La carga laboral es el factor que más afecta a la salud mental de trabajadoras y trabajadores
La mala salud mental afectaba al 30% de las trabajadoras y trabajadores antes de que apareciera la pandemia; ahora el problema es mayor. La cuestión es cómo prevenirla y dónde poner el foco. El profesor Oscar Pérez Zapata dio algunas pistas en su ponencia en los Cursos de Verano de la UPV/EHU.
You have run out of clicks
Los factores que más afectan a la mala salud laboral de los trabajadores y trabajadoras del Estado español son los ritmos y cargas de trabajo, la precariedad laboral y las relaciones sociales en el ámbito laboral. Fue la conclusión que presentó Oscar Pérez Zapata, profesor del Departamento de Gestión Empresarial de la Universidad Pontificia de Comillas, en el curso sobre avances en prevención de riesgos laborales que Osalan organizó en el seno de los Cursos de Verano de la UPV/EHU.
«Hay una segunda pandemia, silenciosa, relacionada con la salud mental», destacó el profesor como introducción de su ponencia “La pandemia como elemento disruptor en salud mental”, que ofreció el pasado viernes en el Palacio Miramar.
A partir de ahí, sacó una batería de estudios que han analizado los efectos de la pandemia en la salud mental de los trabajadores y trabajadoras a nivel europeo, estatal y autonómico: La EPA, el CIS, el estudio de COTS, Eurofound, la Encuesta de Salud del País Vasco. Estudios que, por un lado, vienen a confirmar el axioma –sí, la pandemia ha afectado de manera negativa al bienestar mental de las empleadas– y, por otro, desmontan algunos juicios expandidos –no, la precariedad no es la causa principal del deterioro en salud mental, por delante se sitúan las excesivas cargas de trabajo y las relaciones dentro de las empresas–.
Una de las principales conclusiones que destacó Pérez fue que el trabajo «es lo que más impacta en la salud mental de los trabajadores y trabajadoras». Y, por lo tanto, «hay que atacar el trabajo para solucionar estos problemas», defendió.
Ya era un problema; ahora es peor
Un acercamiento al alcance del problema en el Estado español mediante los datos del CIS: casi el 21% de las mujeres declaran haber sufrido ataques de ansiedad frente al 10% de los hombres, las personas que están en tratamiento sicológico y siquiátrico representan tras la pandemia el 28% de la población frente al 20% antes de ella y el consumo de la medicación relativa a problemas mentales casi ha llegado a duplicarse.
Pero lo cierto es que «la mala salud mental y a era un problema antes», apostilló Pérez. «Vamos a decir que el 30% [de las trabajadoras y trabajadores] sufrían de una mala salud mental», agregó haciendo una estimación de diferentes encuestas. Ahora, tras irrupción del confinamiento, el desasosiego de la incertidumbre laboral y la enfermedad que acechaba y acecha, algunas encuestas manifiestan que el problema se ha multiplicado por 1,5.
Dónde poner el foco
La cuestión es, dijo el profesor, averiguar qué se puede hacerse para prevenir la mala salud mental, «dónde poner el foco». Citó entonces la Encuesta de Salud del País Vasco, que calcula mediante la prioridad de una intervención en materia de salud mental. Pérez puso un ejemplo: «El acoso laboral puede afectar altamente a la mala salud mental de una trabajadora, pero no es un problema tan prevalente. Las cargas de trabajo, sin embargo, aunque no afecten tanto como el acoso a la salud mental, es un problema muy prevalente». Tan prevalente que afecta al 50% de los hombres trabajadores –las mujeres declaran que les afecta más el multitrabajo– de la CAV. Por lo tanto, si se regula la rapidez con la que se trabaja, «se pueden evitar algunos problemas de salud mental del 50% de los trabajadores».
E interviniendo en todo el paquete de los disruptores de la salud mental –carga de trabajo, precariedad y relaciones en la empresa–, se podrían evitar problemas mentales entre un 60% y un 80% de trabajadores y trabajadoras.
Esto requiere de un cambio de visión más general y derribar ciertos mantras –«esto es una declaración en contra de Elon Musk», bromeó el ponente–. «No puede ser que detrás de la cultura del esfuerzo, que puede tener connotaciones positivas, se esconda en realidad la normalización del deterioro de salud. Tenemos que abrir la mentalidad y poner reglas», zanjó Pérez Zapata.