Jabiertxo Andiarena Martinez

De animales, políticos y canciones

El diccionario de la lengua española recoge multitud de nombres de animales cuyos significados incluyen acepciones creadas para calificar comportamientos humanos: perro/a, cerdo/a, cabrón/a, víbora, zorro/zorra, manso, buitre, moscón, besugo/a, sanguijuela, etc. (También los hay elogiosos, pero no son los que nos interesan aquí). Todas las personas utilizamos las acepciones de carácter peyorativo que nos brindan dichas palabras en un círculo o en otro, en un momento o en otro, en un lugar o en otro y siempre en un contexto determinado o ante una situación concreta. ¿A qué viene pues la hipocresía de censurar, criminalizar y poner en la picota a un tal Raimundo el Canastero −que ni es uno ni hace canastas sino canciones− por hacer lo que hacemos todos?

Resulta que se da la circunstancia de que en Estella-Lizarra UPN ha cometido la cacicada de imponer un modelo festivo segregacionista resquebrajando la convivencia festiva, cultural y política que desde hace años existía en la ciudad − ya saben ustedes que como decía el genuino Pazos en la genial Airbag «el contexto es importante» − y a Raimundo el Canastero − bufones del siglo XXI, no lo olvidemos− les ha parecido que tamaña actuación es una perrería y por tanto quien la ejecuta es un perro o perra y les ha apetecido cantarlo. Se estará de acuerdo o no, nos parecerá grosero o no, nos gustará la canción o no (a mí ni ostias) pero... ¿Hay que mandarlos por eso a la hoguera? ¿Acaso juglares y trovadores tenían la culpa de que Isabel la Católica fuese una marrana que no se lavaba o de que Felipe IV fuese un putero? Si la clase política actual con su concepto de lo «políticamente correcto» se pusiera a repasar letras de canciones del último siglo quemaría más discos que libros las SS en la Plaza de la Ópera de Berlín.

Ustedes, señores y señoras políticos, tienen una piel muy fina y olvidan que sus decisiones influyen en las vidas de los ciudadanos y que, por tanto, no es de extrañar que los ciudadanos y ciudadanas que sufrimos sus tropelías nos enojemos y manifestemos nuestro cabreo con mayor o menor gracia, con mejores o peores formas y desde luego cantar nunca ha sido una de las peores. En este sentido el pleno celebrado en Estella-Lizarra a cuenta de la cancioncita me parece un obsceno autoexorcismo corporativista que roza el esperpento, por no hablar ya de la vergonzosa postura mantenida por todos los partidos de la oposición comprando neciamente la falsaria versión y consiguiente discurso de UPN que no persigue otra cosa que prender una nueva cacería de brujas contra un artista −otra más, en Euskal Herria sabemos mucho de eso−. Una cobarde e irresponsable actitud que me ha hecho recordar otra canción, aquella de hace ya medio siglo en la cual Evaristo Páramos les llamó «ratones», miren por donde otro animalico.

Por si a las y los políticos lloricas de Estella-Lizarra les consuela, les diré que no están solos en su «terrible sufrimiento», la alcaldesa de Estella no es la única persona pública a la que la maleducada ciudadanía insulta, cantando o sin cantar. Solo esta semana muchos hemos insultado al cerdo del Presidente del parlamento de Andalucía que sin cortarse un pelo ha tenido a bien informarnos de que los pobrecitos parlamentarios andaluces no llegan a fin de mes con 3.400 euros de sueldo (más dietas y representaciones), a la zorra galleguiña que acaba de ser contratada por la empresa a la que concedió un contrato de 28 millones de euros cuatro días antes de dejar su cargo en la Xunta, al gusano Obispo José Ignacio Munilla que pretende instaurar terapias de conversión para curar la homosexualidad o a la hiena de Nacho Cano por explotar trabajadores inmigrantes. Podría continuar con más ejemplos hasta acabar con toda la zoología de National Geographic y seguro que no se me habría acabado el listado de personajes impresentables. Tampoco se sientan ustedes especiales señorías, no es algo nuevo: cuando en 1990 el señor Urralburu llamaba a escupir por la calle a un tercio de navarros y navarras mientras robaba millones de las arcas forales, muchos y muchas también manifestamos que era una sanguijuela. Que se le va a hacer, así de ingrato es el pueblo llano para con ustedes: burdo, zafio, respondón, insultón, viene de siglos... y eso ni les gustaba antes ni les gusta ahora, pero como dice el refranero castellano al pan, pan y al vino, vino y por suerte de eso todavía hay en la mesa de los justos.

Dejen de rasgarse las vestiduras cuando al pueblo se le acaba la paciencia y compone y canta bertsos, coplas y canciones en su deshonor. Si ustedes en el ejercicio de su actividad política hacen el «cabrón» o la «perra» o el «cerdo», sea en Estella-Lizarra, en Andalucía, en Galiza o donde sea que pongan sus posaderas, tengan por seguro que el pueblo siempre lo cantará porque al igual que hubo un Víctor Jara, un Paco Ibáñez, unos Dead Kennedys, una Polla Records, unos Public Enemy, unos Negu Gorriak y tantos otros, siempre existirá un Raimundo el Canastero que sin pelos en la lengua se encargará de que les piten los oídos cada vez que cometan una tropelía. Jo ta Ke Raimundo! Gora Lizarrako Jaiak! Gora Herria!

Search