El genuino rock callejero de la Txantrea
Guion: Natxo Leuza y Alex García de Bikuña. Prod.: María Guzmán Ligorit y Rosa G. Loire/ Marmoka Films/ Narm Films. Int.: Enrique Villarreal Armendariz, Mamen Irujo, Araia, Gari, Kutxi Romero, Marino Goñi, Gorka Urbizu, José Landa, Javier Gallego, Fito Cabrales, Rosendo Mercado, Carlos Tarque. Fot.: Iñaki Alforja. Mús.: Mikel Salas.
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Es curioso que se utilice la imagen ladeada de El Drogas para explicar su visión diferente de la cosas, como si esa angulación personal tan suya es la que le permite observar lo que otros no parecen entender desde su perspectiva más recta. Digo esto, porque en todo el contencioso con Barricada no he conocido ninguna opinión, salvo la suya, sincera y transparente. Es el único que en su momento llamó a las cosas por su nombre, mientras el resto se hacía el loco. Por más que intenté que en el entorno del grupo en Iruñea me contaran lo sucedido, nadie se quería mojar, y por lo tanto tuve que quedarme con la versión de El Drogas.
Dicen que el tiempo pone a cada uno en su lugar, pero aquí sucede que ha prevalecido su verdad, por ser el único que tuvo el valor de pronunciarse publicamente. Y ahora es el momento en que su balance particular parece ser el destinado a perdurar, con lo que cabe concluir que era quien dotaba de identidad al grupo.
Está claro que era el miembro más inquieto de Barricada, capaz de simultanear otros proyectos con los de la banda, como Txarrena o La Venganza de la Abuela, al igual que en un principio fue Kafarnaún. Y no solo de la música vive el hombre, porque sus textos han acabado pesando tanto como el propio rock callejero de la Txantrea, aportando su granito de arena a la causa feminista, a la integración social del Down o la recuperación de la memoria histórica. Todo un despliegue de actividad que crece y crece, como si el músico navarro mantuviera un pulso con el tiempo, ahora que ya tiene nietos.
La cercanía familiar del alzheimer habrá tenido mucho que ver en todo ello, lo mismo que la pérdida de complejos en cuanto a la apariencia externa, según sus propias confesiones estimulada por su amigo Josetxo Ezponda, que de llamar la atención y de provocar sabía un rato. Vaya donde vaya, Enrique no pasa desapercibido.