Eider Sarasola
Limpiadora

Carta a Olentzero

Este año ha sido especial, por muchas razones. En primer lugar, porque hemos conseguido sentar a Garbialdi a la negociación, después de tanto años. En segundo lugar, porque hemos adquirido conciencia sobre la brecha salarial que nos separa de un sector parejo, pero altamente masculinizado: el de la limpieza viaria.

Tenía 6 años cuando supe que Olentzero no existía. Y no me llevé niguna decepción. Al contrario, sentí cierto alivio al saber que no estaba siendo permanentemente vigilada por un ser mágico al que solo veía una vez al año y que, según me decían, podía ser implacable. Todo eran ventajas: seguiría recibiendo regalos por parte de mi familia y a ellos me podía dirigir sin intermediarios.

Han pasado muchos años desde entonces, y golpeo la puerta del 2019 con muchos de aquellos sueños de la niñez cumplidos, otros desechados y otros por cumplir. Y son precisamente los sueños pendientes los que me han empujado a escribir nuevamente a Olentzero. Trabajo en el Servicio de Limpieza del Departamento de Seguridad, desde hace ya más de 25 años. El servicio lleva todos esos años (y más) subcontratado. He tenido varias empresas como empleadoras: Clece, Uni 2, Valoriza... hasta la actual, Garbialdi. Tengo un contrato a tiempo parcial de 20 horas semanales. Mi salario está congelado desde diciembre de 2009. ¡Ah! Y soy mujer (por descontado).

Este año ha sido especial, por muchas razones. En primer lugar, porque hemos conseguido sentar a Garbialdi a la negociación, después de tanto años. En segundo lugar, porque hemos adquirido conciencia sobre la brecha salarial que nos separa de un sector parejo, pero altamente masculinizado: el de la limpieza viaria. Nos separa una brecha del 13%. En tercer lugar, porque hemos conocido a nuestras compañeras del Servicio de Limpieza de Juzgados, que están en una situación parecida: su brecha es del 7%. Y por último, porque ambos colectivos nos hemos empoderado y estamos de huelga desde el pasado 19 de septiembre con el apoyo de mi sindicato, ELA, y también de ESK y LAB.

Ninguna nos imaginábamos que esto fuera a alargarse tanto. Han pasado ya tres meses y todo parece indicar que comeremos el turrón detrás de la pancarta. Por eso me he decidido a recuperar aquella vieja costumbre de la niñez de escribir a Olentzero. Si entonces el verdadero Olentzero eran nuestras amatxos y aitatxos, ahora Olentzero debieran ser los departamentos del Gobierno Vasco. Ellos son nuestros «padres» laborales. Garbialdi hoy está y mañana, o al día siguiente, pasará. Y vendrá otra empresa. Por ello nos dirigimos al Departamento de Seguridad y al de Trabajo y Justicia del Gobierno Vasco. Ellos, mediante la contratación pública pueden, si quieren, hacer frente a la brecha salarial. Las leyes nos amparan. Solo hace falta que hagan lo propio las y los políticos. Ésta es mi carta:

«Querido Olentzero:

Este año venimos con una petición singular. Somos dos colectivos de limpiadoras muy orgullosas de serlo. Desde siempre, la tarea de limpiar ha sido invisibilizada por el patriarcado y el neoliberalismo. Ya sea en casa o fuera de ella, la limpieza ha sido (y en gran medida es) cosa de mujeres. Y, cómo no, apenas se le concede valor económico.

Sin embargo, nosotras somos plenamente conscientes de lo importante que es la limpieza: ofrece confort, bienestar e incluso incide en la salud de las personas. Pues bien, ya es hora de que nuestro trabajo se valore como es merecido. ¿Por qué cuando limpian hombres vale más que cuando lo hacemos las mujeres? Queremos igualdad salarial. Y no vamos a parar hasta conseguirlo. Vamos a hacer historia. ¿Nos echas una mano?».

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