Salvaje, cruda, delirante y gore
‘The Substance’ Sección: Perlak. Dirección y guion: Coralie Fargeat. Intérpretes: Demi Moore, Margaret Qualley, Dennis Quaid, Gore Abrams. Música: Raffertie. Fotografía: Benjamin Kracu.

Si a Stanley Kubrick le encargaran dirigir un capítulo de la serie ‘Black Mirror’ junto a Nicolas Winding Refn, Cronenberg o Aronofsky, el resultado, probablemente, sería algo muy similar a ‘The Substance’. Una propuesta inmersiva, extrema y desmadrada que ha hecho tambalear los cimientos del teatro principal. Una película que haría las delicias del público de la semana de terror de Donostia.
Se intuyen guiños y referencias a los citados directores, pero hay algo que muy probablemente ellos no reflejarían en su cinta, –en ese sentido está más cerca de Julia Ducournau–: una visión femenina y algo feminista. Por ejemplo: absolutamente todos los personajes masculinos son desagradables y se comportan como títeres controlados por una constante erección.
El personaje que interpreta Demi Moore se somete a un enigmático proceso de clonación –algo casero–, para crear ‘una versión mejorada’ de sí misma. A partir de ahí todo se convierte en un festín visual y sonoro brutal. Margaret Qualley y sobre todo Moore hacen un trabajo sorprendente, impecable; realizan un intenso duelo en el que lo dan todo.
Coralie Fargeat combina elementos del body horror y la ciencia ficción y los utiliza para hacer una crítica incisiva a la obsesión con la perfección física y la presión social para cumplir con estándares de belleza inalcanzables, explorando cómo esto afecta la identidad y la autonomía personal.
Las herramientas formales que utiliza Fargeat para hacernos llegar ese mensaje son tremendamente llamativas: la puesta en escena es espectacular. La película sobresale por su cinematografía deslumbrante y su diseño visual y sonoro meticuloso. Cada encuadre, cada juego de luces y sombras, está pensado para crear una atmósfera densa y perturbadora que te mantiene al borde de la incomodidad, mientras te seduce con su estética única. Especialmente llamativa la utilización del ojo de pez y del sonido –atronador–.
Hay un momento en el que narrativamente empieza a virar sobre el mismo concepto una y otra vez dejando una sensación de que no se sabe muy bien dónde y sobre todo cómo aterrizará; pero ese aterrizaje llega y de qué manera, con un tercer acto muy salvaje, visceral, crudo, delirante y gore que genera risas y gritos a partes iguales.
Es una película que, para bien o para mal, no dejará indiferente a nadie.

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