INFO

Un Pacto de Salud sin los trabajadores no es un Pacto de Salud

Casi independientemente de cuál sea su contenido, cabe entender que si los sindicatos, tanto los profesionales como los de clase, rechazan el llamado Pacto de Salud, no puede hablarse siquiera de que dicho pacto exista y mucho menos de que sea un éxito.

Última reunión de la Mesa para el Pacto de Salud de la CAV. (IREKIA)

¿Se puede afrontar la necesaria reconversión de Osakidetza sin un mínimo acuerdo con sus trabajadores? Parece difícil. Pues bien, el Sindicato Médico y el de enfermeras (SATSE), así como LAB, CCOO y UGT han mostrado su disconformidad con los contenidos del Pacto de Salud en el que han estado trabajando denodadamente durante muchos meses.

ESK dejó la tarea tras no avalar el diagnóstico y ELA ni se sentó en la mesa. Tampoco está de acuerdo EH Bildu, el primer partido de la oposición, el que empató a escaños con el PNV. Ni Sumar. Y todos ellos tienen la misma fuente de disconformidad:una insuficiente defensa y aseguramiento del carácter público de la Sanidad. Parece suficiente para una reflexión.

Los sindicatos que se han posicionado abiertamente en contra de lo pactado suman, al menos, 338 de los 361 delegados de Osakidetza, el 93,62% de todos ellos. Y representan oficialmente a 19.932 trabajadores y trabajadoras de la Sanidad Pública de la CAV.

Con esa constatación, es difícil entender que el Consejero de Salud, Alberto Martínez, afirme que este foro sigue «más vivo que nunca».Y que el PNV celebre el «éxito» de un «pacto histórico».

Un método ‘sui géneris’

El método de trabajo y toma de acuerdos de la Mesa de Salud ha resultado un tanto ‘sui géneris’. Se reunieron de inicio representantes de los colegios oficiales de Médicos, Enfermería, Farmacéuticos, Psicología, Odontólogos, Ópticos y Optometristas, Trabajadores Sociales, Fisioterapeutas, Biólogos y Veterinarios, además de asociaciones de pacientes. También han participado el Sindicato Médico, SATSE y SAE. En el foro además han estado presentes partidos políticos (PNV, PSE, EH Bildu, PP y Sumar); sindicatos (LAB, CCOO, UGT y ESK); las universidades EHU, Deusto y Mondragon Unibertsitatea; así como Confebask.

Y por lo que ofrece el Departamento de Salud en el recuento de las votaciones, todos ellos han contado con el mismo peso. Es decir, y con todo el respeto, la opinión del colegio oficial de Optometristas, cuyos colegiados en la CAV rondan las 700 personas, pesaba en la mesa y en cada comisión lo mismo que, por ejemplo, EH Bildu, que en las últimas elecciones autonómicas obtuvo 343.609 votos.

En términos políticos, el supuesto pacto tiene el apoyo incondicional de PNV y PSE, que ya sabemos que tienen mayoría absoluta en el Parlamento, como la tuvieron en la legislatura pasada, cuando negaban que en Osakidetza haubiera  problema alguno y echaban la culpa de todo a la agitación social.

A buen seguro, el proceso de debate que se ha dado, enmendando desde Ajuria Enea las prácticas de los años de Iñigo Urkullu y con muchísimas aportaciones de cada parte, tendrá efectos positivos en materias concretas, pero la mayoría social no ve que vaya a dar lugar a los cambios de base necesarios.

Una disputa partidista equivocada

Y, por otro lado, una vez más la búsqueda de un acuerdo de país, como ocurrió también con los presupuestos, se ha afrontado erróneamente desde el Gobierno en términos de disputa partidista. Es decir, PNV y PSE han alterado consensos alcanzados en la mesa de «colaboración público-privada y el régimen de concertación», que aprobó a primeros de mayo «revertir las políticas de privatización» con siete votos a favor y dos en contra. Pero como el resultado no fue del agrado del Ejecutivo, maniobraron para cambiarlo, como denunciaron en un comunicado conjunto EH Bildu, Sumar-IU, SATSE, CCOO, LAB, UGT y los Colegios Oficiales de Trabajo Social de Araba.

Es decir, PNV y PSE, conscientes de su poder, se mueven a su antojo y luego piden a los demás, en este caso poniendo el foco especialmente en EH Bildu, que se sumen a lo suyo, que digan amén. Y cuando el resto utiliza su derecho a discrepar, lo descalifican como «vértigo al acuerdo». Si dos partes no alcanzan un consenso porque tienen visiones distintas de una solución, ¿por qué es una de ellas quien padece siempre ese vértigo sempiterno y no la otra?

En este caso el debate partidista queda aclarado y resuelto por el flanco de los trabajadores y trabajadoras. Si ningún sindicato apoya lo que llaman pacto, es que no se puede llamar así, por mucho que lo hayan firmado colegios oficiales y hasta las universidades.

Claro que hay ideología... y otros intereses

El pasado jueves, en el debate sobre vivienda en el Parlamento, el representante del PNV afirmó que «la vivienda no debería ser una trinchera ideológica», y lo mismo se aplica a Salud, Educación y los presupuestos. ¿Cómo que no? ¿Qué hay más ideológico que el debate sobre el presupuesto, las políticas de Vivienda, las de Educación y las de Salud? ¿Para qué vota entonces la ciudadanía a partidos diferentes? ¿Para que todos acaben haciendo lo que pretenden quienes gobiernan? Los acuerdos con la oposición hay que trabajarlos, de forma colaborativa, no impositiva.

Desde el Gobierno y sus entornos mediáticos se habla estos días de los muchos acuerdos alcanzados en las mesas por «expertos» y «profesionales»; como si, pongamos por ejemplo, el Colegio de Médicos no tuviera intereses no solo ideológicos, sino sobre todo económicos, en que puedan ejercer sin demasiados problemas en la red pública y en la privada. Nadie es un alma pura.

Una vez más nos encontramos ante una oportunidad perdida porque los acuerdos de país no se cacarean, no son banderines de enganche, y mucho menos armas arrojadizas, han de ser el fruto de un trabajo horizontal, de la escucha y la reflexión. Haciéndolo casi todo bien, unas veces saldrán y otras no. Peor si la finalidad es exhibir un pacto antes de acabar el curso, para empezar el lunes otra mesa de tan irritante nombre como Basque Segurtasun Foroa, hay muchos boletos para el fracaso.