
El nuevo poder en Damasco, surgido tras el desplome en diciembre de 2024 del régimen de la dinastía Al-Assad, ha comenzado a desplegar a sus milicias en la provincia sureña de Sweida, escenario de enfrentamientos entre la minoría drusa y beduinos suníes, y que se han saldado ya con un centenar de muertos.
Los choques intercomunitarios comenzaron el domingo después de que un comerciante de legumbres druso fuera retenido por beduinos armados en un puesto de control en la carretera que comunica Damasco con Sweida.
Según la versión de su familia, tras robarle el cargamento le dejaron «libre» en estado crítico. Tras el suceso, personas de ambas comunidades fueron secuestradas como revancha, lo que degeneró en combates abiertos.
El otrora opositor Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) ofreció un balance provisional de 89 muertos, entre ellos 50 drusos (dos menores), 16 beduinos, 14 miembros de las milicias enviadas por Damasco y siete personas cuya identidad no había sido determinada. Hay decenas de personas heridas, entre ellos varios en estado crítico.
Los combates, que han incluido intercambio de fuego de obuses entre Sweida y otras aldeas donde viven tribus beduinas persistían ayer, según el OSDH, en las localidades de Kanaker, Zala y Mazraa.
Drusos y pastores nómadas
La provincia de Sweida (700.000 habitantes), alberga la comunidad drusa más grande del país. Esta profesa una religión monoteísta sincrética surgida del chiísmo ismailí pero que mezcla elementos del hinduísmo y de la cultura clásica griega, y cuyos sabios consideran sagrados, además del Corán, la Torah judía y los Evangelios.
Conforman una comunidad endogámica con un censo oficial de 152.000 personas (la mayoría en Siria, donde suponen el 3% de la población, pero también en Líbano e Israel). Ese censo incluye a los 24.000 drusos que viven en el Golán ocupado por Israel, de los que solo el 5% ha accedido a ser nacionalizado israelí.
Las tensiones de los drusos y los beduinos, árabes nómadas o seminómadas, no son nuevas y estallan periódicamente, especialmente cuando estos pastorean sus rebaños en tierras agrícolas pertenecientes a los drusos.
Pero la tensión subió enteros en el marco de los enfrentamientos intersectarios de abril y mayo pasados entre las milicias de Damasco y combatientes drusos en el extraradio de la capital y en Sweida, que dejaron más de un centenar de muertos. Los drusos acusaron entonces a los beduinos de participar junto con las milicias de Damasco en razias contra su comunidad.
El OSDH aseguraba ayer que beduinos armados y milicias de Damasco luchaban codo con codo contra los drusos.
La crisis se cerró en falso con un acuerdo entre líderes tribo-comunitarios y religiosos. La minoría drusa rechazó el despliegue militar de Damasco y la integración de sus milicias bajo las órdenes del embrionario «Ejército sirio». Los drusos siguieron encargándose de la seguridad en los territorios donde son mayoría.
Todo indica que Damasco quiere aprovechar esta crisis para seguir con sus planes de despliegue y de disolución-integración de las milicias de otras minorías, a lo que se oponen tanto los drusos como los kurdos en el norte del país.
La red de activistas Suwayda24 trabajaba para lograr un alto el fuego y la liberación de todos los secuestrados y para mediar entre dignatarios y jeques drusos y líderes tribales beduinos.
El jeque de la Comunidad Unida Drusa, Hamud al-Hanaui, hizo un llamamiento a la razón y a parar la escalada «de inmediato» porque «solo sirve a los enemigos de la unidad y amenaza la paz civil».
Israel
El Ejército israelí lanzó varios ataques aéreos contra tanques y vehículos blindados en la provincia siria de Sweida, en el sur del país. Tel Aviv lleva meses, sobre todo desde el choque de la pasada primavera, azuzando la causa drusa para debilitar al nuevo régimen sirio.
Cuatro meses después, los alauíes temen nuevas razias
1.700 personas, la mayoría pertenecientes a la minoría alauí, murieron en marzo en las razias y pogromos que siguieron al levantamiento armado de un antiguo comandante de la Guardia Revolucionaria del régimen de Bashar al-Assad.
Miqdah Fatihah reclutó a cientos de jóvenes alauíes y la insurrección en las provincias de Lataquia y Tartus (la conocida como costa de Sahel) mató a 300 miembros de las milicias del nuevo régimen. La venganza fue terrible y arrasó localidades alauíes como Jableh y Banias.
Ni siquiera se detuvo hasta días después de que el hombre fuerte de Damasco, Ahmed al-Sharaa, mandara parar. Y es que la mayoría de los desmanes no fueron perpetrados por sus milicias del HTS (antigua Al Qaeda), sino por los grupos en su día rebeldes y hoy a sueldo de Turquía.
Poco o nada esperan los alauíes, cabezas de turco ya que los Al-Assad provenían de su comunidad, del informe estos días de la comisión creada al efecto.
Sus jóvenes huyen al monte en cuanto divisan una patrulla.

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