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Interview
Lola Villabriga y Antoine Boudinet
Jóvenes vascos heridos de gravedad en movilizaciones

«Nuestra vida ha dado un vuelco por un hecho tan natural como es acudir a una manifestación»

A sus 18 y 26 años de edad, Lola Villabriga, estudiante en la Escuela de Arte, y Antoine Boudinet, animador socio-cultural, hacen frente a las heridas que han marcado sus cuerpos: a ella un proyectil LBD40 le rompió la mandíbula, y a él una granada (GLI-F4) le arrancó una mano.

Lola Villabriga y Antoine Boudinet. (Isabelle MIQUELESTORENA)

Lola y Antoine responden a las preguntas de GARA y Mediabask días después de participar en una marcha, en París, organizada por ciudadanos que, como ellos mismos, han sido víctimas del uso por la Policía francesa de unos proyectiles que, antes de que la protesta de los chalecos amarillos pusiera sobre el asfalto un balance insoportable (más de un centenar de heridos graves), ya el Defensor del Pueblo galo, Jacques Toubon, calificó de «armas de guerra».

Han pasado cerca de dos meses desde que ambos resultaran heridos. ¿Cómo viven su situación a raíz de lo ocurrido?
Antoine BOUDINET: Allá donde voy me presento como Antoine, porque, al menos al 95%, sigo siendo la misma persona. Sin embargo, es cierto que para quienes me cruzan por primera vez no soy Antoine el animador socio-cultural, sino el mutilado.

Lola VILLABRIGA: La mirada de los demás cuenta. Nada más decir mi nombre sale de inmediato mi condición de herida.

¿Es habitual que a esa nueva presentación deban añadir la explicación de por qué motivo estaban en las manifestaciones en que resultaron heridos?
A.B: Yo parto de la base de que no estoy obligado a justificarme porque el derecho de manifestación es un derecho universal. Es cierto que si nos fijamos en los comentarios de redes sociales o de algunos periódicos hay siempre alguien que opina en ese sentido. Pero, para mí, y guardando todas las distancias, es como cuando a una chica que ha sufrido una agresión sexual le preguntan que hacía sola y de noche en plena calle. Es un argumento absurdo, sin sentido, y que liga con esa tendencia habitual de culpabilizar a las víctimas. Lo que está claro es que, a la vista de las cifras de heridos y de su muy diversa trayectoria, lo que me ocurrió a mi le podría haberle pasado a cualquiera.

L.V: Yo todavía tengo tendencia a explicar por qué estaba allí, es una cuestión que se me plantea regularmente, aunque trate de remarcar que tenía todo el derecho a estar donde estaba, en una jornada de protesta contra la preparación del G7 en Biarritz, porque manifestarse es un derecho para todo ciudadano.

Han optado ustedes por denunciar, pero siguiendo vías diferentes.
L.V: Mi abogada ha optado por presentar una «denuncia contra X» (persona desconocida). Ello porque en mi caso el contexto ha sido particular, en un ámbito más local, ajeno a escenarios de mayor conflictividad, como los que se han dado en las grandes ciudades. Nuestra querella busca que se haga la luz sobre el hecho de que yo recibiera ese impacto cuando estaba de pie, encima de un banco, filmando un video, a unos metros de una concentración de gente, ya terminada la protesta.

A.B: Con ayuda de mi abogado yo he decidido demandar al ministro de Interior y al prefecto de Gironde porque, aunque no es que guarde precisamente en mi corazón al policía que lanzó la granada que me amputó la mano, entiendo que no fue ese agente quien dio la orden de disparar y tampoco fue decisión suya usar ese tipo de arma. Para nosotros, los responsables de lo ocurrido son los representantes del Estado.

La Liga de Derechos Humanos y el sindicato CGT han tratado, sin éxito, primero que la Corte administrativa de París y luego el Consejo de Estado suspendieran el uso de esas armas. ¿Ello les plantea dudas sobre el recorrido de sus denuncias?
A.B: Pienso ir hasta el final, hasta que el tipo de granada que me ha mutilado, pero también la LBD40, sean prohibidas, porque para mí es inadmisible que Francia sea el último país europeo en valerse de este tipo de arsenal y que además siga justificando su uso cuando en otros lugares más o menos cercanos no emplean estos materiales.

¿Pueden dar más detalles sobre la investigación abierta?
L.V: Mi denuncia fue interpuesta hace varias semanas y esta mañana (7 de febrero) he prestado declaración ante un comandante de la IGPN [la policía de la policía, n.d.l.r.]. He superado, por tanto, la etapa de la audición y para mi y para mi abogada la prioridad ahora es recoger todos los elementos posibles para avanzar en el esclarecimiento de lo ocurrido y establecer luego las responsabilidades.

A.B: Yo también he declarado ante la IGPN, y me parece bien que ese organismo haga su investigación pero nuestro deseo es que un juez de instrucción asuma el caso, porque al ser una denuncia contra los responsables de la Policía nos parece que ofrece más garantías que sea una figura más neutral la que se encargue del dossier.

Las imágenes de los heridos han provocado un fuerte impacto y abierto el debate social.
A.B: En mi caso, las imágenes del momento en que pierdo la mano se expandieron de inmediato por las redes sociales. De ahí que lo que me pasó haya tenido una dosis de mediatización muy alta. Sin embargo, quiere insistir en el hecho de que no soy la primera víctima. Para cuando me ocurrió a mí otras cuatro personas habían pasado por una lesión como la mía y después de mí ha seguido habiendo heridos [el 9 de febrero, un manifestante perdía cuatro dedos de la mano en un incidente similar, en París. n.d.l.r.]. Efectivamente, después de haber resultado herido en Burdeos tuve la suerte de que mi caso tomara notoriedad, y espero que ello ayude a que la gente sea consciente del peligro que entraña el empleo de estas armas.

El Gobierno amaga pero no adopta medidas claras respecto a las que considera armas de defensa para la Policía.
A.B: Para nosotros es insostenible que se siga hablando de armas de defensa cuando el balance es tan terrible. Y lo que resulta ya increíble es que ahora digan que van a dejar de utilizar el tipo de granada que me mutiló, eso sí, ¡cuando vacíen el stock! De una parte reconocen la peligrosidad pero, de otra, siguen empleando todavía ese arma... ¿para ahorrar presupuesto?

El Gobierno no ha asumido responsabilidades respecto a las víctimas. Sin embargo, ha impulsado un cambio legislativo que puede restringir el derecho de manifestación.
A.B: La violencia policial sigue existiendo porque existe impunidad al respecto. Esa violencia existía desde hace tiempo en las banlieue (barrios populares) o las ZAD (zonas a defender por el bien colectivo)... pero las demandas que se han planteado en casos precedentes han terminado en archivo o en condenas leves, multas... Esta forma de actuar promoviendo esa ley que menciona me parece inadmisible, pero no me sorprende.

L.V: Es indignante escuchar con qué tranquilidad defienden el uso de unas armas que provocan efectos tan graves en los ciudadanos. Es terrible que se puede agredir a las personas por el mero hecho de expresar su denuncia en la calle y que ello, para algunos, no sea motivo suficiente para cambiar las cosas.

Pese a sufrir una experiencia tan traumática, ustedes no han renunciado a movilizarse.
L.V: El 2 de febrero estuvimos en París, a la cabeza de la manifestación organizada por los heridos, pero no fue la mejor experiencia, sentimos un clima de agresividad muy grande.

A.B: Ese día volví a sufrir una agresión, a cargo de una persona desconocida, aunque no sea difícil imaginar su espectro político. Tras ese nuevo incidente no me sentí con fuerzas, por lo que optamos por marcharnos antes de tiempo. Confirmo las palabras de Lola, en esa marcha sentimos que en París el clima es de alta tensión.

¿En qué ayuda compartir experiencias con otras víctimas de la violencia policial?
L.V: Creo que en un primer momento ese contacto te da seguridad, te ofrece una protección, y a partir de ahí te da también la fuerza necesaria para seguir adelante en el objetivo de cambiar esta situación, de obtener la prohibición de estas armas.

A.B: Uno siente la necesidad de acercarse a otras personas que han pasado por lo mismo, para compartir experiencias pero también para hacer que nuestra voz se escuche mejor. A cada uno por separado pueden decirnos que lo nuestro es un hecho anecdótico, un caso aislado, un accidente, todo con tal de negar que existe realmente un problema en eso que llaman la «gestión de la seguridad» en las manifestaciones. Por eso animaría a otras personas que han sufrido esta violencia a contactarnos, primero porque, como digo, esta situación se hace más dura si estás solo, pero también porque hablar nos hace más fuertes y nos ayuda a seguir adelante.

Además de ese objetivo global ambos afrontan un proceso de rehabilitación de por sí difícil.
L.V: Sigo en consulta con mi estomatólogo para la cuestión de la dentadura y hago rehabilitación para trabajar gestos básicos como masticar bien, hablar mejor. Más tarde me tendrán que retirar las placas de la mandíbula. Con todo, estoy satisfecha por poder seguir estudiando, y llevar una vida bastante normal.

A.B: Si la cicatrización avanza bien, en unas semanas empezaré la rehabilitación en un centro especializado de Burdeos, porque es allí donde vivo. Tengo previsto completar estudios, en vista de que este incidente ha interrumpido el proyecto laboral que tenía en marcha... Mi siguiente meta es conseguir una prótesis bioeléctrica, con la que podré volver a coger objetos, lo que me será de gran ayuda... ¡sin ir más lejos para poder hacerme la comida! (sonrisa esforzada).