Angeles Florez, militante convencida de un partido que ya no existe (lo que a ella le honra y a ellos les envilece)
Angeles Florez, hermana de uno de «los mártires de Carbayin». Militante socialista. Novia y compañera de otro luchador detenido por los golpistas triunfantes, encerrado en la cárcel de Oviedo, fusilado en el cementerio de esa ciudad y arrojado junto con centenares de compañeros a la Fosa Común que allí se encuentra.
Presa ella misma en la cárcel de Oviedo desde donde oyó las descargas que acabaron con su compañero y las que a diario acababan con tantos otros. Presa después durante varios años en el penal de Saturrarán y tras ser puesta en libertad incorporada a la militancia clandestina, lo que le obliga a salir al exilio en 1948, año de los terribles hechos del «Pozu Funeres» cuyas profundidades no descarta que también esperaran por ella...
Desde que nos conocimos le guardo un profundo aprecio y un gran respeto. En un primer momento porque quizás, quien sabe, una de esas descargas que ella oyó y cuyo sonido me dice que aún guarda en su memoria y retorna algunas veces a sus sueños fuera la que se llevó por delante la vida de mi abuelo aquel 2 de abril de 1938. Después, el ir hablando no sólo del ayer sino también del hoy y del mañana posible me ha hecho conocer a una persona con pasión por sus ideas, con buen corazón y con toda la entrega que sus muchos años vividos todavía le permiten tener y que es el firme reflejo de su voluntad que también es mucha. Saturrarán, Casu, El Mazucu... son algunos de esos sitios donde hemos compartido palabras, tiempo, memoria y, ni que decir, emociones.
Por eso respeto y aprecio a Angeles Florez, militante socialista aunque lo sea de un partido que ya sólo existe en su memoria y en su honestidad: un partido de los obreros, republicano, socialista de verdad, laico, enfrentado al Capital, a la Monarquia, a la Iglesia, al Poder...
Quizás Angeles sea, junto con cuatro más, lo único que ya queda de aquel PSOE que era de ella y de tantos que como ella dieron todo –hasta la propia vida– «por él», es decir, por lo que representaba y que hoy y desde hace mucho solamente es de esas personas «que se han metido en el partido por un sueldo, sin tener un ideal», como ella misma dice en una entrevista periodística esta misma semana.
Por ello mi gran respeto y mi más sincero afecto hacia ella. Tan grandes y tan sinceros como mi desprecio hacia quienes con su práctica, su cobardía, su pasividad o su silencio –sean «barones» o «militancia»– han sido capaces de llegar hasta aquí, de caer tan bajo como para resquebrajar una confianza como la de Angeles, mantenida en la dureza de la lucha, en el frente, en la derrota, en la cárcel, en la clandestinidad... pero ya imposible de mantener ante la realidad y la práctica actual del P”SO”E.