Iñigo Garcia Odiaga
Arquitecto

Reinventar el museo

La idea de un museo vertical es como mínimo incómoda. La gran mayoría de las grandes pinacotecas del mundo se extienden en horizontal concatenando sala tras sala, permitiendo el lento deambular de sus visitantes. Pocos son los que se arriesgan a sobrepasar las dos plantas y muy raras, las excepciones como aquella del arquitecto Frank Lloyd Wright articulando con una rampa en espiral el Guggenheim neoyorquino.

Estos días se ha inaugurado en Oslo el Museo Munch, un museo vertical obra del estudio Herreros. Esta pieza singular se suma a la vecina Ópera de Snøhetta y la biblioteca Deichman, arquitecturas todas ellas que quieren presentar Oslo como una capital ligada a una modernidad sostenible, igualitaria y civilizada. El nuevo equipamiento es un inmenso museo dedicado a un solo artista, el pintor expresionista Edvard Munch. Frente a las aguas del Oslofjord, el fiordo que sirve de escenario a su cuadro más famoso ‘El Grito’, se levanta el edificio que albergará las 28.000 obras que el pintor noruego regaló a la ciudad de Oslo antes de morir.

La nueva casa de Munch se eleva a 57 metros del suelo en la península de Bjørvika, un antiguo puerto vikingo y que hoy es el escenario del desarrollo del Oslo moderno que abraza definitivamente el mar y confía en el poder de la arquitectura y de los grandes equipamientos culturales para cambiar su historia.

En lugar de como un mero equipamiento para salvaguardar y difundir la obra de Edvard Munch, el edificio está concebido como un centro dinámico para la cultura contemporánea y como un punto de encuentro de la ciudadanía de la capital noruega y de todo el país. Diseñado desde una revisión crítica de la tipología, el museo vertical desempeña un rol urbano trascendental, desplazando el centro de gravedad de la ciudad hacia su encuentro con el fiordo. A través de un recorrido ascendente que conecta el vestíbulo; un gran espacio público que aloja usos lúdicos, comerciales, culturales y de gastronomía, con las terrazas de la cubierta.

A lo largo de este recorrido, el público descubre una serie de programas complementarios que dan cuenta de la complejidad del conjunto: salas de restauración, dependencias administrativas, una biblioteca o un centro educativo. En el exterior, una piel ondulada de aluminio perforado con diferentes grados de transparencia dota al volumen de una imagen enigmática y evanescente, que reacciona a los leves cambios de la luz y la meteorología ofreciendo un aspecto cambiante en función de la hora o de la estación.

La singular propuesta del estudio Herreros ganó el concurso internacional en el año 2009, pero suscitó tantas críticas como expectación en la opinión local. El proyecto buscaba conjugar dos programas simultáneamente: uno estático, a base de espacios apilados de distintas alturas que constituyen las salas de exposición en la parte posterior, resuelto con una estructura de hormigón. Y otro, dinámico, que se abre a la fachada del fiordo y organiza las circulaciones ascendentes a partir de una estructura ligera de acero.

Esa calle vertical permite ir descubriendo al mismo tiempo la obra de Munch y la ciudad de Oslo, cuya escala se va revelando a medida que se sube, primero el entorno del fiordo; más arriba, el desarrollo de la urbe y, por fin, las montañas y la naturaleza que rodea la ciudad.

Se trata, en definitiva, de un espacio público y un mirador ascendente que va mostrando al visitante la colección, la localidad y las tripas del museo, la administración, las salas de restauración y conservación, etc. El gran vestíbulo es una plaza cubierta, un fragmento urbano resguardado, cuyo carácter público se retoma en el remate final del edificio en la parte superior. La inclinación del remate permite que funcione a la vez como mirador y como un faro en su faceta de hito dominante y respetuoso, rotundo y leve al mismo tiempo, en el skyline del puerto de la capital noruega.

«Passive House»

Desde un punto de vista constructivo, la edificación se ha resuelto con una mínima huella de carbono y bajo los procesos constructivos más exigentes en cuanto a sostenibilidad y reciclabilidad, que rigieron el proceso constructivo convertido en un acontecimiento en sí mismo y centrado en la experimentación y la innovación. Así, el edificio responde a la exigente normativa en aspectos energéticos y de sensibilidad medioambiental que demanda el público noruego mediante una concepción global en la que estructura, instalaciones y construcción operan colaborativamente bajo el concepto de Passive House que se apoya en aspiraciones como ligereza, ecología y bajo mantenimiento. Una apuesta constructiva que persigue presentar a Noruega como un país centrado en la experimentación y la innovación.

Desde el punto de vista de los usuarios, el nuevo Museo Munch será un centro dinámico de arte, con públicos diferentes, como expertos, escolares, turistas, o simplemente amantes del arte, que se espera que acudan periódicamente atraídos por un programa con gran variedad de formatos.