Aritz Urtubi Matalaz
Miembro de Orreaga Nabar Estatu Pentsamendua

Amore ez zutelako eman, bagara

La independencia y la libertad siempre tienen sentido por muy adversa que sea la situación. Sin ellas, lo que no tiene sentido es la vida en sí misma

En contestación a Patrik Unzurrunzaga Garate, miembro de koroa biluzik y relacionado con su artículo "Euskara ala ez gara", disociar pueblos de Estados es un pensamiento cuanto menos voluntarista y alejado de la cruda realidad que envuelve las relaciones internacionales.

En lo particular, la auto organización de naciones dentro de entes estatales, no es precisamente un plato de buen gusto por el inminente riesgo que ello conlleva de caer en el verticalismo político y debido a que los actuales Estados, son en su mayoría, Estados plutocráticos.

Dicho esto, veo un cierto sarcasmo denominar la institucionalización estatal de la cual nos dotamos los vascos como «un pasado reino medieval independiente vasco». Ese Estado independiente vasco perduró hasta el año 1630. El «autodenominado» medievo no corresponde a esa fecha. De pasado, nada. Esas instituciones estatales propias que nos dimos los vascos están actualmente secuestradas por dos Estados imperialistas y plutócratas, como lo son Francia y España. En este sentido, opino que nuestro deber es reactivarlas y darle continuación a nuestro Estado, que al menos parece que estamos de acuerdo en que existió y que considero que existe, y lo que existe resiste.

Aprecio positivamente al menos, que el autor del mencionado artículo haya tildado a «ese pasado reino medieval» de independiente y vasco. Porque así fue y sigue siendo así. Si nuestra lengua ha podido sobrevivir a todos los intentos de desaparición propiciados por el imperialismo imperante, quizás nos debiésemos de preguntar si 806 años de estatalidad propia (824-1630) no han contribuido a que hoy la podamos seguir vehiculando.

El hecho de habernos constituido en el año 824 en un Estado independiente, unificado y soberano, fue el único modo de hacer frente eficazmente a futuras agresiones y pretensiones imperialistas franco-hispanas, proteger nuestra organización social, su modo de vida y verse libres del yugo extranjero.

No disponemos de datos que nos informen de si eran conscientes de lo que suponía la fundación y consolidación de una institución jurídico-política soberana como escudo protector de toda una civilización multimilenaria. Ese Estado estuvo, desde el principio, en el punto de mira del globalismo que lo consideraba demasiado «adelantado» para su época y no podían admitir que esa concepción política auzocrática de la organización popular dentro de un ente estatal, se propagará a más lugares del planeta, como ocurrió años más tarde con Bolibar, Miranda, etc.

Y es así que, en 1630, el triunvirato Francia-España-Vaticano desmantela a fuego y sangre la auto institucionalización del poder político que nos dimos los vascos. Dice el autor del artículo que sin euskara ni siquiera tendría sentido la independencia. La independencia y la libertad siempre tienen sentido por muy adversa que sea la situación. Sin ellas, lo que no tiene sentido es la vida en sí misma. Independientemente de que si no quieres tu Estado, tienes al otro…

En algo coincido plenamente con Patrik Unzurrunzaga y es que este valeroso pueblo ha sabido absorber a través de los siglos todo elemento cultural beneficioso y que, pasando por mil avatares históricos, se resiste a desaparecer, pues de manera consciente o no, se siente portador de una cultura humana, de un modo de ser, de una vivencia particular de la realidad, de la que la lengua vasca es el fundamento y la esencia.

Como conclusión, dejar meridianamente claro el paralelismo existente entre el ocultamiento, cuando no desprecio, por parte del imperialismo extranjero y de sus colaboradores autóctonos, de la historia de nuestra estatalidad y la actual gran farsa de la plandemia, propiciados por los mismos depredadores que buscan la desaparición de nuestro pueblo. En el primero de los casos, difícilmente podremos encausar el genocidio y usurpación de nuestra estatalidad ante una instancia internacional como la ONU. En el segundo de los casos, sin embargo, es una obligación humana de primer orden llevar ante Cortes Penales Internacionales a todos los criminales y sus respectivos colaboradores y ejecutores, por crímenes de guerra y de lesa humanidad. El término guerra, por cierto, ha sido esgrimido tanto por la jefatura de los españoles como por la jefatura de los franceses, simples peones, al día de hoy, de estructuras superiores a los propios Estados. Algunos han tardado mucho y aún siguen tardando, en «captar» el mensaje enviado de manera diáfana y directa por quienes buscan nuestra desaparición.

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