Josu Iraeta
Escritor

Cinismo, mezquindad y falta de respeto

¿Cómo es posible que en la dirección de la Unión Europea y gobiernos «periféricos» que lo sustentan, haya tal concentración de atorrantes y corruptos? ¿Cómo es posible que la ciudadanía de los diferentes países miembros, encumbre hasta los órganos de dirección a tanto delincuente? ¿Cómo es posible que la sociedad europea haya olvidado su hambriento pasado?

En alguna ocasión hice apología de mi formación religiosa –entre sotanas y baberos– y quizá es llegado el momento de preguntarse qué opinarán respecto al comportamiento actual de muchos de sus antiguos alumnos –de esos que exhiben la insignia de oro–, en la solapa de su chaqueta.

Hace ya algún tiempo que nos abandonó el último profesor y amigo –navarro– con el que mantenía alguna relación, de ahí que desde estas líneas pretendo aproximarme, hoy, al cerebro de aquellos profesores que transmitieron su valioso conocimiento a tanto impresentable y atorrante que hoy anda suelto por Europa.

No sé si la palabra fracaso será vocablo hoy frecuente entre ellos, cuando analizan la situación que se vive, y ven horrorizados cuántos de sus alumnos son responsables directos de los miles de migrantes que están muriendo cuando pretenden pisar Europa.

Naturalmente, casi nada es lo que era, todo ha cambiado tanto que es difícil situar, comparar, incluso entender en su dimensión real la escala de valores «vigente» con la que hace ya muchas décadas, los del «babero» trataban de dirigir los pasos de sus alumnos.

Po supuesto, en algunos aspectos su visión y encaje de las personas en la sociedad actual ha quedado, si no obsoleto sí algo lejano. Las estadísticas que se citan del mal llamado fracaso escolar poco tienen que ver con las «clases de vela», necesarias para quienes sufrían por mantener el ritmo en sus aulas. En fin, parece como si viviéramos en otro mundo.

Otra de las «novedades» más relevantes la tenemos en que las monedas nacionales –salvo excepciones– ya no existen y se han unificado. Sin olvidar que la estructura política del mundo se ha transformado como consecuencia de la caída de la Unión Soviética y el «establecimiento» de un nuevo orden económico mundial. Entonces teníamos a Josetxo Stalin, hoy tenemos a Donald Trump.

Consiguientemente, el poder e influencia de las organizaciones sindicales, así como de los gobiernos estatales, se ha visto considerablemente reducido. Ahora son las fábricas quienes emigran, abandonando a sus «ex» trabajadores. Esto significa que –desde hace décadas–, es más sencillo y rentable construir una fábrica allí donde la mano de obra es barata, que importarla.

De hecho, quienes han sufrido una severa metamorfosis son las empresas de la información, que en las últimas décadas se han reconvertido en económicas, y además son culturalmente hegemónicas.

Sin olvidar al verdadero, al único factor con capacidad para imponer cambios en los mapas territoriales, generar conflictos armados, modificar gobiernos y condenar a la muerte por inanición a millones de personas. Me estoy refiriendo –claro está– al Poder Financiero, que desde hace décadas viaja sin parar, comprando y vendiendo por todo el mundo a la velocidad que permite la informática.

Por supuesto, este modelo de democracia «establecido» dentro del llamado nuevo orden económico mundial ha conseguido éxitos notables. Cómo olvidar que los pobres que no tienen acceso al trabajo se multiplican, pudiéndose añadir que, desgraciadamente, también pertenecen a la misma cofradía, muchos de los que trabajan.

Desgraciadamente, como natural derivación de lo expuesto hasta ahora, la concentración de poder económico mundial es más repugnante, intensa y cruel, que cualquier otra conocida a lo largo de la historia.

Una pequeña reflexión sobre lo escrito hasta ahora me lleva a formular algunas preguntas; ¿cómo es posible que en la dirección de la Unión Europea y gobiernos «periféricos» que lo sustentan, haya tal concentración de atorrantes y corruptos? ¿Cómo es posible que la ciudadanía de los diferentes países miembros, encumbre hasta los órganos de dirección a tanto delincuente? ¿Cómo es posible que la sociedad europea haya olvidado su hambriento pasado?

Porque, los europeos no siempre fueron «colonizadores», y si se analiza con conocimiento y seriedad su comportamiento actual, incluso pudiera afirmarse que se avergüenzan de su pasado, no tan lejano. Porque es evidente que las razones del movimiento migratorio europeo fueron varias y diversas, pero, una de las más importantes sin duda, no fue otra que el hambre. Ya que no fueron capaces de equiparar la producción alimentaria con el desarrollo demográfico.

Cierto que tan poco fueron ajenos los conflictos de orden social y político. El hecho de que los trabajadores comenzaran a asimilar su conciencia de clase, hizo que se iniciaran las luchas reivindicativas, lo que unido a las de índole nacional, generaron enfrentamientos revolucionarios.

Es evidente que el cinismo que impera en la «vieja» Europa, es capaz de ignorar la masacre que se vive en el Mediterráneo. Como también es evidente que la censura no ha podido evitar que los europeos –tanto del norte como del sur– hayan podido disfrutar con las imágenes de migrantes, muertos a pelotazos los unos, varados en las playas los otros y como carnaza-festín muchos miles de ellos.

Muchos miles de personas, hombres mujeres y niños, que, según el Derecho Internacional –«vigente»– debieran poder acceder a otros países –tal y como los propios europeos lo hicieron con anterioridad– con el ánimo de mejorar su presente y futuro.

Presente y futuro que es impedido por quienes durante tanto tiempo, saquearon sus tierras y los explotaron como esclavos. Quizá la oculta y repugnante razón esté en que, los colonizadores, temen ser colonizados.

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