Koldo Landaluze

Norman Mailer: La furia del gran cronista americano

Junto a Truman Capote y su gran rival Tom Wolf, Norman Mailer es considerado el gran innovador del periodismo literario. Polémico, excesivo y testigo implacable de diferentes episodios de Estados Unidos, nos legó novelas como ‘Los desnudos y los muertos’ y ‘Los ejércitos de la noche’.

Norman Mailer en su atípica campaña como candidato a la alcaldía de Nueva York en 1969.
Norman Mailer en su atípica campaña como candidato a la alcaldía de Nueva York en 1969. (DOCUMENTAL «NORMAN MAILER: THE AMERICAN»)

Norman Mailer nunca fue alguien que se sintiera especialmente cómodo en los territorios de la corrección. Su gran ego se lo impedía y su incontestable talento acudía en su rescate cada vez que su propia deriva lo acorralaba en su constante cuadrilátero social, político y humano.

Cada vez que sonaba la campana y anunciaba un nuevo asalto, Norman Mailer saltaba como un resorte y se lanzaba directo hacia su larga lista de contrincantes, dispuesto a propinar un rotundo crochet que en ocasiones también se saldaba con su propio beso a la lona.

Nacido en Nueva Jersey el 31 de enero de 1923 y fallecido el 10 de noviembre de 2007, fue novelista, poeta, ensayista y reportero. Coqueteó con el cine pero este lo rechazó a base de fracasos, un golpe directo a su ego.

En su listado de odios figuraban el olor de las medicinas, la arquitectura moderna, el calor que nos enloquece cuando estamos atrapados en nuestro coche y en mitad de un atasco veraniego y el recurso de un vaso de plástico para beber whisky.

Entre sus pasiones se encontraba su gran afición al jazz, el boxeo, a la marihuana y el condimento del alcohol. Pregonó la libertad sexual y la realidad le colocó ante un espejo que le devolvió su peor reflejo. Marcó las pautas que años después, dictarían la ruta de la contracultura.

Mailer no cogió su fusil

Partió hacia la campaña del Pacífico, durante la Segunda Guerra Mundial, pero no cogió un fusil, lo suyo fueron las sartenes y pucheros que calentaban los ranchos de la tropa. No obstante, todo aquello que observó le llevó a calzarse por primera vez sus guantes de boxeo y lanzar su primer directo literario, ‘Los desnudos y los muertos’.

Aquella monumental novela lo señaló como un nuevo autor a tener en cuenta y, un año después, en marzo de 1949, escenificó un nuevo combate, esta vez en el cuadrilátero del hotel Waldorf de Nueva York.

Acalladas las balas de la segunda gran guerra, llegó el eco de la gran paranoia que se instaló con la llamada ‘Guerra fría’. En el horizonte se asomaba un nuevo panorama geopolítico mundial.

Los escritores, intelectuales y artistas no fueron ajenos a aquella nueva contienda que se aproximaba y que, en los territorios de la cultura, tuvo un primer round que se denominó como la ‘Conferencia Cultural y Científica para la Paz Mundial’. A esta cita acudieron, entre otras, personalidades como Leonard Bernstein, Dashiell Hammett y Lillian Hellman.

A modo de crítica, se estableció otro frente de intelectuales justo en el piso superior al que se estaba celebrando dicho evento. En este otro encuentro se encontraban, entre otros, Karl Jaspers y André Malraux, y tenían como objetivo criticar la Conferencia, que consideraban una tapadera de los intereses soviéticos. La tensión se adueño de los pasillos del Waldorf.

Entre los asistentes figuraba Norman Mailer, que sorprendió a ambos bandos al acusar tanto a la Unión Soviética como a Estados Unidos de tener políticas exteriores agresivas que reducían las posibilidades de una necesaria coexistencia pacífica.

Cuando llegó su turno de coger el micrófono, el escritor sentenció que «mientras exista el capitalismo, habrá guerra. Hasta que no tengamos un socialismo, honrado y justo, no habrá paz. Todo lo que un escritor puede hacer es decir la verdad tal y como la ve, y seguir escribiendo», afirmó Mailer ante los asistentes.
En abril de aquel año 1949, la revista ‘Life’ señaló con crudeza a los ciudadanos estadounidenses que habían sido seducidos por el comunismo. El artículo en cuestión incluía una serie de imágenes en las que aparecían Marlon Brando, Charles Chaplin, Arthur Miller y Norman Mailer. De entre las ranuras del sistema norteamericano comenzaba a colarse el hedor del macartismo.

Mailer, con ‘M’ de machista

Un salto temporal nos ubica en el año 1960. En el transcurso de una fiesta salvaje, Adele Morales –la que fuera segunda esposa de Norman Mailer– quiso asumir el rol de torero. Morales –que dejó constancia de todo ello en su libro ‘La última fiesta’– retó a Mailer diciéndole: «Aja toro, aja. Venga, mariquita, ¿dónde están tus cojones? ¿O es que la puta de tu querida te los ha cortado, cabronazo?».

El escritor, completamente borracho, respondió clavándole en la espalda un abrecartas. Mailer escapó de la prisión gracias a Adele Morales. Ella se negó a cooperar con el fiscal y el escritor salió de la cárcel bajo fianza, después de haber pasado tres semanas en una clínica para enfermos mentales. Los médicos pensaron en aplicarle electroshocks, pero un siquiatra lo diagnosticó como esquizofrénico paranoico.
Cuarenta años después, el escritor dijo que «aquello que hice cambió toda mi vida. Es el único acto que lamento y lamentaré el resto de mi vida cuando lo recuerdo. Y se produjo por la forma de vida que llevaba. No tengo dudas sobre esto. Lo que pasó fue que me estaba haciendo más y más violento», reconocía.

Kate Millet, una de las principales figuras del movimiento feminista en Estados Unidos, lo calificó como «el último cerdo patriotero» y él, por su parte, escribió que «la revolución feminista ha convertido a la mujer en ese tipo de hombre que a mí me entristecía cuando era joven. Ése que tenía que trabajar de nueve a cinco de manera aburrida y nunca era dueño de su destino. Ahí es donde acabó su revolución, su asalto al poder», afirmó Mailer.

Una obra monumental

En 1955 cofundó la revista ‘Village Voice’ y, entre 1952 y 1963, fue el editor de ‘Dissent’.  Durante estos años brilló como uno de los más destacados exponentes del llamado Nuevo Periodismo.

Su gran contribución al género fue ‘Los ejércitos de la noche’ (1968), en la que aborda la célebre marcha sobre el Pentágono contra la Guerra de Vietnam y con la que obtuvo tanto el Pulitzer como el National Book Award.

Su producción literaria también incluye los libros ‘El parque de los ciervos’ (1955), ‘Un sueño americano’ (1964), ‘La canción del verdugo’ (1979, Premio Pulitzer en 1980), ‘Los tipos duros no bailan’ (1984), ‘El fantasma de Harlot’ (1991), ‘El evangelio según el hijo’ (1997), ‘El castillo en el bosque’ (2007); los ensayos ‘El negro blanco’ (1958), ‘Miami y el sitio de Chicago’ (1968), ‘Un fuego en la luna’ (1971), ‘El prisionero del sexo’ (1971) y ‘Noches de la antigüedad’ (1983); y las aclamadas biografías de Marilyn Monroe y Lee Harvey Oswald.