Cambiemos de menú
El verano llegó calentito. Tan calentito como les han llegado a muchos pacientes del Complejo Hospitalario de Navarra los yogures o las manzanas a lo largo de año y medio. Tan calentito como el ánimo de miles de navarras y navarros. Ellos se lo guisan, nosotros nos lo comemos. Ellos nos guisan los recortes, las privatizaciones… Y la mayoría de la gente es quien se tiene que tragar y digerir las consecuencias.
El informe hecho público en junio por la Cámara de Comptos sobre la privatización del servicio de cocinas hospitalarias no sorprendió prácticamente a nadie. Pero lo cierto es que refuerza los argumentos que ya pusimos encima de la mesa muchos meses antes de que se consumara la privatización. Por ejemplo, que privatizar un servicio público que funcionaba bien y que empleaba a más de 200 personas no se podía justificar en base al ahorro. Que la unificación y el cambio de sistema a cadena en frío no tenían por qué implicar necesariamente la privatización del servicio. Que iba a mermar la calidad del servicio a la ciudadanía y era un paso más en el deterioro del sistema público. Que se iban a ir a la calle más de 100 trabajadores, en su mayoría mujeres, de más de 50 años, contratadas temporales y con una media de antigüedad en el servicio de más de diez años.
En definitiva, que el ahorro que se pudiera obtener provendría de un brutal recorte en la calidad de la comida y del servicio y en puestos de trabajo. Todo ello para que una empresa privada se lucrara con el dinero de todas. Y aquí hay estómagos agradecidos que, desde luego, no son los de los pacientes.
La Cámara de Comptos aporta datos que nos hacen mantener incluso con más fuerza nuestros argumentos y la demanda de reversión del servicio a lo público. Porque constata que privatizar es más caro, constata la dejación del Gobierno de Nafarroa, por ejemplo, en el control de la facturación. Privatizo y me olvido. Pues nosotras no olvidamos, la ciudadanía navarra no olvida, y el Gobierno de Nafarroa no va a poder olvidar, porque próximamente van a tener que dar explicaciones al conjunto de la sociedad navarra.
Estamos hablando de una decisión política, tomada en su momento por UPN y PSN, que ha traído consecuencias de las que deben rendir cuentas. Este tipo de decisiones son producto de la política de gobernar para unos pocos, para intereses particulares, y no pensando en la mayoría de la ciudadanía.
Y la privatización de las cocinas hospitalarias es el ejemplo paradigmático de esta política, pero no es el único, ni mucho menos. Otro tanto podemos decir de tantos y tantos agujeros negros forales, como el Circuito de Los Arcos, el Pabellón Arena… que nos están costando un riñón y parte del otro a todos los navarros y navarras, y que no responden a las necesidades de la mayoría social.
El régimen UPN-PSN lleva muchos años haciéndonos comer la basura que nos guisa. No nos referimos solo a la de las cocinas hospitalarias privatizadas, sino a la que se guisa sistemáticamente en el Palacio de Navarra y en oscuros despachos. Y durante muchos años nos han hecho creer que esto es como las lentejas, o las comes o las dejas.
Pues ya es hora de un cambio de menú. Es hora de que los que entienden la política como servicio privado y no como servicio público se olviden de su menú gourmet y se pongan a dieta. Y sobre todo es hora de que la ciudadanía navarra pueda participar en la creación de un nuevo menú que cubra sus necesidades, y pueda dejar en el plato las políticas injustas de recortes, de privatizaciones y de mangoneos. Esa es la carta que queremos elaborar junto con esa mayoría que apuesta por un cambio político y social profundo en Navarra.