Iñaki  Soto
GARAko Zuzendaria / Director de GARA

No me llames Jorge

Évole ante Urrutikoetxea, en la única imagen distribuida hasta ahora de la película.
Évole ante Urrutikoetxea, en la única imagen distribuida hasta ahora de la película. (Zinemaldia)

Todo vasco, catalán, galego e incluso portugués que tenga un nombre traducible al castellano ha vivido en sus carnes el empecinamiento de un español dicíéndole que no se llama como le bautizaron sus padres, sino como el español que es, quiera o no. Certifico que a Iñaki le llamarán Ignacio, a Miren María, a Andoni Antonio y a Jordi Jorge, ponga lo que ponga en nuestros DNIs.

Por eso, antes de poder verlo, el programa «No me llame ‘Ternera’» de Jordi Évole me parece toda una declaración de intenciones desde el título. Al parecer, ‘Ternera’ es el apodo que le puso la Policía franquista a Josu Urrutikoetxea, y entiendo que esa es la razón por la que le pidió al entrevistador que no le llamará así. Évole puede decir, muy en su estilo, que él no le ha llamado ‘Ternera’, que lo que él ha dicho es que no quiere que le llamen ‘Ternera’. Es una estratagema habitual en niños y en manipuladores pasivo-agresivos. Siguiendo esa escuela, no digo que Jordi lo sea, ni mucho menos.

Lo que sí digo es que esa forma de actuar es propia de gente que te explica lo que tienes que pensar, que te indica lo que deberías decir o que, simplemente, te dice hasta cómo te tendrías que llamar. Hablan desde una superioridad moral que les confiere autoridad para establecer esas verdades. En general, esa gente es muy buena vendedora de coches –o de cualquier producto–, pero no es precisamente buena periodista. No les interesa lo que piensa el resto, sino que el resto piense como ellos. Existen colegas cuyo objetivo es que el entrevistado diga lo que no piensa, en vez de que cuente lo que piensa.

Por eso, veré el producto de Évole para confirmar lo que piensa él sobre Josu ‘Ternera’, pero tengo claro que partiendo de ahí no es posible entender mejor qué es lo que empujó a la generación de Urrutikoetxea a la insurrección, por qué les costó tanto cambiar de estrategia y cómo lograron hacerlo pese a que los poderes españoles intentaron todo lo posible para que no dejaran las armas.

No creo en un periodismo al que le dé igual las consecuencias de su labor. Este documental puede provocar que se recrudezca la persecución contra Josu Urrutikoetxea. Los mediadores internacionales ven con espanto que se hostigue así a sus interlocutores. Han sido personas necesarias para negociar y, en el caso de ETA, desarmar y deshacer esa organización. La otra hipótesis es que a Jordi Évole no le parece mal esa persecución. Lo triste es que, en ambos casos, estará alimentando a aquellos que piensan que tienen derecho a llamarle Jorge.