Iñaki Uriarte, validado por Rafael Moneo el 6 de marzo de 1978

Rafael Moneo, de la Biennale a Bilbo

Ante la concesión a Rafael Moneo del máximo reconocimiento en la Bienal de Venecia, en este análisis el también arquitecto Iñaki Uriarte plantea contribuir a la difusión de la figura de este gran autor a la vez que valora su despreciado proyecto para el Museo de BBAA de Bilbo.

Recreación nocturna del proyecto de Moneo para el Museo de Bellas Artes de Bilbo. (NAIZ)
Recreación nocturna del proyecto de Moneo para el Museo de Bellas Artes de Bilbo. (NAIZ)

Rafael Moneo (Tudela 1937) ha recibido en la 17. Mostra Internazionale di Architettura della Biennale di Venezia el León de Oro por su trayectoria profesional especialmente en cuatro facetas: arquitecto, docente, teórico y crítico. El premio merita explícitamente que es «uno de los arquitectos más innovadores de su generación».

Sus obras, de gran notoriedad, diferentes tipologías y escalas emplazadas en diversos países son la muestra de un arquitecto humanista que actúa con gran sensibilidad y singularidad sobre las preexistencias sean del entorno o del propio edificio a intervenir.

Entre sus numerosas distinciones, están el Pritzker Architecture Prize (1996), el Premio de la Unión Europea de Arquitectura Contemporá́nea Mies van der Rohe (2001) por el Kursaal de Donostia, o el Praemium Imperiale (2017) por la Japan Art Association en el que se reconoció su gran sensibilidad para crear obras de una belleza duradera. Algo fundamental frente a tanto espectáculo fulgurante y banal.

Una de sus magistrales obras es el Museo de Arte Romano de Mérida (1980-1986), como parte del conjunto arqueológico de Mérida, declarado por Unesco Patrimonio Mundial en 1993. Se le suman la ampliación de la sede de Bankinter, en Madrid (1972-1976); la rehabilitación de la Estación de Atocha, también en  Madrid (1985-88) y la catedral de Nuestra Señora en Los Ángeles (1996-2002).

Son sobresalientes también sus proyectos en museos: para la Fundació Pilar y Joan Miró, con tipología de galería junto al estudio del pintor-construido por Josep Lluís Sert-en Palma de Mallorca (1987-1992); la remodelación del Museo Thyssen-Bornemisza en el madrileño Palacio de Villahermosa (1989-1992); Moderna Museet de Estocolmo (1991-98); la ampliación del Museo del Prado (2007) o el Museo del Teatro Romano de Cartagena (2000-2008).

En Euskal Herria, como obras singulares destacan tres de Donostia. La primera, por la época de ejecución, el edificio de viviendas Urumea, con la colaboración de los arquitectos Unzurrunzaga, Marquet y Zulaica (1969-1973). Luego está también la iglesia de Iesu, en Riberas de Loiola (2007-2011), un cántico espiritual de modestia constructiva contemporánea. Pureza minimalista expresada con simplicidad, y recogimiento a escala íntima, muy humana.

Y a la lista se une especialmente el Kursaal, construido entre 1995 y 1999 y un proyecto elegido tras una consulta técnica internacional). A pesar del rechazo que generó una campaña populista por la contraposición al estilo decimonónico de la ciudad, la idea de Moneo se ha impuesto y goza del aprecio de donostiarras y de cualquier vasco medianamente culto. Convertido en símbolo para Donostia, es uno de los grandes iconos arquitectónicos del país y referencia mundial. Son ‘dos rocas varadas’ acristaladas, el abrazo entre la contemporaneidad y la ciudad que durante años estuvo esperando este gesto y gesta de un genio creador.


Entre sus obras más destacadas están también: la plaza de los Fueros, en Iruñea (1970), Bodegas Chivite, Señorío de Arínzano en Lizarra (1991-2002); la reforma y ampliación del Archivo General de Navarra (2003); el Museo de la Universidad de Navarra, en Iruñea (2015), y la nueva Biblioteca de la Universidad de Deusto, en Bilbo (2004-2009).

Despreciado en Bilbo

Moneo fue uno de los seis finalistas del fraudulento concurso de proyectos para la Ampliación y Reforma del Museo de Bellas Artes de Bilbo. Su propuesta, ‘ZizZag’, que cumplía con las bases, fue despreciada por el tribunal de un concurso de arquitectura con solo cuatro profesionales de diez miembros, y el resto de relleno, sometidos a la imposición de un arquitecto miembro de la Foster Foundation a las órdenes del patrón. Por lo que ya se sabía quién era el predestinado a ganar.

Rafael Moneo se ajustó a las bases valoraba y respetaba el edificio inicial de 1945 catalogado, no creaba impactos paisajísticos y tampoco destrozaba el espacio Arriaga. Una propuesta culta, reconocida por la mayoría de personalidades de la arquitectura, las bellas artes y la cultura, pero ignorada por el sanedrín político adecuadamente instrumentalizado por los responsables de esta catástrofe. Moneo, profundamente decepcionado, no rebatió la injusta e ilegal decisión de regalar el encargo a Foster &Partners.

En una entrevista en ‘El Mundo’ (18/10/2020) declaró: «Quizá decepciones, como la de no haber ganado el proyecto de la ampliación del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Eso ha sido un traspiés grande, pero volvería a presentar el mismo trabajo».

Despreciar este proyecto es un atentado cultural que tiene sus culpables, desde el jurado y el Colegio de Arquitectos hasta el Gobierno de Gasteiz.