Marcel Pena
Interview
Laura Soto
Poeta y directora de Poemátika

«Me pesa la autocensura, siento que hay cosas que no puedo decir»

Laura Soto (Totana, Murcia, 1989) es una de las voces más reconocidas de la poesía hablada en el Estado español, también gracias a su faceta musical junto a Juan Escribano. Residente en Bilbo, fue aquí donde empezó su relación con los escenarios que finalmente la han llevado a dirigir Poemátika.

Laura Soto, directora de Poemátika.
Laura Soto, directora de Poemátika. (Monika DEL VALLE | FOKU)

Hablar de Laura Sam es hablar de uno de los nombres más conocidos del Estado en lo que a la poesía se refiere. ¿Cuándo empezó en la escritura?

Empiezo a escribir con 13 o 14  años. Nunca le había dado mucha importancia a lo que escribía, pero cuando empiezo a andar un camino más reconocido, más visible, es cuando me presento a las competiciones de poesía oral, el Poetry Slam, que se celebran a nivel internacional. Ahí se empiezan a conocer textos que peregrinamente escribí con 20 años. Eso me ha ido llevando a diferentes escenas, pasando del Poetry Slam a recitar en festivales.

Además da talleres de expresión poética en el Museo de Bellas Artes y es directora de Poemátika. Cuando empezó a escribir, ¿pensaba que algún día podía dedicarse a esto, a trabajar con la poesía?

En absoluto. A día de hoy tengo diferentes trabajos, todos ellos vinculados a la cultura y a la palabra, en concreto a la poesía. Cuando empezamos con Spoken Word Bilbao, antes de ser Poemátika, lo hicimos desde los márgenes, en un contexto muy underground, porque si la poesía ya es una disciplina marginal, imagínate la poesía oral, que lleva siendo conocida mucho menos tiempo. Que ahora se pueda hacer dentro de un reconocido festival de literatura como Gutun Zuria Bilbao es algo que no me habría imaginado nunca.

Y de la escritura, pasó a recitar. Pero, ¿qué es la poesía oral?

La poesía oral es la expresión más real de la poesía. Físicamente se vive y el texto se traduce al cuerpo, adquiere otra consistencia. No es lo mismo estar leyendo en silencio que exponer un texto, y que además haya un público, que todo el mundo lo esté viviendo a la vez.

En la poesía hablada, más allá de las palabras, tiene mucha importancia la interpretación, transmitir con movimientos...

Qué se dice, cómo se dice, a qué volumen, en qué velocidad, a qué ritmo, si lo susurras, si lo cantas, si mientras hablas te agachas o señalas algo... Ahí es cuando el cuerpo encarna el texto y lo convierte en algo físico, en algo muchos más especial.

¿Son los 'slams' una forma de democratizar la poesía? Todo el que quiera puede para dar a conocer su obra, en este caso recitándola.

Sí, pero hay opiniones distintas respecto a esto. Yo dejé los slams –no reniego en absoluto de ellos– porque me di cuenta de que hay que tener cuidado de hasta dónde quieres llegar cuando se compite. Porque los 'slams' son eso, competiciones. Se presenta cualquiera, no hay un jurado especializado decidiendo quién gana y quién pierde. Es el pueblo el que decide, el público.

El 'slam' está muy bien para empezar y soltarse, comprobar cuál es la magnitud de un escenario y cómo te relacionas con el espectador. Pero llega un punto en que al poeta también le viene bien salir de ese contexto y experimentar otras formas de poesía oral.

¿Como por ejemplo el Spoken Word?

El Spoken Word es prácticamente una corriente literaria, es una disciplina en sí misma. Aquí llamamos Spoken Word a los eventos que hacíamos para que fueran reconocibles a nivel internacional. A diferencia del Poetry Slam, el Spoken Word es algo mucho más abierto: no hay reglas, no hay límite de tiempo, puedes introducir elementos musicales, experimentar...
En mi caso, me fui hacia ahí para liberarme de todas esas paredes que me había puesto el 'slam'. Que está muy bien, pero yo necesitaba unirlo con la música, hacer textos más largos de tres minutos, que es lo que permiten los 'slams'. Spoken Word es libre, sin competición y con ánimo de que sea un lugar de experimentación para gente que viene del 'slam' o que está empezando a recitar.

Fue en Bilbo donde comenzó su relación con los escenarios. ¿Qué le llevó a pasar de escribir a recitar?

Fue una terapia de choque que me obligué a hacer. Tenía pánico escénico, hablar en público me daba auténtico miedo. En la universidad, cuando tenía que hacer alguna presentación, lo pasaba fatal y me tenía que dar la vuelta. Un día vi el anuncio de Poetry Slam en un bar del Casco Viejo y automáticamente algo me llamó. «Tienes que superar este miedo y este va a ser el lugar en el que lo hagas», me dije. Cogí un texto que tenía por ahí y me lancé. Eso sí, muy acobardada y sin saber bien dónde me estaba metiendo. Lo pasé realmente mal durante mucho tiempo hasta que pude liberarme y sentirme bien en un escenario. Luego fíjate todo lo que ha pasado por esa cabezonería mía.

¿En qué momento se produce el ‘click’ que le hace perder la vergüenza?

Fue no hace mucho. Cuanto más alto estás, el vértigo es proporcional. Si das un paso, no tienes miedo de caerte al suelo, pero conforme te vas elevando en lo profesional cada vez vas teniendo más vértigo, porque cada vez hay más altura. Es un trabajo que sigo haciendo como persona, al margen de mi yo profesional. Intento no perder el equilibrio para que no me dé tanto vértigo porque a veces lo he pasado realmente mal antes de salir al escenario. Si llevo ocho años recitando y actuando, podemos decir que desde hace uno y medio estoy con más confianza que antes.

De la poesía, a la poesía oral. Y de ahí, un nuevo paso hacia la música. ¿Cómo describiría lo que hace con Juan Escribano?

No lo sé, es inclasificable (risas). En el mundo musical, nos encasillan en la música urbana, porque ahí hay un poco de todo. Yo siempre digo que rapeo, pero que no hago rap. Mis influencias vienen de ahí, me encanta el rap más ortodoxo, pero no me veía. Quería rapear pero también que la música estuviera más actualizada, fuera más contemporánea, más electrónica. Que sonara diferente. Eso es lo que ha conseguido Juan, que viene del indie y con quien también comparto esos gustos musicales. Digamos que intentamos hacer un híbrido entre el Spoken Word, el rap, la música electrónica, el indie y el rap más ortodoxo.

Aunque se desmarca del término «música política», en sus canciones trata temas sociales, narra la situación actual de muchas personas.

Opino poéticamente para no opinar políticamente. A día de hoy hay un montón de corrección política y una no sabe muy bien cómo organizarse para dar su opinión. Recurro a mi trabajo, que al final es mi canal de expresión, para hablar de todas las cosas que me preocupan como una persona de 32 años que trabaja, tiene problemas como todos, está en desacuerdo con las injusticias que vivimos día a día... En lugar de hacer un post en Facebook generando un debate que no va a ningún sitio, prefiero escribir una canción, que tienen un componente social muy fuerte.

En la canción «España» hace un retrato de la situación actual en el Estado. Con los precedentes existentes, ¿le ha llegado a pesar la autocensura?

A mí me pesa totalmente, siento que hay cosas que no puedo decir. Es real, y eso es una movida siendo artista. En el tema hablo de eso: “Por si acaso las esposas, por decir como son las cosas, usaré metáforas. Vendrán con banderas cubriendo ataúdes...”. La censura es un problema gordo, tanto por parte de la derecha como por parte de la izquierda. A veces la izquierda también es bastante radical en lo “políticamente correcto”. “España” nace como una forma de, para mí, decir “está todo bien”. Puedes ser español y sentirte orgulloso, “está bien”. Puedes no serlo y cagarte en todo, “está bien”. Puedes no sentirte identificado ni con un lado ni con otro, y “está bien”.

Artistas como Pablo Hasél o Valtònyc han sido represaliados por ser de izquierdas...

Esa gente sigue en la cárcel, ¿no? Me parece algo bastante fuerte, tanto si dices unas cosas como si dices otras. Mi máxima es que estoy a favor de la libertad de expresión en todas sus formas. Aunque haya alguien diciendo algo que yo no puedo soportar moralmente, creo que esa persona tiene derecho a decirlo. ¡No lo escuches! ¡Pasa del tema! Pero no tiene por qué ir a la cárcel.

De momento han publicado cinco singles. ¿Para cuándo se espera el disco?

Seguramente salga después de verano, con el sello Oso Polita. El proceso está siendo muy intenso. Tenemos libertad absoluta y eso está guay. Sin embargo, ahora las fábricas de vinilos están un poco fastidiadas porque no hay petróleo, así que la publicación se puede retrasar unos meses.

Vamos ahora con Poemátika.

¡Ah, sí, es verdad! Poemátika...

De empezar a recitar en Bilbo a dirigir Poemátika. ¿Cómo se ha planteado este nuevo reto?

Ya tenía experiencia en la organización, porque hace tres años estuvimos haciendo algo parecido, pero ahora queremos darle a Poemátika una entidad, asentarlo como festival de poesía oral y Gutun Zuria ha sido el sitio indicado para ello.

Estamos viendo un reconocimiento cada vez mayor a los poetas; también mayor afición por la poesía. ¿Se está consiguiendo equiparar esta disciplina con otras como la música o el teatro?

Está en el camino. Quizás no estamos ahí todavía, porque la poesía oral en el Estado ha cogido fuerza solo en los últimos cinco años, por lo que nos falta para alcanzar y sacarle ventaja a la música. Pero yo tengo plena confianza. Cuando los poetas se ponen a recitar, la gente lo flipa. Es una alternativa perfecta a un concierto.