Ibai Gandiaga
Arquitecto

Ciudad de México, día de lluvia

Ante nosotros, aparece una ciudad pintada, bañada en un atardecer lluvioso, como si una calurosa tarde de agosto hubiese decidido refrescar sus últimas horas con un chaparrón inesperado. La intersección frente a la que nos presentamos es totalmente geométrica, formada por tres calles que se cortan entre sí: la calle de Moscú, la calle Capleyron y la calle Turín. Sus rigurosas trazas, casi irreales, forman una gran explanada urbana, pavimentada con gran adoquín, entre cuyos surcos y depresiones se van formando pequeños charcos aquí y allá, que reflejan el anaranjado del cielo. En el centro de la escena, haciendo las veces de un eje de simetría, vemos una farola. Casi sin darles importancia en el relato del cuadro, aparecen peatones ataviados con ropajes propios de finales del siglo XIX, resguardándose de la fina lluvia mediante paraguas oscuros. Casi como anécdota, pero anunciando un futuro próximo, aparece la parte trasera de un carruaje. El nombre del cuadro es ‘Calle de París, día de lluvia’, y fue pintado por Gustave Caillebotte en 1877. De esta manera, él y otros impresionistas retrataron una nueva forma social y arquitectónica: la ciudad moderna.

En el cuadro de Caillebotte podemos ver las bases de las ciudades durante los dos siglos posteriores: trazos geométricos, espacios abiertos (para la época), infraestructuras urbanas (la iluminación como generador de espacio de ciudad), irrupción del automóvil y el pavimento. Todo, en servicio de unas nuevas clases sociales, la burguesía y el proletariado.

El pavimento aparece como un elemento indispensable para la ciudad, que la diferencia de los ámbitos rurales, donde por lo general solo existe un suelo de tierra o grava, y poco a poco se nos ha ido colando dentro de nuestro acerbo cultural, higiénico y simbólico. Con la interrupción del automóvil, se hizo necesaria la colocación de un pavimento flexible y resistente, el asfalto, pero que tenía un reverso con efectos inesperados: no dejaba transpirar a la tierra, y encauzaba el agua de lluvia.

Así pues, 150 años después de que Caillebotte hubiera dibujado con meticulosidad los pequeños charcos que afloraban entre los adoquines, y cuya agua se filtraba poco a poco dentro de la tierra, nos encontramos con un problema muy importante en la red de drenaje, y sobre todo, en las zonas donde los pavimentos urbanos son tan estancos que impiden que se disipe el calor que acumula toda la caterva de hormigones, ladrillos, asfaltos y aglomerados que usamos para urbanizar nuestros suelos.

Parque Lineal Gran Canal

En Ciudad de México, una megaurbe de 9 millones de habitantes, tienen ese problema muy presente. La ciudad ha vivido una historia íntimamente ligada al agua y al suelo, a la inundaciones y al control hídrico, ya que el control y secado del lago Texcoco ha sido una pieza clave de su desarrollo urbano. Sin embargo, en el desarrollo de la urbe moderna, actualmente existe un gran déficit de espacios de control climático, esto es, espacios que ayuden a regular el calor que recibimos del sol.

Aprovechando una serie de canales inutilizados y repartidos por la ciudad, el estudio de arquitectura 128 arquitectura y Diseño Urbano firma el proyecto del Parque Lineal Gran Canal, cuya primera fase de 7 hectáreas se completó el año pasado. En el transcurso de este tiempo, gracias al nuevo parque se ha podido registrar un aumento de la humedad relativa de un 16%, y una reducción de temperatura dentro del parque de entre 4 y 5 grados.

La idea de recuperar viejas infraestructuras para realizar acondicionamientos urbanos desde parámetros bioclimáticos se está repitiendo en toda América Latina; en Medellín se plantean ‘pasillos verdes’ en las principales arterias rodadas, estrechas franjas verdes con arbolado para mitigar el efecto de isla de calor de las zonas urbanizadas; en Rio de Janeiro, se han planteado ‘jardines de lluvia’, zonas con una alta filtración de agua de lluvia, que funcionen como improvisados sumideros gigantes, evitando concentración de aguas por riadas.

El Parque Lineal ofrece un espacio de uso y disfrute para una zona que, además, carecía de las infraestructuras públicas básicas de esparcimiento, y convierte un antiguo canal que separaba dos barrios, en un refugio para el clima, así como una máquina verde para hacer frente a las posibles inundaciones.