Alba García Martín
SOS Racismo – Bizkaiako SOS Arrazakeria

A la historia me remito

Las personas manteras compran sus productos en almacenes donde la compra es legal, para posteriormente venderlos, así de simple. No hay nada de mafioso en todo esto. ¿Por qué entonces se empeñan en criminalizar a los manteros?

Hay algo que me tiene muy preocupada. El otro día tras la publicación de un artículo verdaderamente inapropiado y ofensivo sobre los manteros en un conocido periódico, me vi en la obligación de contestar a Diana, su autora, por una cuestión informativa hacia la periodista y hacia las personas que como ella, pueden estar a falta de información.

Quizás yo pequé de inocente, pero quiero pensar que muchas veces la gente, Diana, dice burradas por desinformación o por contar con fuentes de información erróneas. He aquí la importancia, o por lo menos a mi juicio, de que estemos bien informadas. Últimamente escucho sin parar a personas que, o bien a través de los medios de comunicación o en la calle tomándose una caña, emiten datos falsos sobre los manteros con una rotundidad inmensa. Este «vamos a contar mentiras tralará» está creando un caldo de cultivo en nuestra sociedad ciertamente peligroso, por racista y xenófobo.

En primer lugar se afirma que estas personas que venden en la calle pertenecen a mafias, incluso se habla en los medios de comunicación de reclutamiento de personas para estas redes. Vamos a revisar lo que decimos: una mafia hace referencia a una organización criminal. Sí, criminal. Utilizamos la palabra mafia con una alegría pasmosa, y dejadme que os diga que detrás de los manteros no existen mafias. Como ya expliqué en la carta a Diana, las personas manteras compran sus productos en almacenes donde la compra es legal, para posteriormente venderlos, así de simple. No hay nada de mafioso en todo esto. ¿Por qué entonces se empeñan en criminalizar a los manteros?

Seguro que algunas personas estaréis pensando que soy una exagerada, pero de verdad, hay un empeño real en criminalizar y demonizar a los manteros. El lenguaje es importante y un buen ejemplo de este proceso de criminalización. Si echáis un vistazo rápido a noticias publicadas en la prensa este verano, o escucháis los telediarios con el radar antirracista encendido, seréis testigos de las burradas de las que os hablo. Se dice que ya no corren ante la policía, que se enfrentan, que intimidan, se dice que ocupan las calles, que agreden, se dice que España es un paraíso para los manteros… se dicen tantas cosas. Paraíso… quedaros con eso.

Voy a explicar algo sobre la ley de extranjería, que me gusta a mí que la gente esté informada. La Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social tiene muchas trampas, establece que las personas migradas son ciudadanos de segunda. ¿Sabéis esa frase que dice «hecha la ley hecha la trampa?». Pues aquí cobra todo el sentido. Esta ley obliga a las personas migradas a permanecer 3 años, continuados y demostrables, en España antes de poder solicitar papeles, cumpliendo otros muchos requisitos, el principal tener un contrato de trabajo de al menos un año. Permanecer en España en la clandestinidad, sin papeles, siendo ilegales. Remarco ilegales porque es una palabra que, espero se entienda, uso desde el sarcasmo más puro ya que lo que debiera ser ilegal es una ley con semejante halo racista. Permanecer tres años en España, condenado a trabajar en precario no es precisamente un paraíso. Vivir con miedo a que me detengan, me expulsen, me encierren en un CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros) como si hubiera cometido algún delito, no es ningún paraíso.

Hoy voy a centrarme en los manteros, pero no me olvido de todas las personas que trabajan en precario y atraviesan esta misma situación, como son las empleadas de hogar o las personas que trabajan en el campo. Personas que sufren a diario el maltrato y el racismo institucional, viéndose obligadas a llevar a cabo trabajos precarios y a «aguantar» como si de una condena se tratara.

Volviendo al tema de la criminalización, no solo me preocupa el lenguaje y la creación de esa alarma social sobre la existencia de mafias. Me preocupa también el empeño en pensar que los manteros destruyen el pequeño comercio y son los causantes de pérdidas económicas y de despidos. Vamos a centrarnos y a dejar de sacarnos datos de la manga. El pequeño comercio lleva años siendo afectado por las grandes multinacionales y por la compra por Internet. ¿A nadie le preocupa esto? A mí que me llamen loca pero que un señor compre su género y lo venda en la calle porque no le queda otra salida para buscarse la vida me parece algo muy lícito. Ahora bien, que una multinacional fabrique en Asia abaratando costes y teniendo a las personas trabajadoras en condiciones de semiesclavitud, para forrarse, eso sí me parece ilícito. Ojo, que yo a veces compro en multinacionales, no voy a colgarme medallas de nada, solo quiero lanzar la reflexión, ¿por qué con unos se ensañan tanto y con otros nada?

Siendo un poco mal pensada, creo que a veces es más fácil deshumanizar, culpar, criminalizar, en definitiva, sembrar el odio, para justificar nuestros actos. Digo yo que la crisis de las personas refugiadas, los barcos llenos de gente buscando un puerto de acogida, las vallas de Ceuta y Melilla forradas con las famosas concertinas, palabra que por cierto suena agradable pero no dejan de ser cuchillas, son cosas que estarán relacionadas con esto de sembrar el odio ¿no?

No sé, quizás estoy un poco paranoica, pero a la historia de la humanidad me remito. No sería la primera vez que el ser humano atribuye al otro características negativas para justificar el no aceptarlo, o peor, para justificar el destruirlo.

Con todo esto que os cuento pretendo generar una pequeña reflexión en las personas que me lean. Paremos para pensar, por un momento.

Imagina que sales de tu casa, de tu pueblo, de tu ciudad; imagina que dejas atrás a tu familia, a tus amigos, mirando hacia delante, hacia el futuro porque crees que puedes tener una oportunidad mejor en Europa, la perfecta e idealizada Europa. Imagina que lo tienes tan claro que decides jugarte la vida para llegar a ella. Imagina el viaje, es duro, durísimo. A veces dura años. Imagina que una vez consigues entrar en Europa, y cuando piensas que ese infierno por el que has pasado en tu viaje ha terminado, el maltrato institucional se pone en marcha. Imagina ahora que resulta ser mentira eso que dice la ley de que las personas, nacionales y extranjeras, tenemos los mismos derechos, no los tenemos. Imagina que te ves obligado a permanecer en la clandestinidad durante tres años, para poder así solicitar unos papeles que quizás te permitan quedarte aquí y trabajar. Imagina que en este ser clandestino una de las pocas vías que tienes para pagar el alquiler y comer, es la venta ambulante. Compras tu género y lo vendes en la calle. Lo compras en los mismos almacenes que los empresarios con pequeño o mediano comercio lo compran. Todo está en orden. Ahora vas a la calle y pones tu manta: desorden. Ahora estás cometiendo un acto delictivo, ilícito. Imagina que vives en un estrés constante por miedo a que la policía te quite tu género o a que te detenga. Encima muchas personas creen que los males del pequeño comercio vienen porque tú te ganas la vida de esta manera… pues anda que no hay grandes tiendas que ejercen competencia en la misma Gran Vía donde estáis los manteros. Imagina también que muchos piensan que eres un gasto para el Estado, si ellos supieran… que no puedes acceder al sistema de ayudas sociales porque no tienes los años de padrón suficientes. Si muchos supieran que no puedes abrirte una cuenta en el banco, requisito indispensable para, por ejemplo, solicitar unas ayudas de emergencia social al Ayuntamiento. Si muchos supieran que muchas veces no te alquilan una habitación, porque eres de fuera, y entonces se pone complicado lo de estar empadronado, requisito indispensable por cierto para poder solicitar una RGI después de tres años continuados de padrón. Si muchos supieran lo injustas y racistas que son las instituciones y las políticas que crean, y que el enfado y la rabia debería dirigirse a ellas y no a ti. Qué frustrante amigo.

Pero sigo pensando como decía al comienzo, en la poca información que tiene la gente. La gente de la calle digo, no la que pone en marcha políticas racistas y crea leyes con trampa, esa tiene toda la información lo que pasa es que no la utiliza con buenas intenciones. Informémonos entonces. Leamos, preguntemos, cuestionemos, seamos conscientes de los para qué de estos ensañamientos a colectivos concretos, a los manteros. Tengamos muy presente que todo tiene un para qué y si no… a la historia me remito.

Search