Martin Garitano
Periodista

Carrero Blanco

Artículo escrito con motivo del 49 aniversario del atentado que le costó la vida. Fue el 20 de diciembre de 1973.

Recuerdo, hasta con detalles, la mañana en que tres militantes hicieron volar por los aires al segundo de a bordo de la tiranía de Franco y su sucesor, a título de Rey, Juan Carlos Borbón, personaje poco ejemplar, a la luz de los datos ahora conocidos pero de los que ya había sospecha bien fundamentada.

El atentado que costó la vida a Carrero Blanco, ejecutado con precisión y perfección por jóvenes militantes que contaban, sin duda, con más valor y convicción que preparación militar, estremeció a un régimen agónico que ya se preparaba para el entierro de su caudillo, primero en Cuelgamuros, ahora en Mingorrubio.

Es aventurado, sin duda, asegurar que hubiera sido del franquismo sin Franco pero con Carrero, pero no sé si conozco a alguien que no sonriera aquel 20 de diciembre de 1973. Y si lo conozco, no es mi amigo. Solo conocido.

Traté con cierta frecuencia a algunos partícipes de la operación y nunca escuché palabra alguna de satisfacción por haber acabado con la vida de aquellos tres hombres a la altura del 104 de Claudio Coello. Matar es un horror, qué duda cabe, pero aquellos a los que traté no querían el horror, sino acabar con él.

Murió Carrero en la terraza de la residencia de los jesuitas y Franco un par de años más tarde en la cama que gestionaba su yerno, otro corrupto de marca mayor.

Y el bastón de mando pasó a manos del sátrapa que anda escondido ahora entre dunas.

¿Cambiaron las cosas? No tengo la menor duda, pero los cimientos del Régimen, aunque se resintieran, no se desmoronaron. Ahí seguimos, con la burra a brincos, empeñados en una tarea difícil y tantas veces ingrata pero que empieza a mostrar brotes que luego serán frutos.

Pero hoy toca recordar aquellos hechos y sus protagonistas. Y dejar constancia del valor real que tiene el valor.

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