
La noticia este lunes del fallecimiento de Ángel Paz llega en medio de unos días aciagos para el equipo txuri-urdin. A sus 92 años, nos ha dejado quien, durante toda la década de los cincuenta, formó parte del centro del campo de la Real. De esa Real que ha quedado un poco ensombrecida por el tremendo impacto que generó la generación que se consagró en el Molinón, pero que fue tan importante como aquella para consolidar la identidad del club y su integración en la provincia de Gipuzkoa.
Hablamos de una Real con unos medios mucho más precarios y que se mantenía en Primera División gracias al trabajo de la gente de casa. De gente como Ángel Paz, que creció en Trintxerpe, en un tiempo en el que los niños del pueblo se reunían en el campo para chutar un bote que habían llenado de trapos. El fútbol llegaría más tarde y como todos, lo haría por etapas. Primero en el Herrera y más tarde, en la Real.
Al equipo txuri-urdin llegó de la mano de Benito Díaz. El mismo que durante años fue entrenador, ojeador, director deportivo y utillero, si hacía falta. El que creó la cantera de la Real mucho antes de que existiera Zubieta, gracias a una red de amigos que le avisaban si veían algún futbolista que merecía la pena.
Alguien debió de hablarle de Ángel Paz y Benito Díaz fue a verle jugar. Luego le invitaría a entrenarse con ellos, para terminar ofreciéndole firmar con la Real. Así era como funcionaba la secretaria técnica en esos tiempos y como los mejores jugadores de Gipuzkoa terminaban jugando en la Real. En aquella Real que reinaba en el barro de Atotxa y mientras Benito Díaz importaba la táctica WM que había revolucionado el fútbol en Europa, en el Estado español les acusaban de poner 'el cerrojo donostiarra'. ¡Y cómo no iban a poner un cerrojo si en aquellos campos no había quien levantara el balón del barro y al portero se le aplaudía cuando llegaba al centro del campo con el saque!
Ese era el fútbol en el que Paz debutó con la Real. En la temporada 1950-51, cuando la vuelta de Ignacio Eizaguirre, Epi e Igoa permitió subir el nivel del equipo y volver a una final de Copa. Después, no tardó en hacerse titular. Primero jugando como delantero centro, para terminar retrasando su posición a la media punta. Una especie de Merino, en un tiempo en el que los futbolistas se caracterizaban mucho más por su garra y su fuerza, que por su técnica.
En ese fútbol muy físico, lleno de lucha y entrega, Paz supo hacerse un hueco en la Real. Le costaría un poco más ganarse a la afición, porque no era de esos jugadores que enamoran a las tribunas. No era ningún virtuoso y había quien no le perdonaba cada vez que cometía un error. Porque aquí siempre se ha reconocido el esfuerzo, pero con Ángel Paz no ocurrió así y siempre dividió a la tribuna de Atotxa entre los 'pazistas' y los 'anti-pazistas'.
Aún así, Ángel supo encontrar también sus tardes de gloria. Como cuando le tocaba hacerle marca personal a Di Stefano y el argentino terminaba perdiendo la paciencia. La prensa madrileña criticaría el cerrojo de la Real, una vez más, pero en Donostia todo el mundo sabía lo que costaba salir con un punto del Bernabéu. Para ganarle al Madrid todavía habría que esperar. Al fin y al cabo, la Real era el equipo de una provincia muy pequeña, con un estadio humilde que no generaba taquillas como para permitirse grandes alardes. Y mientras el Real Madrid ganaba Copas de Europa con Di Stefano, Puskas o Gento y el Barcelona fichaba a Kubala, Evaristo o Luis Suárez, la Real contaba con los jugadores que salían del fútbol guipuzcoano. Y en ese fútbol en el que se luchaba contra gigantes, un jugador como Ángel Paz era un bien más que preciado.
Rivalidad con Arieta
Además, no era de los que se echaban atrás cuando el partido se ponía más tenso y de la misma forma que le habían dado fama sus marcajes a Di Stefano, también llenó titulares su rivalidad con Arieta. Eneko era delantero del Athletic, que eso siempre ha gustado más por aquí. En un momento, la polémica se hizo tan grande, que el presidente le obligó a darle la mano al delantero del Athletic frente al público de Atotxa. Lo hicieron, la gente respondió con aplausos y siguieron a lo suyo Arieta y Paz.
Después de diez temporadas en la Real, en el año 61 la directiva le abrió las puertas y Paz terminó marchándose al Murcia. Allí seguiría dos años más hasta que decidió poner fin a su carrera en el fútbol. En total fueron 271 partidos y 69 goles en la Real, en un tiempo en el que había 16 equipo en Primera y jugar en Europa solo era posible después de ganar la Liga.
Ese era el fútbol en el que jugó Ángel Paz, cuando la Real había dejado de ser el equipo ascensor y se consolidaba en Primera gracias al esfuerzo de Benito Díaz por conseguir que los mejores jugadores de Gipuzkoa terminaran en la Real. En los años cincuenta serían Ontoria, Galardi, Andoni Elizondo y también Ángel Paz los que se encargaron de mantener al equipo en la máxima categoría. Porque en Atotxa y Anoeta se ha aplaudido mucho a Rafa Mendiluce, López Ufarte, Xabi Prieto o Barrenetxea, pero, durante años, fueron mucho más frecuentes los Albistegi, Alonso, Gaztelu y también Ángel Paz. Ese fútbol también forma parte del ADN de la Real.

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