Bella sí, tonta no

José Luis Guerin retrata el barrio de Vallbona, en la falda opuesta de la montaña de Torre Baró, como posible respuesta al maniqueísmo institucional de ‘El 47’. El dispositivo que organiza con Los Ilusos (‘Quién lo impide’) sigue los días de un grupo de vecinos alegremente variopinto: del melancólico yayo Antonio, a una espigadora portuguesa con aires de meiga. Las dos horas que siguen, un registro observacional sostenido por entre idas y venidas de trenes, buscan ser memoria oral, cancionero y ensayo colectivo de un barrio olvidado, pero no menos vulnerado por la gentrificación.

Guerin se acerca con amabilidad a lo real, respetando los lacrimales de sus testigos y deslizando la cámara cuando esta se conmueve. El responsable de ‘En construcción’ (sobre la gentrificación del Raval) o de la más reciente ‘El paisaje fílmico’ (ya en Vallbona), mantiene la destreza encuadrando en vistas sorprendentemente complejas, mientras afina el tono perfecto para cada instancia, hasta llegar a una cercanía intrínseca… Sin dejar de dedicar un paréntesis a los peligrosos del bucolismo de barrio que practica la propia ‘Historias del buen valle’.

Preocupado, desde el guion el documentalista peca de insistencia al decapar a los cuatro personajes más sustanciales del reparto, ordeñándolos con cariño hasta colapsar un metraje excesivo. También suenan a impostura moderna e intelectual las reflexiones sobre el mundo vegetal, que Guerin tapa por montaje pero que hilvanan temáticamente un escaparate de conversaciones bien nutridas de por sí. Asimismo, y a excepción del pilla-pilla que improvisa la trupe con los Mossos, me pregunto por la necesidad de repletar la película de postalitas oníricas, en instancias que convierten –ahora sí– a los protagonistas en objetos inmóviles de belleza. Dejen paso al autor.