Ainara Lertxundi
GARAren edizio taldeko kidea / Miembro del equipo de edición de GARA
Interview
Itziar Astigarraga
Jefa de Pediatría del Hospital Universitario Cruces

«Nadie espera un cáncer a edades tan tempranas»

Itziar Astigarraga, jefa de Pediatría del Hospital Universitario Cruces y coordinadora del grupo de investigación de Oncología Pediátrica en el IIS Biocruces Bizkaia, ha ganado por segunda vez la beca de Juneren Hegoak con un proyecto para investigar los sarcomas más agresivos.

Itziar Astigarraga, jefa de Peditaría del Hospital Universitario Cruces y coordinadora del grupo de investigación de Oncología Pediátrica en el IIS Biocruces Bizkaia
Itziar Astigarraga, jefa de Peditaría del Hospital Universitario Cruces y coordinadora del grupo de investigación de Oncología Pediátrica en el IIS Biocruces Bizkaia (Marisol Ramírez / FOKU)

Jefa del Servicio de Pediatría del Hospital Universitario Cruces e investigadora del cáncer infantil en IIS Biocruces Bizkaia, Itziar Astigarraga ha ganado por segunda vez la beca que Juneren Hegoak otorga para la investigación de esta enfermedad en niños y adolescentes. Mañana, 15 de febrero, se celebra el Día Internacional del Cáncer Infantil, una enfermedad que nadie espera que ocurra a edades tan tempranas. Aunque lleva treinta años diagnosticando cáncer «siempre sufres porque supone una amenaza para la vida de los pacientes pediátricos», afirma. Agradece a Juneren Hegoak esta aportación porque «gracias a la investigación se van descubriendo nuevos tratamientos que permiten aumentar la supervivencia y la calidad de vida. Eso en la infancia es muy importante».

Cada 15 de febrero se celebra el Día Internacional del Cáncer Infantil. ¿Qué importancia tienen este tipo de efemérides?

Son días importantes porque nos ayudan a recordar y a tener presentes algunas enfermedades y la realidad de muchos pacientes que sufren algo tan duro. Contribuyen a que haya una mayor conciencia social.

Cáncer sigue siendo una palabra difícil de pronunciar…

Siempre unimos cáncer a riesgo para la vida. Son enfermedades graves y su lucha es difícil, no siempre se consigue superarlo y normalmente es con un tratamiento duro. Se juntan muchos miedos: a la enfermedad, a los efectos del tratamiento, a morir… Aunque lleve treinta años dando diagnósticos de cáncer siempre sufres de alguna manera porque supone una amenaza para la vida de los pacientes pediátricos y sabes que va a ser un camino largo. Nadie espera que esto ocurra a edades tan tempranas. Parece que es una enfermedad asociada al envejecimiento. Por otro lado, en casi todos los tumores podemos ofrecer un mensaje de esperanza; la gran mayoría lo supera, si bien es cierto que no lo podemos decir con todos los tipos.

¿Cómo se hace frente al cáncer según la edad del paciente?

En los lactantes son, sobre todo, los padres quienes se tienen que enfrentar la enfermedad. En los primeros años vienen al hospital encantados, no paran de correr por los pasillos, incorporan venir al hospital como una tarea más. Cuando ya son más mayores, aparecen miedos a los pinchazos, preocupaciones sobre si se van a curar, si les irá bien el tratamiento o qué les va a pasar. La adolescencia es muy dura porque es un momento en el que uno tiene muchos planes de vida y, de repente, muchos de ellos se truncan por un cáncer. Los adolescentes tienen que hacer un esfuerzo muy grande. Aunque la manera de enfrentarse depende de la edad, en general lo afrontan con una energía muy positiva, con optimismo y esperanza; no piensan en que puede salir mal. Esa energía vital ayuda tanto a las familias como a los profesionales que nos enfrentamos al cáncer infantil.

Los pasillos están decorados con bambúes, animales… como parte del proyecto «Imagina el bosque». ¿Cómo influye esta humanización de los espacios?

Todas las iniciativas de humanización son muy importantes. Que podamos hablar de los osos, de las ardillas, de los zorros… les ayuda a hacer más llevadera la hospitalización y a sufrir menos cuando tienen que estar aquí. Niños, adultos, familias y profesionales estamos más relajados en este ambiente.

Ha ganado por segunda vez la beca que da Juneren Hegoak, en esta ocasión para investigar los sarcomas más agresivos.

Gracias a estos fondos podremos profundizar en los sarcomas, un grupo de tumores muy agresivos, y ver si podemos encontrar algunos marcadores que ayuden a mejorar el diagnóstico y buscar nuevas terapias que nos permitan que la supervivencia sea mejor. Estamos muy agradecidos a las colaboraciones externas y, en concreto, a Juneren Hegoak y a toda la gente que ha donado para que podamos desarrollar estos proyectos de investigación. Sin ellos, todo sería mucho más difícil.

¿De qué índice de supervivencia hablamos cuando nos enfrentamos a un sarcoma?

Es un grupo muy heterogéneo, pero, globalmente, podemos decir que se curan dos de cada tres niños afectados, alrededor de un 60%-70%, cuando están localizados. Por ejemplo, los que tienen un sarcoma en un hueso, en un músculo. Cuando encontramos la enfermedad en fase avanzada, con metástasis, por desgracia, la supervivencia es muchísimo más baja, igual es solo de un 20%-30%. Si hay una recaída y esta se produce pronto, casi no tenemos posibilidad de curación. Con los sarcomas no solo es importante la curación, sino cómo conseguir que los tratamientos sean menos duros. Exigen cirugías muy fuertes para niños que están en crecimiento, muchos necesitan radioterapia, quimioterapia que genera muchos efectos secundarios… Investigar en la genética del cáncer y en la medicina de precisión ayuda a encontrar otros tratamientos que pueden ser pastillas y que se toleran mejor que una quimioterapia.

¿Cómo ha afectado la pandemia a las investigaciones?

Hemos mantenido nuestra labor investigadora, pero ha dificultado el encuentro con otros investigadores porque hemos tenido más limitaciones para participar en congresos, en reuniones científicas… Y todos los sanitarios hemos estado muy ocupados en la atención a pacientes con covid y eso ha conllevado que el tiempo dedicado a la investigación haya sido menor. Afortunadamente, en el Instituto Biocruces Bizkaia hemos podido mantener la actividad y no hemos perdido mucho. Tenemos proyectos muy importantes. Vamos a empezar una investigación sobre medicina de precisión. Se va a realizar en seis centros a nivel estatal y uno de ellos es Biocruces Bizkaia. Podemos decir que los pacientes reciben los mejores tratamientos que están disponibles a nivel europeo y mundial. Si tenemos que pedir algún medicamento especial, hacemos los trámites y lo conseguimos cuando está probado y es seguro.

Entre los múltiples avances que ha habido en las últimas décadas está tratar de individualizar cada tratamiento.

Así es. Por ejemplo, en las leucemias, el cáncer más frecuente, ha habido muchos avances en nuevas terapias como la inmunoterapia, que es enseñar a nuestras defensas a destruir las células malignas o dar medicamentos que reconocen muy bien las células malignas y las combaten de una manera mucho más selectiva de lo que lo hace la quimioterapia. Gracias a la investigación se van descubriendo nuevos tratamientos que permiten aumentar la supervivencia y la calidad de vida. Eso en la infancia es muy importante. Mejorar la salud de los supervivientes y que los tratamientos tengan menos toxicidad es otro de los objetivos de las investigaciones.

Sin embargo, con la pandemia y el confinamiento se paralizaron terapias como fisioterapia, logopedia… esenciales también en los tratamientos y recuperación de los niños con cáncer.

Son tiempos difíciles para todos, especialmente para los pacientes. Hemos podido mantener los tratamientos médicos y cuidados de enfermería. Pero es verdad que la fisioterapia, muy importante en los tumores cerebrales y sarcomas, al igual que la logopedia estuvieron restringidas durante algunos meses. Afortunadamente, llevamos ya muchos meses en los que eso se ha normalizado. Gracias a las mascarillas hemos podido recuperar casi todas las actividades.

También ha ralentizado los diagnósticos de cáncer en general y cancelado programas de prevención en adultos. ¿Qué afectación ha tenido en cuanto al cáncer infantil?

Me preocupan las interrupciones en los programas de prevención del cáncer en la edad adulta, porque son muy importantes para la detección precoz del cáncer de mama o de colon. Los pacientes han tenido más dificultades para contactar con los servicios sanitarios, ha habido mucho colapso en Atención Primaria. Lo estamos analizando, hay que tener los datos de muchos sitios para ver si ha habido o no retraso en el diagnóstico. En la edad infantil hemos tenido menos dificultades, los niños se han visto menos afectados por covid, por lo que apenas ha habido interrupciones en los tratamientos y tampoco hemos tenido complicaciones por covid en pacientes oncológicos infantiles.

La prevención es clave en la lucha contra el cáncer.

En el adulto conocemos bien cuáles son los factores de riesgo –el tabaco, el alcohol, el sol en exceso...–. Pero en el cáncer infantil, por desgracia, no tenemos posibilidad de prevención.  No obstante, los pediatras conocen algunos signos de alarma y formas de estar un poco más alerta. Por eso es importante trabajar en red con los pediatras de Atención Primaria para tratar de detectar la enfermedad lo más precozmente posible.

¿Cuáles serían esas señales?

Depende del tipo de cáncer. Por ejemplo, en los sarcomas nos puede preocupar que aparezca un bulto que va creciendo o un dolor en un hueso que dura días y duele mucho por la noche aunque no hagamos ejercicio. En las leucemias, que tengamos mucho cansancio, fiebre muy prolongada, dolores en los huesos que se mantienen durante varias semanas o la aparición de ganglios o bultos. Los elementos de alerta son diferentes, por eso, es importante trabajar con los pediatras y recuperar las visitas normales, las citas presenciales. Es la voluntad de todos recuperar esa normalidad sanitaria. La ventaja con los pediatras de Atención Primaria es que conocen muy bien a sus pacientes –a algunos los han seguido desde su nacimiento– y a sus familias. Es importante recuperar las conversaciones directas con los profesionales sanitarios no solo por teléfono. Todo parece indicar que vamos a mejor y eso me da esperanza.

Como presidenta también de la Sociedad Vasco-Navarra de Pediatría y en plena vacunación de la segunda dosis infantil contra el covid, ¿qué mensaje trasladaría a quienes aún tiene dudas respecto a vacunar o no a sus hijos?

Estoy convencida de que merece la pena vacunar a los niños y niñas, el virus va a seguir y es importante estar protegidos. Han demostrado ser efectivas y seguras. Es la mejor arma que tenemos para combatir la pandemia. Tenemos que tener miedo al virus y mucho menos a la vacuna. Es importante que los niños recuperen la vida escolar, el deporte escolar... con normalidad». En los adolescentes las tasas de vacunación son muy buenas. En los niños hay muchos que lo pasaron en diciembre y enero, pero confío en que después de las ocho semanas de superar la infección, se sigan apuntando en las vacunaciones porque el virus va a seguir y es importante estar protegidos.

¿Cómo observa la reticencia a las vacunas a nivel europeo, no solo a la administrada contra el covid?

Afortunadamente, en Euskadi tenemos muy buenas tasas de vacunación. En la primovacunación, las que se ponen a los dos y cuatro meses, somos un ejemplo para Europa. Tenemos tasas del 98-99%. Realmente son pocas las familias que deciden no vacunar con las vacunas habituales de la infancia a sus hijos. Si esto se extendiera, confío en que no ocurra, sí que sería un problema porque empezaríamos a ver algunas enfermedades de las que ya nos hemos olvidado como la varicela, el sarampión y algunas infecciones graves por la difteria y la polio. En un mundo tan global es muy importante proteger a los niños para que no haya nunca más un caso de polio. Es una inversión a futuro en salud. Parece que le hemos perdido el miedo al sarampión, a la poliomielitis, a tantas infecciones que casi han desaparecido gracias a las vacunas. La respuesta de la población en Euskadi ha sido muy buena frente al covid y las vacunas son muy bien aceptadas por la gran mayoría de las familias. El problema es que a veces se oyen más las voces de quienes se oponen que las de la mayoría.