Alba García Martín
SOS Racismo Bizkaia

¿A costa de quién?

¿Cómo puede ser que se esté sacando pasta de la gente que no tiene ni para la compra semanal? ¿Cómo es posible que se esté multando a la gente que no tiene ningún tipo de ingreso?

A costa de quién recupera el Estado algo del dinero que está perdiendo? Pues una parte, como se ha hecho toda la vida, poniendo multas. Ahora bien, se las están poniendo a un colectivo muy concreto y esto es una auténtica vergüenza que no se puede consentir. Dicen, en tele, que las multas tienen una finalidad «ejemplarizante»: «a ver si se lo piensan dos veces», he escuchado mucho estos días.

Puedo llegar a entender esa frase enmarcada en alguien que intenta escaquear el Estado de alarma yéndose de vacaciones, o alguien que pasea bolsas de la compra vacías para darse una vuelta. Pero cuando se trata de alimentar a tu familia ese «a ver si se lo piensan dos veces» ¿de qué va?

Cuando alguien baja a la compra a por la comida para sus hijos no piensa dos veces, porque está en su derecho de ir a comprar, porque el Real Decreto así lo dice, porque está contemplado, permitido y es legal. Pero claro, aquí está el tema, que no todo el mundo es legal. Hay gente que vive en los márgenes, que no tiene derecho a ser ni estar, que a ojos de muchos es «ilegal» y molesta. A esta gente es a la que la Policía para.

Mientras escribo estas líneas miro por la ventana a mi barrio, lleno de gente que entra y sale del súper, de la panadería, oigo pasar el autobús, oigo a la panadera diciendo «¡siguiente por favor!», pero no oigo gentío quejarse por una parada racista, ni veo policía de hecho. Este barrio donde yo vivo no está habitado en su mayoría por gente migrante y racializada, y no hay policía poniendo multas a destajo.

Esta mañana hablaba con Moha, un señor que vive en Zabala y me contaba una tragedia. Me contaba que fue a comprar a su tienda de siempre, en la calle Dos de Mayo de Bilbao, a su carnicería, y había mucha cola. Como estaba lleno, y ahora no se puede entrar sino que te hacen esperar fuera, decidió volver a subir a San Francisco para ir cogiendo la fruta y adelantar. Entonces sucede la tragedia, como ya les estaba sucediendo a más vecinos y vecinas cuando él bajaba. La Ertzaintza le para, le increpa, le insulta, le descalifican tratándolo como él dice «como un animal», y le ponen una multa de 600 euros. Una multa para un hombre que no tiene ingresos de ningún tipo. Moha me decía indignado, y con razón, que la Policía solo les para a ellos, a los extranjeros, a las personas racializadas. Decía que parece que quieran dejar a la gente sin comer, ¡a sus hijos sin comer! Moha intentó denunciar los hechos tanto en la comisaria de la Ertzaintza como de la Municipal; en ambas negaron su derecho a denunciar. Es más, le amenazaron con meterle al calabozo «como no se fuera de allí», esto en la comisaría de la Ertzaintza de Zabalburu concretamente.

¿Cómo puede ser que se esté sacando pasta de la gente que no tiene ni para la compra semanal? ¿Cómo es posible que se esté multando a la gente que no tiene ningún tipo de ingreso? Gente que sin poder salir a ganarse el pan no puede pagar la luz o el alquiler. Gente que está en los márgenes, en la precariedad, en el no derecho a nada, y ahora está en el maltrato y racismo institucional y en el abuso de poder.

¿Cómo es posible que la Policía, que está para protegernos, a todas, maltrate y abuse de esta manera?

Sin volver a repetir el discurso de los derechos humanos, o el de la ilegalidad de cometer una parada racista. Sin volver a recordar qué es el racismo institucional y cómo de responsables son los agentes que ejercen ese racismo desde las instituciones. Llamo al sentido común, a la ética, a la empatía y a la igualdad.
¿Soy igual de ciudadana yo en mi barrio que Moha en el suyo señor agente?

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