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El «plebiscidio» que las FARC temían y la calle tergiversó

Las FARC calificaron en su día de «extraña y exótica» la fórmula de este plebiscito, lanzado tarde y mal. Había razones para temerlo: El respaldo internacional al acuerdo no se ha correspondido con la posición de la sociedad, sobre todo la urbana, desconectada de una guerra que ve lejana.


El rechazo al Acuerdo Final ha puesto ante los ojos de todos algo que ya se entreveía pero no se quería citar, el famoso elefante en el salón: el apoyo del que ha gozado el proceso de diálogo en el plano internacional no se correspondía con lo que estaba ocurriendo realmente en Colombia. La pedagogía de paz ha fallado pese a la maratoniana gira que realizaron negociadores del Gobierno entre el anuncio del cierre de las conversaciones el 24 de agosto y este infausto 2 de octubre. No ha sido suficiente para garantizar el cierre a un ciclo de violencia que a lo largo de cinco décadas ha provocado 220.000 muertos, de los cuales el 81,5% son civiles, según el informe ‘‘Nunca Más’’ del Centro Nacional de Memoria Histórica.

El plebiscito, defendido desde el inicio por el presidente Juan Manuel Santos, ha dejado todos los compromisos recogidos en el Acuerdo Final en un limbo y a las FARC en un laberinto. Cabe recordar que la delegación de la guerrilla se opuso frontalmente al plebiscito como mecanismo de refrendación, abogando en su lugar por la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. En un documento interno al que GARA tuvo acceso calificaba ese intento de refrendo ciudadano como «una iniciativa extraña y exótica para los efectos buscados». «La rechazamos no solo por tratarse de una fórmula inconsulta, sino porque constituye la más inocua y menos propicia de todas las iniciativas», añadía.

No obstante, el 23 de junio, en la presentación del acuerdo de fin del conflicto –en presencia de Santos y del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon– las delegaciones de las FARC y del Gobierno anunciaban que habían acordado someter al juicio de la Corte Constitucional la vía para refrendar lo pactado, que ha terminado siendo la del plebiscito.

En un artículo publicado el 8 de setiembre en “El Tiempo”, el periodista John Carlin se preguntaba «¿Plebiscito… o plebiscidio?». En él remarcaba que «semejante oportunidad de acabar con la guerra (…) no viene todos los días». «Digan sí al futuro y no al pasado. El mundo los estará mirando».

En una mesa redonda organizada en Cartagena de Indias por “Semana en vivo” el mismo día de la firma de los acuerdos y conducida por la periodista María Jimena Duzán, Carlin preguntaba a sus contertulios si estaban «tan seguros de que va haber un ‘sí’». El director de la revista “Semana”, Alejandro Santos, le contestó que confiaba en «la sensatez y sabiduría de un pueblo que ha sufrido mucho», advirtiendo que la victoria del «No» sería «un salto al vacío» en un momento político y económico «frágil».

Estos posicionamientos de reconocidos periodistas colombianos y la cobertura mediática dada en el interior de Colombia a los acuerdos, principalmente en la recta final del proceso, han sido claramente insuficientes para socializar los acuerdos, el mismo proceso y su importancia. Según una fuente cercana a la delegación de paz de la guerrilla, «uno de los grandes problemas» durante el proceso de diálogo ha sido la falta de interés por los acuerdos, por leer la letra pequeña, comprenderlos y hacer entender al ciudadano de a pie, a aquel que no ha vivido el conflicto en sus carnes y ve a los integrantes de las FARC como a meros «terroristas» con vínculos con el narcotráfico, las bondades de la paz y de un escenario de ausencia de conflicto también para ellos. Porque, a tenor de los resultados, muchos solo han visto en el Acuerdo Final el rostro de Santos y de Timochenko, convirtiendo el «No» o la abstención (del 62%) en un doble voto de castigo.

En paralelo, los resultados han vuelto a poner sobre la mesa las dos colombias que habitan en un mismo país. El «Sí» mayoritario en las zonas más castigadas por el conflicto armado contrasta con el «No» en los distritos urbanos, donde la guerra no se ha sentido con tanta intensidad.

Cuando el 24 de agosto, después de una intensa semana de cónclave, se dio a conocer el cierre de las conversaciones, se dijo que el proceso llegaba a Colombia. Demasiado tarde...

Los plazos han corrido demasiado rápido en este último mes comparándolos con los cuatro años de negociaciones. La Décima Conferencia Nacional Guerrillera de las FARC se celebró entre el 17 y el 23 de setiembre, mientras que el acto protocolario fue el día 26. Durante ese periodo, los partidarios del «No» encabezados por Uribe y el exprocurador Alejandro Ordónez no han dilapidado ni un segundo.

Por otro lado, pese al apoyo expreso del Papa al proceso, ha tenido un papel relevante y decisivo la jerarquía de la Iglesia Católica y las iglesias ultraconservadoras que han alzado su voz contra los acuerdos con argumentos como que acabarían con la «familia tradicional», Colombia se convertiría en «dictadura homosexual» o se «estaba entregando el país al comunismo» y, por tanto, «al diablo». Todo porque el Acuerdo Final incluía un pionero enfoque de género, alabado por la misma ONU.

En la entrevista concedida a GARA, Elena Ambrosi, del equipo negociador del Gobierno, pidió que «el miedo no nos condene a seguir igual». Paradójicamente se ha impuesto el miedo de quienes menos temieron a la guerra y han perdido las víctimas, alineadas mayoritaria con el proceso.