Erkuden Aramburu y Blanca Ruiz
En representación de la junta de patron@s de la Fundación Atena

Atena con más arte que nunca

Las familias que vivimos de cerca la discapacidad y especialmente las familias de la Fundación Atena, reconocemos el mérito de lo que aquí resumimos, pero nuestro deseo es que también la sociedad se haga eco de la realidad de este colectivo y de las buenas profesionales que les atiende.

Después de un confinamiento atroz, en algún caso hasta cruel por su severidad, que la pandemia covid-19 nos impuso, especialmente, a las personas con discapacidad, y que les llevó al aislamiento, a la incomunicación física y sensorial, a la total ausencia de visitas... es fácil comprender la tristeza, el dolor y las secuelas que esta fatalidad ha dejado en este colectivo tan vulnerable y en sus familias.

A este grave e inesperado problema se añade la crónica falta de recursos y que, como era de esperar, los pocos que había, han sido recortados. La cadena se rompe por el punto más frágil.

Ante esta situación, es de justicia reconocer, agradecer y hacer llegar a la opinión pública lo que el grupo de profesionales de la Fundación Atena ha sido capaz de hacer por mantener e, incluso, potenciar, las actividades de la Fundación con tesón, esfuerzo, ilusión y entrega.

En cuanto fue posible se reinició la actividad, se retomaron las clases en la escuela, los ensayos...

Las medidas preventivas fueron adoptadas de forma estricta, los grupos organizados de forma inteligente e integradora.

Hubo miedo, por supuesto, fundamentalmente entre los familiares y profesoras, pero fueron pocas las personas que fallaron... las actividades continuaron, continuamos y... fue bueno... ¡muy bueno!

El alumnado recuperaba la alegría, volvía a sonar la música y bailaban, se disfrazaban y ensayaban frente a un espejo que les admiraba.

Jornadas de emoción para todos y todas. Y también momentos de agradecimiento al equipo por el valor y entrega demostrados en circunstancias tan inciertas.

Nuevas olas de pandemia fueron apareciendo, pero no parecían afectar ni a la voluntad del equipo en su atención diaria ni a la puesta en práctica de nuevos proyectos.

Es de destacar que personas que acudían a las sedes de Atena desde centros residenciales, a las que estas salidas les marcaban, en positivo, el ritmo de sus rutinas, se quedaron totalmente aisladas. 
s entonces cuando las profesionales de Atena se organizaron para seguir atendiéndoles, acudiendo a esos núcleos «burbuja» y así continuar con su estimulación y socialización hasta que, de nuevo, puedan retornar a sus salidas tan deseadas, en la comunidad. ¡Ojalá sea pronto!

La Compañía ha incrementado sus actuaciones y compromisos y mejorado notablemente su calidad artística. Incluso se llegó a estrenar un nuevo espectáculo en 2020, pese a que el covid se resistía a abandonarnos. Hay muchas horas de trabajo y de esfuerzo por detrás.

También Atena, en esta época de pandemia, ha logrado llevar su arte inclusivo a la escuela ordinaria. Así pues, escolares de tres centros navarros participan en actividades llevadas a cabo por un profesorado sensible y entusiasta. Esperemos que se produzcan nuevas incorporaciones.

Las familias que vivimos de cerca la discapacidad y especialmente las familias de la Fundación Atena, reconocemos el mérito de lo que aquí resumimos, pero nuestro deseo es que también la sociedad se haga eco de la realidad de este colectivo y de las buenas profesionales que les atiende.

Mil gracias a Begoña, Arrate, Iosune, María, Arantxa G, Sara, Ekhiñe, Sandra, Andrea, Oldazne, Megan, Arantxa E y Lorena porque lo vuestro es el arte y la discapacidad unidas. Y en estos dos años habéis demostrado más arte que nunca.

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