Iñaki Uriarte
Arquitecto

Baga, biga, higa… harma tiro pun! Mikel Laboa

Laboa alcanzó, desde una humildad personal y austeridad escénica, una grandiosidad absoluta creando en sus actuaciones una contagiosa atmósfera poética sencilla a la vez que profunda.

Hoy hace diez años, el 1 de diciembre de 2008, el entrañable cantautor euskeldun Mikel Laboa (Donostia, 1934-2008) abandonó, en cuerpo presente, su familia, la tierra, Euskal Herria y se encontró allá, en lo alto, con sus txoriak. Pero el recuerdo y reconocimiento de su humanidad y creatividad cultural permanece en el pueblo vasco como una de las grandes personalidades de nuestra historia.

Muy brevemente parece oportuno reseñar algunos momentos destacados de su inquieta y apasionante biografía. En su doble estancia como médico en Barcelona, 1964 y posteriormente entre 1966-1967 para hacer la especialidad de neuropsiquiatría infantil, cuando estudiantes vascos concienciados le conocimos y tratamos personalmente apreciamos ya su entrañable estructura humanista arraigada en los valores más tradicionales de un pueblo que generaron su amplia faceta inspirativa. Allí toma contacto con la Nova Canço catalana, el grupo Setze Jutges y otras personalidades culturales que ejercerán una indudable influencia e ímpetu musical e identitario renovador.

En su regreso a Euskal Herria se vincula con otros destacados intelectuales y cantautores los hermanos Joxean y Jexux Artze, Benito Lertxundi, Xabier Lete, Lurdes Iriondo, Anjel Irigarai, y artistas plásticos Jose Mari Zabala, Jose Luis Zumeta, Jorge Oteiza, Jose Antonio Sistiga grupo que dará origen a una singular evolución musical, Kantu Berria y culmina con el novedoso e integral espectáculo Ez Dok Amairu (1970).

Su aportación a la cultura vasca ha sido y seguirá siendo trascendental en nuestra historia contemporánea. Un periodo fundamental en la creatividad y recuperación identitaria: andereñoak, inicio de las ikastolak y el euskara batua, los grupos artísticos Gaur, Emen, Orain, Danok, Durangoko Euskal Liburu Azoka, la integración de las artes con estatuaria, pintura, vidrieras, en la sorprendente arquitectura del santuario de Arantzazu en Oñati y otros conocidos relevantes acontecimiento sociales, laborales y políticos.

Ejemplar impulsor del euskera y solidario con toda la problemática de Euskal Herria, es preciso recordar, por lo significativo del momento, la asistencia junto con otros destacados artistas vascos, a la Biennale di Venezia en 1976 bajo el lema Amnistía Denontzat. Mikel, como también casi todo el arte vasco comprometido con su país, ha sido miserablemente ignorado en España.

Emisión y emoción

Su creatividad musical partiendo de referencias compositivas basadas en las raíces peculiares de un pueblo, sus creencias, tradiciones y una antigua singular lengua propia, el euskera, muy basada en la tradición oral que revalorizó en su condición y capacidad de incorporar una forma de emisión vocal de indudable vanguardia. Un novedoso lenguaje expresivo y musical investigando nuevas formas vocales, dotándole de una contemporaneidad absoluta anticipando su aprecio, práctica y supervivencia futura.

Laboa alcanzó, desde una humildad personal y austeridad escénica, una grandiosidad absoluta creando en sus actuaciones una contagiosa atmósfera poética sencilla a la vez que profunda entre la forma y el fondo. Composiciones comunicadas en una voz entrañable con palabras poseídas de una conmovedora semántica y la hermosura de unos contenidos penetrantes de ancestralidad, de múltiples memorias en ocasiones casi olvidadas, alusivas a la naturaleza, la vida, etnografía, el sufrimiento, el euskara y el país transmitiendo su continua invocación a la autoestima y la libertad.

Con un fraseo cálido, cariñoso de tonalidad afable, complementado con tiernos agudos lentos sumamente expresivos emitidos en unos registros sorprendentes compuestos de dulzura, armonía y sentimiento. Capaz de desgarros vocales polícromos en matices y texturas con sonidos y tonalidades épicas plenos de significados que, en ocasiones, sustituían a las palabras, creando un sorprendente, por experimental y vanguardista e impresionante por su profundidad espiritual, artístico paisaje fonético y onomatopéyico.

Mensajes musicales que, especialmente apreciados en directo con su sobria presencia, transmitían además de profundidad, una gama de sensaciones contagiosamente enternecedoras, impregnando su sonoridad la sensibilidad de los asistentes y componiendo un tiempo emocional, una reverberación sensorial que suscitaba en ocasiones temáticamente una emoción y llanto espiritual y cuantas veces real.

Quizá dos de los momentos más sublimes de su vida como artista, por la dimensión estética, la singularidad y solemnidad del acompañamiento orquestal con la multitudinaria y afectiva acogida y entrega de un público conmocionado fueron sendos conciertos que constituyen sin duda alguna monumentos sonoros de la memoria musical vasca.

Al anochecer del 9 de agosto de 1997 con motivo del centenario de Donostiako Orfeoia en el estadio de Anoeta con la interpretación de Txoria Txori, (letra de Joxean Artze) y Baga, biga, higa, ambas estrenadas en versión orquestal, adaptadas por el compositor cubano Carlos Puig, acompañado por Euskadiko Orkestra Sinfonikoa (EOS) dirigida por Victor Pablo Pérez y Donostiako Orfeoia con su director titular José Antonio Sainz Alfaro. El otro, en ámbito más intimista fue el concierto del 5 agosto de 1999 en el ciclo de Donostiako Musika Hamabostaldia en Victoria Eugenia Antzokia actuando junto con Donostiako Orfeoia y Euskal Herriko Gazte Orkestra dirigida por su director Enrique Ugarte en tres temas que representan epopeyas musicales vascas: Gernika (Lekeitio 4), Txoria txori y Baga Biga Higa (Lekeitio 2) que fueron grabados en directo para el disco Gernika Zuzenean 2.

Su declamación con sonidos inarticulados de sutil e impactante belleza es respondida y respaldada por el magnífico arrope colectivo, vocal y orquestal, creándose parajes musicales inconmensurables, incluso en sintonía con la dialéctica estética vasca entre el vacío, en este caso su canto dulce, íntimo, y el lleno, el coro y la orquesta.

Un poco después de su fallecimiento, el 8 de agosto de 2009, en Donostiako Musika Hamabostaldia, quienes acudimos a su merecido homenaje, Laboaren Munduak, con la participación de sus colaboradores más habituales, grandes creadores musicales y amigos Iñaki Salvador y Josetxo Silguero, pudimos de nuevo apreciar con una gran carga emocional el gran reconocimiento, cariño social y la inmensa trascendencia de su legado musical que quedará para siempre.

Baga, biga, higa

Este décimo aniversario parece que por su alusión a la secuencia decenal, uno al diez, remite a su magistral y arraigada obra fonético musical Baga, biga, higa… harma tiro pun! (Lekeitio 2) de 1969 grabada en 1974 y que obedece a dos poemas onomatopéyicos tradicionales publicados por el lingüista Manuel Lekuona (1894-1987) en Literatura oral euskérica en 1935.

Estas referencias populares y su formación de médico especialista en neuropsisquiatría infantil, son asumidas e interpretadas por Laboa otorgando significados a indescifrables vocablos sencillos emitidos con emotividad emocional y una novedosa musicalidad sorprendente considerando la época de su creación, en un vibrante crescendo con ritual de letanía en una vocalización a modo primitivo con expresión contemporánea.

En esta obra musical, en su versión sin más acompañamiento que una guitarra, tras un inicio instrumental, irá repitiendo la insistente secuencia decimal Baga, biga, higa cantada en dos series consecutivas hasta cinco veces seguidas e intercaladas con cuatro tramos cortos Xirristi-mirristi… como un canon, continuando con otro pasaje instrumental previo a un extenso e intenso fraseo oral con voces que se perciben como música que finaliza y se extingue dulcemente con otro doble Baga, biga, higa, en un emocionante recital a lo largo de ocho minutos y unos segundos.

Su abundante discografía, enriquecida desde 1969 con las bellas y artísticas portadas de su gran amigo, el extraordinario pintor Jose Luis Zumeta (Usurbil, 1939) nos permitirá la recreación de momentos inolvidables y su inseparable guitarra, posteriormente interpretada y en tamaño gigante y color azul hecha escultura como homenaje por el artista Juan Gorriti (Oderitz, Larraun, 1942), nos recordará que sus cuerdas fueron activadas por una personalidad genial.

Laboa acabó su recital terrenal, se fue, de la misma forma que finalizaba sus actuaciones, con discreción, traspasando lentamente el escenario con su habitual vestimenta azul oscuro detrás del último sonido, dejando en el auditorio para la posteridad a modo de bis una leyenda musical con rango de himno nacional cultural: Baga, biga, higa…Ikimilikiliklik… un adagio caloroso.

En la memoria colectiva su entrañable figura y la monumentalidad de su obra de inconmensurable dimensión cultural, fundamental en el arte vasco, que se ha acrecentado en esta década de ausencia con numerosas interpretaciones de su obra incluso desde otras culturas, será reconocida por la historia de la música y permanecerá siempre como una inmortal herencia musical y sentimental de Euskal Herria.

Su genuina creación, si las instituciones públicas tuviesen una elemental apreciación de la cultura propia por su trascendental e irrenunciable importancia en la consolidación de una identidad y autodeterminación nacional, debería ser analizada en su totalidad y tener por sus muy diversos valores una consideración y calificación de monumento sonoro perteneciente al Patrimonio Cultural Inmaterial Vasco.

Laboa y el frontón

El frontón de plaza tradicional espacio público y ágora social vasca es un lugar habitual para todo tipo de expresiones etnográficas vernáculas y entre ellas como escenario de kantaldiak ha tenido entre los cantautores vascos su figura, quizá, más persistente, representativa y reconocida en Mikel Laboa. Lugar y forma donde concurre la sobriedad ornamental del frontón con la instrumental de sus recitales.

Con esta singular referencia urbanística e identitaría propia de Euskal Herria y a modo de homenaje en este décimo aniversario a su inolvidable personalidad que vincula histórica y espacialmente la memoria inmaterial de sus recitales con un lugar habitual en su biografía musical, el frontón, como la plaza de la pelota y la palabra, se ha creado un sencillo video, Mikel Laboa 1-10. En este documento que ahora se presenta se pretende expresar el encuentro, el concierto entre el ritmo de la música y la palabra de Laboa con el ritual de la pelota y la pared.

En los frontones con pared izquierda los cuadros (números) que señalan progresivamente espacios del juego y que en los más largos llegan desde el 1 al 10 (bat, bi, iru,…hamar) son la referencia para asimilarlos y sincronizarlos sucesivamente a la cadencia decimal de su recital Baga, biga, higa, laga, boga, sega, zai, zoi, bele, harma tiro pun!

Los pasajes musicales onomatopéyicos intermedios, Xirristi-mirristi, gerrena, plat, olio-zopa, kikili-salda, urrup! edan, edo klik! ikimilikiliklik, cuando su voz emite sorprendentes fugas de sonoridad indeterminada y en los tramos instrumentales de guitarra son respondidos en esta composición por imágenes de miradas ágiles, dispersas por el frontón con sus angulaciones diédricas en los encuentros de paredes, sus armónicas siluetas y ornamentos con remates, escudos, dataciones seculares las texturas pétreas del frontis, las múltiples relaciones y efectos de la chapa, las eskak o rayas del suelo, sus diversos nombres Beti Jai, Euskal-Jolas, Gure Toki, Jai Alai, Pelota Tokia, Pilota Lekua, Toki Alai. Todo un recital gráfico.

La secuencia fonética de Laboa con sus insistentes emisiones expresada de modo abstracto con la dinámica, tonalidad e inflexiones de su voz, juega en el frontón donde parece rebotar y crea un eco sentimental, que se puede vincular con las aludidas abstracciones singularizadas de formas y colorido identificativos del frontón con nuevos significados.

Un poema profundo ya imperecedero que bota y saca el espíritu de Laboa, recorre el sublime espacio de juego de la sensibilidad golpea de frente al corazón y rebota en el alma. Por todo y por tanto, ¡Mila esker, beti Mikel Laboa!

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