
Presentado en 2024 ya en el Sundance Festival de Toronto, llega a Zinemaldia ‘Soundtrack to a Coup d'Etat’ (‘Banda sonora para un golpe de Estado’), el último trabajo del director belga Johan Grimonpez, que compite en Zabaltegi-Tabakalera. El documental se abre y termina con la célebre protesta de los músicos Abbey Lincoln y Max Roach, que irrumpieron en el Consejo de Seguridad de la ONU en 1960 en protesta contra el asesinato del líder congoleño Patrice Lumumba, destituido en uno de los más crueles golpes de Estado en la historia reciente.
Podría parecer un mero recorrido histórico a través de un episodio controvertido, pero ‘Soundtrack’ no es simplemente un listado de imágenes y de documentos inéditos sino una espectacular experiencia sensorial, música incluida, para entender mejor la geopolítica durante la Guerra Fría.
Congo como gatillo de África
Una peli de dos horas y medio sobre el golpe de Estado que en 1960 destituyó a Patrice Lumumba como primer ministro, para instaurar una dictadura militar encabezada por el coronel Joseph-Desire Mobutu, a primera vista sería algo bastante duro de tragar.
Sin embargo el panorama cambia mucho si durante esas dos horas y medio, mientras se suceden las imágenes, se escucha toda una serie de piezas musicales inolvidables, con caras igualmente inolvidables: Louis Armstrong, Duke Ellington, Miriam Makeba y Thelonious Monk, entre otros, acabando con Abbey Lincoln y Max Roach. Los rostros del black power a nivel musical, hijos o nietos de africanos emigrados a Estados Unidos y convertidos en leyendas.
El golpe de Estado contra Lumumba se combina con piezas inolvidables de los rostros del ‘black power’ a nivel musical: Armstrong, Ellington, Makeba, Lincoln, Roach...
De esta manera ‘Soundtrack’ se transforma en un producto más fresco y modernísimo, el jazz dentro de un recorrido tremendo de peleas entre bloques, de supuestos comunistas y grandes cumbres internacionales (en la ONU) donde se decide el destino de un país, Congo, y de un continente, África.
Congo aparece como «el gatillo» de África, el continente que tiene la forma de una pistola, como se afirma en el documental. Una parte muy relevante del trabajo la tienen los documentos videográficos de aquella época, en un contraste extremadamente eficaz, a lo Michael Moore, entre las versiones institucionales de los hechos y el verdadero significado de los actos.
Contemplar cómo Congo, luego Zaire y hoy día República Democrática del Congo, es uno de los países más ricos en materias primas en el mundo y al mismo tiempo uno de los más pobres provoca mucha rabia. Y el trabajo de Grimonpez lo explica claramente, con pantallazos que evocan datos o frases impactantes extrapoladas de varios contextos.
Mérito mayor para el director del documental, que es belga pero no tiene piedad con respecto a su madre patria, que hizo del Congo una especie de patio de juego para la diversión de sus reyes, empezando por el rey Leopoldo II y continuando con el rey Balduino: esclavitud, explotación y una tendencia a seguir las directivas «desde arriba» pasando por encima a los resultados electorales.
Efecto ‘Naranja mecánica’
La verdadera clave de bóveda de ‘Soundtrack’ es, sin embargo, la manera de utilizar la música, sobre todo el jazz, para acompañarnos en este viaje donde encontramos a Kruschev y Fidel Castro, a Malcom X y a Lumumba, el protagonista oculto del documental, la felicidad de lograr la independencia de Congo en 1960 y su brutal destitución pocas semanas después, con la excusa por parte de la ONU de recuperar el orden.
Un orden ficticio, por supuesto, con las potencias occidentales preocupadas de recuperar aquella mina de oro, aquella caja de tesoros, que hoy día sigue sigue siendo principal proveedora de muchos materias necesarias por ejemplo para las baterías de teléfonos móviles [ver ‘Cobalto rojo, allí donde acaba el futuro’, reportaje de Beñat Zaldua]
Las grandes piezas de jazz se juntan con las imágenes de las cumbres en Nueva York, de los discursos de los países «no alineados», del líder soviético Krushcev protestando por las decisiones tomadas...
Las decisiones son tan crueles en algún momento de la cinta que da ganas de decir «basta ya» si no fuera por esa maravillosa música de fondo
No sabemos si es el efecto buscado por parte de Grimonpez pero recuerda al ‘Tratamiento Ludovico’ de la película ‘La Naranja Mecánica’, cuando para quitar el instinto violento al protagonista Alex, enamorado de Beethoven, los médicos le enseñan a la fuerza videos ultrasangrientos acompañados por la música del mismo Beethoven.
Llega durante ‘Soundtrack’ algún momento en que las decisiones geopolíticas contra Congo son tan crueles (aunque conocidas), siempre con esta maravillosa música de fondo, batería-piano-trompeta, en que la tentación es de decir «basta ya». Pero no, se puede aguantar hasta el final, amargo.

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