El mapa del reconocimiento palestino evidencia un cambio global
Más de 150 Estados han reconocido oficialmente a Palestina. La presión de la opinión pública y el hartazgo internacional han impulsado una ola de reconocimientos, pero las contradicciones persisten: países que se erigen en defensores de la causa palestina mantienen relaciones comerciales con Israel.
Empujados por la barbarie que día a día perpetra Israel en la Franja de Gaza, y por la presión social que mantiene a la sociedad civil como punta de lanza, son ya más de 150 los Estados que reconocen oficialmente al Estado Palestino.
Fue durante la Asamblea General de Naciones Unidas del pasado mes cuando, a través de una iniciativa liderada por Francia y Arabia Saudí, diez países más se sumaron al reconocimiento y reafirmaron su apoyo a la solución de los dos Estados. Este nuevo impulso diplomático ha convertido el actual momentum político en uno de los más significativos para la causa palestina en las últimas décadas.
Reconocer a Palestina como un Estado autónomo e independiente no solo responde a un gesto moral, sino que refleja el cambio de paradigma que la masacre del pueblo gazatí está provocando en la conciencia global. Actualmente, los países que reconocen a Palestina representan el 89% de la población mundial y concentran más del 56% del PIB global, cifras que evidencian una creciente alineación internacional frente al aislamiento diplomático de Israel.
Empujados por la indignación de sus sociedades, estos reconocimientos suponen también un rechazo explícito al discurso defendido por EEUU e Israel, que presentan lo que ocurre en Gaza como una simple “guerra”.
Actualmente, los países que reconocen a Palestina representan el 89% de la población mundial y el 56% del PIB global
Tras los recientes reconocimientos de Francia y Reino Unido, EEUU se mantiene como el único miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU que aún no reconoce al Estado Palestino, quedando cada vez más solo en su posición de apoyo incondicional a Israel.
No obstante, grandes potencias económicas como Alemania, Italia o Japón tampoco han dado ese paso, evidenciando la persistente reticencia de algunos actores internacionales a comprometerse con la materialización de la solución de los dos Estados. Esta última ola de reconocimientos –como todas las ocurridas en los últimos dos años– no puede desligarse del genocidio que Israel sigue cometiendo en Gaza, en abierta violación del derecho internacional y de las resoluciones del Tribunal Internacional de Justicia.
Durante la Guerra Fría, fueron los países no alineados quienes primero reconocieron a Palestina, en un gesto de oposición a la hegemonía estadounidense. Paradójicamente, algunas de aquellas naciones pioneras, como Hungría o la República Checa, que lo hicieron en 1988 cuando aún formaban parte del bloque soviético, son hoy aliados cercanos del Gobierno de Netanyahu, ejemplificando cómo la geopolítica puede alterar la coherencia histórica.
No es suficiente
Más allá de las declaraciones, el reconocimiento formal del Estado Palestino no siempre se ha traducido en políticas coherentes con la defensa de su pueblo. Por ejemplo, un año después de que el Estado español reconociera oficialmente a Palestina, en mayo de 2024, Madrid se situó entre diciembre de 2024 y mayo de 2025 como el tercer mayor importador europeo de material de defensa (código 93: «armas y municiones») procedente de Israel, y el segundo si se contabiliza solo el periodo entre enero y mayo de 2025. Así, aunque el Estado español se ha erigido como uno de los principales defensores de la causa palestina en el plano diplomático, datos como estos evidencian la distancia que aún existe entre las palabras y los hechos.
Lejos de ser papel mojado, los reconocimientos –pasados y recientes– no constituyen un mero gesto simbólico, sino un acto político con potenciales y profundas implicaciones.
Cada nuevo reconocimiento es, en sí mismo, un golpe al aislamiento institucional que ha sufrido Palestina durante más de setenta años. Ese reconocimiento institucional marca un punto de inflexión. Por primera vez en décadas, la legitimidad internacional se inclina del lado del pueblo palestino, no solo por convicción moral, sino por la evidencia de que seguir mirando hacia otro lado ya no es una opción política admisible.