Mono Charlie

Por mi cara monita

Tras años enjaulado en la Taconera aguantando a primates de todo tipo, creo que nadie más que yo merece tirar el cohete. Como la idea de mi beatificación salió rana, tenéis una oportunidad para el desagravio

El mono Charlie, segundo candidato imposible a lanzar el txupinazo
El mono Charlie, segundo candidato imposible a lanzar el txupinazo (Exprai)

Habrá quien no haya escuchado hablar nunca de mí, sobre todo fuera de la vieja Iruñea. Personalmente (¿puede decirse así cuando quien escribe es un primate?), me la trae al pairo, pero quien me ha pedido estas líneas insiste en que os cuente quién soy.

Pues bien, podéis llamarme Charlie, el mono Charlie. Llegué a esta ciudad mucho antes de que una pizzería del barrio Iturrama llevara mi nombre. De hecho, son tantos los años que han pasado que casi ni yo lo recuerdo. Dicen las hemerotecas y las malas lenguas que me trajeron desde Barcelona a una tienda de animales en la calle San Antón y que el dueño acabó regalándome a una familia con la que conviví algunos años en Mercaderes hasta que también ellos quisieron deshacerse de mí. Me dejaron en manos de la ciudad y fue así como acabé encerrado en una jaula del parque de la Taconera, donde todavía hoy podéis visitar a las ciervas o a los pavos reales, entre otras especies.

No tardé en empezar a maquinar mi pequeña venganza ¿personal? (joder, tengo que buscar una palabra que me sirva) por la privación de libertad a la que me habían condenado. Decidí guardarme mis modales para otra vida y, además, sisaba todo lo que tuviera a mano, sin hacerle ascos a nada: tabaco, gafas... No dejaba de ser irónico que me acusaran de maleducado quienes disfrutaban viéndome entre barrotes. ¿Qué queríais, que os aguantara por la cara? De eso nada, monada, que decían los jóvenes de la época.

No todo fue malo, todo hay que decirlo: recuerdo con especial cariño a aquella cuadrilla de locos que mientras en 1992 la Pamplona más rancia aplaudía con las orejas la beatificación de José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, se organizó y pidió «a gritos» los mismos honores para mí. Aún no me explico por qué no prosperó aquello, pero creo que el destino ahora os ofrece una oportunidad histórica para enmendar tan feo detalle. Pues eso, que ya me habéis cansado vosotros también: si no me dejáis tirar el txupinazo, os robaré el cohete como si de un cigarrillo de Fortuna se tratara y lo lanzaré cuando me salga de mis pequeñas gónadas. Por mi cara monita.