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Johnson anima a los conservadores con bromas y poco contenido

El primer ministro británico, Boris Johnson, lanzó una arenga llena de bromas en el congreso del partido Conservador, para levantar los ánimos de la militancia frente a las crisis actuales que atraviesa Gran Bretaña tras el Brexit.

El primer ministro británico, Boris Johnson, en el cierre de la convención anual del Partido Conservador. (Oli SCARFF / AFP)
El primer ministro británico, Boris Johnson, en el cierre de la convención anual del Partido Conservador. (Oli SCARFF / AFP)

Con bromas, ocurrencias y juegos de palabras, el primer ministro británico, Boris Johnson, intentó inyectar un poco de optimismo a los militantes del Partido Conservador reunidos en el Congreso anual en Manchester, con promesas de una economía floreciente.

Obviando la escasez en gasolineras, supermercados y pubs debido a la falta de mano de obra, Boris Johnson prometió impulsar los salarios y la productividad en un discurso acalorado para levantar la moral de sus tropas, pero casi desprovisto de anuncios concretos.

El país se encamina «hacia una economía con altos salarios, altas calificaciones, alta productividad y bajos impuestos», prometió.

Aunque puso en duda el término «crisis» para definir la situación, admitió que todo esto «llevaría tiempo» y sería «a veces difícil», pero subrayó que eso es lo que votaron los británicos en el referéndum del Brexit y luego en 2019, dándole una mayoría sin precedentes desde la década de 1980. Así, insistió en la idea clave de la conferencia del partido: que la actual crisis de la cadena de suministro es una transición necesaria para ese paraíso económico.

Pero fuera de la arenga del congreso, el país se enfrenta a una grave falta de trabajadores, desde empleados de mataderos hasta camioneros, que siembra dudas ante la consigna de Johnson de «reconstruir mejor» tras la pandemia y el Brexit.

El primer ministro se jactó de haberse hecho cargo de «los problemas que ningún gobierno ha tenido las agallas de abordar antes», a pesar de que los conservadores llevan en el poder más de una década. Johnson tuvo que recurrir al recuerdo de Margaret Thatcher –todavía una figura icónica para los conservadores– para defender un aumento en las contribuciones a la seguridad social, afirmado que ella «no habría ignorado el meteorito que acaba de estrellarse contra las finanzas públicas» y habría admitido este incremento para evitar una mayor deuda.

Además, defendió el endurecimiento de las normas de inmigración tras el Brexit, alegando dar la espalda a un «viejo sistema roto» basado en «salarios bajos, crecimiento débil, baja cualificación, facilitado por la inmigración descontrolada».

Johnson cargó también con sarcasmo contra el exnegociador de la UE, Michel Barnier, quien, candidato a las elecciones presidenciales francesas, ha prometido un referéndum sobre la «libertad de maniobra» migratoria en el Estado francés.

Defensa de la historia nacional y del capitalismo y ataques a los laboristas completaron un discurso con poco contenido concreto, sobre todo respecto a la cohesión territorial, piedra angular de su proyecto, donde apenas prometió un suplemento económico para traslado de profesores a regiones donde más se necesita.

La lucha contra el cambio climático fue apenas mencionada y la gran ausente también del discurso de sus ministros, a menos de un mes de la cumbre COP26 en Glasgow. Solo la titular de Interior, Priti Patel, se acercó al tema para prometer mano dura contra los activistas medioambientales.
 

Raab, criticado por ignorar el significado de «misoginia»

El ministro de Justicia británico, Dominic Raab, fue objeto de las críticas de la oposición después de mostrar en una entrevista que no sabe lo que es la misoginia. En declaraciones en la BBC, Raab reiteró el rechazo del Gobierno a convertir la misoginia en un delito de odio.

«Por supuesto, los insultos y la misoginia están totalmente mal, tanto si es de un hombre contra una mujer como de una mujer contra un hombre», mantuvo, tras lo que la presentadora le tuvo que recordar que la misoginia se define como odio o prejuicio hacia la mujer.

El portavoz laborista de Justicia, David Lammy, apuntó que «no es de extrañar que los conservadores sean un desastre a la hora de abordar la violencia contra las mujeres y las chicas». Un mensaje similar al de la portavoz liberal-demócrata de Igualdad, Wera Hobhouse. El propio Boris Johnson descartó ayer convertir la misoginia en un delito de odio al juzgar que ya existe «legislación abundante».