Iñigo Jaca Arrizabalaga

Catorce horas con los demócratas catalanes

De pronto surge la primera alarma, parece que la policía se acerca, se nota la angustia en muchos rostros de los miembros de las mesas, pero todos quieren defender su tesoro, la expresión democrática, la urna.

Fue a Barcelona un miembro de una organización internacional con sede social en Bruselas, compuesta por diferentes movimientos sociales de los pueblos sin estado de la UE, agrupadas por estar todas ellas a favor del derecho de autodeterminación de los pueblos de Europa. La víspera del 1-O acudió a una reunión de más de cien voluntarios flamencos, escoceses, vénetos, sudtiroleses y vascos para participar como Visitor Internacional en el referéndum de Cataluña.

A él le tocó acudir al Centro escolar Barrufet de Sants. Centro al que tuvo que acudir a las 7h de la mañana y en el que ya se encontraban allí numerosas personas ocupando la plazoleta que da acceso al mismo. Llevaban allí desde las cinco de la mañana. Para este centro había cuatro observadores internacionales, un catalán de Perpignan de nacionalidad francesa, un abogado portorriqueño experto en procesos de autodeterminación, un catedrático español de Derecho Constitucional y un médico vasco.

Dieron las nueve horas y se abrieron las puertas del colegio donde se ubicaban nueve mesas electorales. Ninguno de los miembros convocados por la Generalitat se presentó y las nueve mesas se constituyeron con los tres primeros asistentes a cada una de ellas. Allí estaban también los apoderados de los partidos convocantes y los encargados para la supervisión del referéndum. En la calle había unas cuatrocientas personas que entonaron suavemente la canción de Els Segadors y esperaban pacíficamente para poder entrar a votar.

Comienza la votación, los que están esperando abren un pasillo para que los primeros en votar sean los ancianos allí presentes. Es impresionante el respeto que todos sienten por sus ancianos, como les ayudan a entrar, en muchos casos a personas que no ocultan su emoción de poder ir a decir «Sí» a la independencia de su país. No han transcurrido ni treinta minutos y primer bloqueo del sistema informático producido por la Guardia Civil según pudo escuchar. Trajeron sillas del colegio para que los ancianos pudieran esperar sentados hasta que se solventara aquella «incidencia». Una vez solventada con vías alternativas, prosigue la votación. Pasado un rato, de nuevo les bloquean, así un par de veces más a lo largo de la mañana.

Llegan las primeras noticias e imágenes de lo que está sucediendo en otros colegios electorales, de las agresiones que sufren los miembros de las mesas, de la detención de dos visitores internacionales escoceses, de la agresión sufrida por un diputado flamenco, y se comienza a vivir cierta tensión contenida, pero siguen todos con su cometido, dejando pasar a sus ancianas y ancianos, ayudándoles a votar, dándoles abrazos, algunos ancianos lloran de emoción.

De pronto surge la primera alarma, parece que la policía se acerca, se nota la angustia en muchos rostros de los miembros de las mesas, pero todos quieren defender su tesoro, la expresión democrática, la urna, se las llevan a otra sala contigua donde seguirán estando supervisadas y asi impedir que la policía interviniente se las lleve. La urna es el tótem de la democracia, es el tesoro a proteger, los situados en la plazoleta sentándose en la calle para impedir el paso, los miembros de la mesa desplazando y escondiendo las urnas. Pasa la alarma y se retoma la votación.

Así transcurre la mañana entre los sabotajes del programa informático y las falsas alarmas. Las noticias que llegan cada vez son más alarmantes, centenares de heridos, urnas confiscadas etc. La participación se produce con una cadencia de unos 450 votos cada media hora. Acuden a votar personas de otros lugares a quienes se les habían cerrado sus colegios electorales y se acepta su participación.

Hay que mantener una única puerta abierta y hace mucho calor en la sala. Las personas del exterior suministran agua, pan y algunos dulces a los miembros de las mesas que permanecen pegados a ellas. En todo momento se tiene presente que la Policía Nacional o la Guardia Civil acudirá a arrebatarles las urnas, hay miedo, pero a la vez hay mucha determinación en lo que están haciendo. La mayoría de los miembros de las mesas son mujeres. En la calle, un poco alejados, hay dos mossos que más parecen estar para registrar las incidencias que para crear problemas a la votación.

Surge una nueva alarma advirtiendo de la proximidad de la policía, se escuchan esas sirenas que dejan paralizada a la gente y empiezan a movilizarse los jóvenes para proteger los colegios, salen los vecinos a los balcones golpeando cacerolas, en la sala hay una anciana de 86 años que tiembla, está pálida, muy angustiada y es atendida y tranquilizada por el médico presente y una enfermera miembro de una de las mesas. La terapia son la presencia y los abrazos del médico y la enfermera. Esta anciana era la tercera vez que acudía para votar, las dos anteriores había vuelto a su casa porque había coincidido con otras alarmas. Pero esta vez tampoco entraron.

Dieron las 20h, numerosas personas siguieron defendiendo el acceso en actitud pacífica, en silencio, sin banderas, la única bandera a defender eran las urnas, la democracia. Se veían unos cuantos jóvenes vascos en esa actitud, dando apoyo a los vecinos de Sants. De vuelta a Euskal Herria le toca escuchar del lehendakari Urkullu que este referéndum no vale, que hay que hacer uno pactado y piensa que en la cabeza de este lehendakari algo no funciona bien o que les está haciendo los deberes a Mariano y a Soraya. ¿No se da cuenta Urkullu de que está faltando al respeto a miles de observadores internacionales que han participado en el mismo?, muchos de ellos catedráticos y profesores de Universidad, algunos de ellos parlamentarios como el flamenco golpeado por la policía, médicos, abogados, ingenieros, profesores licenciados y quizás incluso algún político diplomado.

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