Francisco Letamendía «Ortzi»
Profesor de la UPV/EHU

Comentarios a vuelapluma sobre la investidura

La segunda condición es aún más importante: estar preparado para aprovechar ese momento. Lo que depende de algo que desborda la práctica de los partidos, véanse la construcción teórica y el fortalecimiento de la cultura política.

Las sesiones del Congreso que han dado la investidura a Pedro Sánchez han sido un caleidoscopio que ha reflejado con luz cegadora la situación y perspectivas de las distintas fuerzas parlamentarias del Estado: «el matonismo» del bloque de derechas -tal como lo definió Adriana Lastra, cuyas intervenciones frescas y certeras han provocado por cierto en mí sentimientos de identificación que no había experimentado hasta ahora respecto a ningún parlamentario o parlamentaria del PSOE-; la súbita metamorfosis de Sánchez y el grupo socialista fruto de un cálculo probabilístico sobre cómo alcanzar la investidura, cuya coherencia va a ser pronto puesta a prueba; y el inicio de una cierta esperanza, quebradiza aún y sometida a mil riesgos, de los grupos socialmente rupturistas y nacionalmente independentistas de las periferias vasca y catalana.

Yo viví en los años 1977 y 78 una experiencia distinta en el Congreso: mis intervenciones, abiertamente opuestas a la solución constitucional, y por lo mismo rechazadas por la inmensa mayoría de aquellos parlamentarios, eran sin embargo escuchadas en silencio y contestadas al menos con argumentos, por contrarios que fueran a los míos. Solo hubo una excepción, la de Fraga Iribarne, cuyas palabras agresivas fueron por cierto rechazadas públicamente al menos una vez por la mayoría de la sala.

La actitud de las derechas los días 7 y 8 de enero  ha sido de un hooliganismo lindante con el fascismo, con abandonos de la sala o ensañamientos grotescos de espaldas al orador, con gritos, interrupciones e insultos; todo ello precedido de prácticas mafiosas tales como intentos de compra de candidatos para que cambiaran su voto o amedrentamientos físicos, tanto más brutales cuanto más indefenso se encontrara el parlamentario presionado: véase el caso, cuya resistencia ha lindado con el heroísmo, de Tomás Guitarte, de Teruel Existe. Si estos comportamientos no entran de lleno en el terreno penal, que venga Dios y lo vea.

El socialismo al poder ¿se verá arrastrado, por un lado, a las posturas socialmente progresistas que propone Podemos, y por otro, a un cambio drástico de actitud ante las situaciones catalana y vasca? Todos recordamos las declaraciones previas a la última campaña electoral hechas por el candidato Sánchez, muy parecidas a las de la derecha; el socialismo tendrá pues que demostrar que no se trata ahora de un camaleonismo forzado por las circunstancias que puede revertir en cualquier momento. En el terreno social tendrá que llevar a cabo una rápida reforma laboral que ponga fin a la supeditación de la renta de trabajo a la renta del capital, y acabar sobre todo con la precarización que golpea inmisericordemente a los más jóvenes. Pero los cambios forzados por el camaleonismo pueden ser interiorizados y convertidos en una actitud política estable.

Existe desde hace una semana una poderosa razón para ello, la ofensiva indiscriminada de la derechona contra cuanto no controla, lo que está ya creando de hecho flujos afectivos entre el PSOE y sus aliados oficiales, los del voto sí, y también sus aliados de hecho, los de la abstención. Viene a cuento la excelente película de Rosellini que contaba la historia de un raterillo, interpretado por Vittorio de Sica, a quien la policía fascista confundió con el jefe de la resistencia italiana, el general Della Rovere, siendo conducido a la cárcel y condenado a muerte. Allá, al verse rodeado del sufrimiento de los demás condenados y de la admiración de los presos acabó asumiendo su ficticia identidad, consolando a los demás condenados y muriendo como un héroe. Ojalá ocurra ahora algo parecido (y que conste por supuesto que no se me pasa por la cabeza equiparar a Sánchez con un ratero).

Por cierto, a muchas y muchos universitarios nos ha parecido un regalo del cielo el posible nombramiento como ministro de Universidades de Manuel Castells, de quien tanto hemos aprendido (aunque la otra candidata para ese cargo, Rosa Lluch, me merezca el mayor aprecio).

Es el tercer sector, el independentista catalán, vasco y gallego, el más problemático; pero también el que finalmente ha dado con su abstención, la investidura a Sánchez, pese a que la que la trayectoria anterior del gobierno socialista no le había dado ningún motivo para ello. Su aspiración a acceder a la auto-decisión política, incluida la independencia, a través de la vía democrática de un referéndum ganado por la mayoría de la población, sigue tan fuera del mercado político como lo fue el 1 de octubre de 2017; y no porque los socialistas no puedan acceder a ello, que en efecto no pueden dada la situación española de conjunto, sino porque no quieren hacerlo. El rechazo a ese puntal de la Constitución española es la principal razón por la que estos sectores la rechazan (la rechazamos). Ello hace por consecuente legítimo el no a la investidura de sectores de los nacionalismos vascos y catalanes; máxime para estos últimos, quienes tienen a los dirigentes que organizaron el referéndum sobre la independencia encarcelados como delincuentes o en el exilio.

Pero ¿es la del no la única opción? Si se descarta el principio de cuanto peor, mejor, y se opta por la abstención, se abre la posibilidad de generar lazos de afinidad con el gobierno entrante que permitan reforzar las políticas sociales de izquierda en el terreno laboral, ecológico, y de empoderamiento de las mujeres. También reforzaría ello la presión a favor de la desjudicialización de la política, dando fin a la situación actual que ha hecho del poder judicial la cuarta pata de la derechona, con la consecuencia de un trato carcelario basado en la venganza; la más peligrosa pata, pues tiene poder de obligar (aunque tal actitud está cada vez más contestada por una minoría de jueces que lucha denodadamente contra la situación creada)

Favoreciendo la investidura se hace posible (aunque no seguro) avanzar en primer lugar en la humanización del trato a todos los presos, comunes o políticos; y finalmente, el conseguir, lo que ha tenido lugar en todos los procesos serios de paz del mundo (haya habido o no lucha armada) la liberación de todos los encarcelados por razones nacionales o políticas. Siendo pues las dos actitudes, la de la abstención y la del no, razonables y legítimas, yo me inclino por la adoptada por Esquerra y por Bildu.

¿Hay que abandonar para ello la perspectiva de la independencia? En modo alguno, aunque su consecución dependa, además de nuestro esfuerzo, de otras dos circunstancia. Una es lo que algunos filósofos llaman «acontecimiento», suceso imprevisible de gran impacto que cambia las reglas de juego en grandes espacios: véase el actual predominio de la forma histórica del Estado-nación, que del mismo modo que apareció en los siglos XVIII y XIX puede ser cambiado por otras fórmulas. La segunda condición es aún más importante: estar preparado para aprovechar ese momento. Lo que depende de algo que desborda la práctica de los partidos, véanse la construcción teórica y el fortalecimiento de la cultura política. Aunque no pueda concretarse por imprevisible, el acontecimiento que haga posible la liberación de los pueblos no enfrentará ya a estos, sino que los unirá creando sinergias entre ellos, ya no impuestas, sino basadas en el autogobierno de cada uno de los pueblo y en la situación de igualdad entre todos ellos. Solo así se enriquecerán los lazos  de todo tipo, históricos, artísticos, sociales, que la historia ha ido tejiendo en torno de muchos de ellos.

El endurecimiento de la derechona española debiera ser también una razón para mitigar, o eliminar, los ataques recíprocos entre partidos nacionalistas de un mismo pueblo; estoy hablando ahora de los vascos. Viene aquí a cuento una pequeña historia contada por Bertolt Brecht, la de una persona que pensaba no tener nada que hacer cuando hombres violentos (los nazis) invadían una y otra vez las casas de sus vecinos y se llevaban a sus habitantes, pues él no tenía nada que ver, así pensaba, con ellos; hasta que irrumpieron en su casa y se lo llevaron también a él.

Esta derechona, lo acaba de demostrar, va a ir a por los nacionalistas «malos» antes y con más saña; pero se propone ir a por cuantos no comuniquen con su idea fascista de España, esto es, esto es, todos a quienes ellos, los más nacionalistas de todos, llaman peyorativamente «separatistas». Tener distintas visiones y actitudes políticas enriquece a todo pueblo, con Estado o sin el; pero las diferencias debe ser defendidas razonadamente, sin argumentos caricaturales ni ataques personales. Dejemos de agredirnos los nacionalistas vascos, viéndonos unos a otros o bien como hooligans violentos y asociales equiparables a la derechona, o bien como gente vendida al capital y a España; los agresores de nuestra identidad se frotan las manos y sacan provecho de ello. Afortunadamente existen movimientos, como Sare, Gure Esku Dago, entre otros, que no hace distingos entre vascos y vascas sea cual sea su pensamiento. Reforcémoslos pues; saldremos ganando todos.
Y como el movimiento se demuestra andando, animémonos a asistir a la manifestación organizada por Sare en Bilbao para este sábado a la tarde en pro de los derechos de los presos, a la que precederá una interesante mesa redonda que tendrá lugar a las 11h 15 en la Bolsa de Bilbao.

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