intervención artística la que ha destruido su interior. Según el estudio de 2017 del catedrático en arquitectura Sánchez Beitia, su grado de deterioro se notaba apenas en humedades y deficiencias en carpinterías.

La nueva obra destruye patrimonio y afecta al frágil entorno natural. Varios organismos ecologistas se muestran disconformes con la gestión del faro y la isla

Este especialista avisó de que «las recomendaciones del Consejo de Europa, de la Unesco y sobre todo de la Carta de Nizhny Tagil para la protección del patrimonio industrial establecen que las intervenciones, en caso de que tengan que hacerse, deben ser reversibles y tener un impacto mínimo». Se ha escuchado ya el lema medioambientalista ‘Hondalea: hondamena’.

La clausura del lugar durante más de medio siglo, sin preocupación de las empresas políticas que gestionan el municipio, los organismos conservacionistas y culturales y la ciudadanía en general, es la excusa para justificar su destrucción al modo gentrificador de la especulación urbana.

El profesor Beitia y los organismos sociales pidieron replantear la intervención artística proponiendo crear un centro de interpretación medioambiental y del patrimonio de intención pedagógica. Recuperar el faro como muestra de una particular manera de vida ya desaparecida.

Su concreción hubiera podido ser, por ejemplo, un txoko especializado en faros, costas y vida marina, ligado a Donostia Kultura, con oferta expositiva, de uso y préstamo de libros, discos o documentales y películas; con iniciativas divulgativas y didácticas. Con una filosofía de socialización, conocimiento y disfrute del pasado y presente para visitantes naturales del lugar. Sin promocionar un efecto llamada que lo masifique más con otro tipo de público. Un modo de gestión pública sin egos políticos o artísticos, sin uso de dinero público para intereses privados y con un presupuesto alejado de la millonada del negocio Iglesias. Un tipo de alternativa que no ha sido ni contemplada a debate.

Ecología y gestión

Asociaciones ecologistas insisten en la fragilidad y especificidad del lugar en fauna y flora. La operación Iglesias parece haber reaccionado programando la inauguración del evento el Día Internacional del Medio Ambiente.

Y si el daño es ya irreversible en el patrimonio y el riesgo de afección ambiental sobrevuela la isla, su gestión económica parece también polémica. El presupuesto oficial fue de 1,4 millón de euros y parece estar hoy en 4,5 millones. Construcciones Moyua, la hidráulica Giroa, la fundición Alfa Arte, empresas de transporte por tierra, mar y aire como Helitrans Pyrinees o Motoras de la Isla, etc. han cobrado de ese presupuesto. Con la presencia del banco Sabadell.

También Artingenium, oficina creada ad hoc y cuya responsable fue asignada manager de ‘Hondalea’ por exigencia de la propia Iglesias, o la agenda de publicidad Fammilia Studio. Según ha ido apareciendo en prensa, se les han asignado al menos 80.000 euros sin IVA, 91.960 y 175.000 en concepto de «labores de gestión, dirección y coordinación de la obra» y «explicar bien la obra, contextualizarla en la ciudad, pero también en el panorama internacional». Un baile de cifras que no se ha explicado públicamente.

Reflexiones y preocupaciones

Iglesias proclama que su intención es «provocar una reflexión en torno a la naturaleza y la conservación del ecosistema marítimo» y se anuncian visitas guiadas para escolares, subvencionadas por CaixaBank.

En un entorno insular, con kilómetros de costa, ¿se necesita asomarse 20 minutos en grupo a un fondo en el que se bombea agua navarra de grifo de un depósito subterráneo para ‘reflexionar’ y que ‘la gente, en su cabeza, crea que es el mar’? Y tras mas de medio siglo interactuando con el entorno isleño y el mar en familia, cuadrilla, parejas o en solitario, ¿necesitan los escolares donostiarras visitas turísticas guiadas?

Sería saludable que la ciudadanía cabal se organice y movilice para que al menos se proteja el entorno, no se aumente la presión humana y no se permita su uso como negocio mercantil. Empezando por el control de las nuevas visitas turísticas y la intención de programarlas cuando la ínsula se recupera de la invasión estival.

Preocupaciones que esta semana han aireado de modo detallado los organismos Bizilagunekin, Eguzki, Haritzalde y Parkea Bizirik Kukulunbera. Tras participar en encuentros oficiales muestran su «disconformidad con el planteamiento de gestión del faro y la isla» y solicitan que se inicie «la tramitación para la integración del espacio Santa Clara-Igeldo en la Red Natura 2000».