Mariona Borrull
Periodista, especialista en crítica de cine / Kazetaria, zinema kritikan berezitua

Cannes reúne a Spike Lee y Denzel Washington dos décadas después

Washington recibía una Palma de Honor sorpresa de las manos del cineasta, con quien regresa diecinueve años després de ‘Plan oculto’, para adaptar a Akira Kurosawa. Jafar Panahi y Mario Martone han completado la jornada.

El director Spike Lee, el rapero ASAP Rocky y el actor Denzel Washington en Cannes.
El director Spike Lee, el rapero ASAP Rocky y el actor Denzel Washington en Cannes. (Doug PETERS | DPA/EP)

Antes de ‘Plan oculto’ (2006), el tándem Denzel Washigton-Spike Lee habían trabajado juntos en ‘Cuanto más, ¡mejor!’ de 1990, en ‘Malcolm X’ y con nominación al Oscar (1992), y en ‘Una mala jugada’ (1998). El cineasta, presidente del jurado oficial en 2021 (sí, quien anunciara la Palma de Oro a destiempo, arruinando el protocolo de la gala final), ha hecho un emotivo recorrido por todas ellas al presentar ante la prensa su nueva película, así como hizo anoche al entregarle una Palma de Oro de Honor por sorpresa. Adaptación de ‘El infierno del odio’ de Akira Kurosawa (1963, que de hecho ya venía de versionar una novela estadounidense previa), ‘Highest 2 Lowest’. Washington es Mr. King, un talentoso magnate musical involucrado en una trama de rescate que lo lleva a cuestionar sus principios básicos.

Un estudio sin tapujos de los efectos de la vida pública sobre un hombre íntegro, el film de Kurosawa permanece sangrantemente actual. Sin embargo, esta adaptación aporta un surplús nacido justamente de las dinámicas únicas entre el director y su actor: Lee confía en las florituras cómicas que Washington puede aportar a un papel (en principio) muy dramático, mientras responde a sus episodios más desgarrados con canciones del musical ‘Oklahoma’, cortinillas de baloncesto y decorados de su propia colección privada en Brooklyn; porque ‘Highest 2 Lowest’ es un gustazo audiovisual completo. La confianza –también con Jeffrey Wright e Ilfenesh Hadera, atinados– eleva el todo y vuelve esta seria parábola sobre los valores humanos en un despliegue juguetón y de encanto innegable.

La bola de nieve de Jafar Panahi

Ganador de la Palma a Mejor Guion por ‘Tres caras’ (2018) y condenado tantas ocasiones por desafiar desde el cine al estado iraní, Jafar Panahi regresa a competición con ‘Un simple accidente’, una comedia muy negra, un viaje coral con protagonista ambiguo y probablemente ausente, y un thriller triste y diurno. El efecto mariposa arranca cuando Vahid (Vahid Mobasseri) responde a una petición de ayuda sencilla noqueando al conductor y procediendo a enterrarlo vivo en el desierto. Dice haber reconocido al mercenario que lo torturó durante años, pero no está seguro, por lo que lo acarreará en una cadena de visitas-dominó a todas las amistades que sobrevivieron a la cárcel junto a él.

Esta es una caravana humana que juega, y mucho, con los efectos cómicos tras la improbabilidad de su premisa, pero que va volviéndose una ilustración convencida sobre la inacción como forma de resistencia. Porque cada vez que el grupúsculo no asesina a su torturador, la película les coloca en situaciones más disparatadas (incluyen heces, un parto y varios sobornos, indispensables para funcionar en el estado iraní). Debajo, el horror de las pinturas negras del campesinado por Goya.

El olvidado Mario Martone y ‘Fuori’

El peaje del festivaleo de clase A en Europa: las películas italianas medianas y mediocres. Que recuerden la anterior película de Martone, ‘Nostalgia’ (Cannes, 2022) es, en realidad, lo de menos. Porque aunque elogiemos la reivindicación de la autora Goliarda Sapienza (de rotundo éxito póstumo), sobre la película que adapta su inspiradora –aun trágica– estancia en la cárcel pesa un grueso nosequé de dejavú. No es que Valeria Golino se entregue menos a esta mujer preocupada y codependiente, es que la película no logra caracterizarla de forma alguna.

Qué encuentra Goliarda en sus mentoras carcelarias (Elodie, Matilda de Angelis; sujetas a una fuerte mirada masculina), qué tipo de bohemia proyecta sobre sí misma, quién es esta persona, más allá de sus cuatro vistas de postal; no lo sabemos. Martone proyecta algún desvío inteligente del biopic, invocando los desajustes mínimos para que sigamos mirando (alguna frase sin mucho sentido, algún paréntesis realista-mágico), pero mal-sorrentiniano, parece más concentrado en la postal vaga que por embarrarse en un retrato concreto, quizás algo menos poético.