Imanol Olabarria Bengoa

De Tomás de Torquemada, primer inquisidor general, a Diego de Deza, Francisco Jimenez Cisneros…, a los Abascal, Rivera, Casado…

Qué mejor que recordar a José Saramago que nos dejó escrito que «los fascistas del futuro, no van a tener aquel estereotipo de Hitler o Mussolini. No van a tener aquél gesto duro, militar. Van a ser hombres hablando de todo aquello que la mayoría quiere oír. Sobre la bondad, la familia, las buenas costumbres, la religión y ética. Y pocos van a percibir que la historia se está repitiendo».

Dijo Antonio Machado, haber leído en el dintel de una casa solariega castellana que «nadie es más que nadie». Fuere ello lo que fuere, no dejó de ser una excepción a la regla.
Pues el racismo, la desigualdad, y la xenofobia constituyeron uno de los rasgos fundamentales del pasado de Occidente. Sin él, no hubiera sido posible su posterior y actual modelo de desarrollo tecnológico, económico, militar, social. Y no hablo de un racismo vago, difuso, surgido como por generación espontanea, de la noche a la mañana, sino estructurado en políticas de Estado (espada), bendecido por la Iglesia (cruz), y que formó parte de los países de la actual Europa.

El racismo pasado es observable en las guerras de razas, religión y conquista. En las que la relación social, la imposición de estructuras de dominación y genocidio, fueron hurtadas por la historiografía oficial. Prueba de ello, es la forma en que el actual presidente del PP, Pablo Casado, se manifestaba en RTV: «nosotros no colonizábamos, lo que hacíamos era contribuir a tener una España más grande».

Eduardo Galeano en su obra "Las venas abiertas de América Latina", nos recuerda que a ciento cincuenta años del «descubrimiento de América», la población indígena se vio reducida de 75, a 3 millones y medio. ¡Y esto no debiéramos olvidarlo!

El racismo, antes como ahora, por encima de sus variaciones, constituye un regla de juego que aseguró y nos asegura unos niveles de consumo-bienestar no universalizables, y que se apoya en razonamientos que justifican políticas de intervención discriminatorias dentro y fuera de nuestras fronteras, donde coexisten el exceso y la penuria.

Primo Levi cuenta como en la Segunda Guerra Mundial, siglo XX, los nazis, antes de matar judíos, gitanos, comunistas, homosexuales..., los desposeían de su condición humana criminalizándolos, animalizándolos, invisibilizándolos, para después explotar impunemente o exterminarlos si procedía. Con el paso del tiempo las formas varían, no así el fondo.

Hoy, en el siglo XXI, qué mejor que recordar a José Saramago que nos dejó escrito que «los fascistas del futuro, no van a tener aquel estereotipo de Hitler o Mussolini. No van a tener aquél gesto duro, militar. Van a ser hombres hablando de todo aquello que la mayoría quiere oír. Sobre la bondad, la familia, las buenas costumbres, la religión y ética. Y pocos van a percibir que la historia se está repitiendo».

Abascal, Rivera, Casado, nostálgicos de un pasado envidiable donde nunca se ponía el sol, «tan varoniles y católicos que pudieran ser medio soldados medio monjes, inquisidores en el pasado y hoy comisarios político-religiosos que velan por el orden social y religioso, y que claman contra la diversidad como el origen del «desmadre actual» (políticas de género, diversidad sexual…), entremezclados con llamamientos al honor, la virtud, las buenas costumbres, la familia…

Apelan a una, grande, y libre, de comunistas, separatistas e inmigrantes, abogan por la uniformización de la sociedad bajo un Estado, una lengua, una religión.

Rivalizan, en quién va a decretar más amnistías fiscales mientras hablan de «invasiones», «efecto llamada», «avalancha», y amenazan con expulsiones y cierre de fronteras. Pero es el tema de la inmigración el de más peso en su programa, y el que constituye su mayor caladero de votos.

Cuentan para ello con la comprensión y la complicidad abierta del PSOE, a quién marcan la política de inmigración del Gobierno desde la llegada del «Aquarius» al puerto de Valencia: Que lleva a Pedro Sanchez, Jefe de Gobierno, a demandar una política común europea frente a «la amenaza de la inmigración»; «¡Los quiero fuera ya!», gritaba su Ministro de Interior al jefe de policía de Ceuta para expulsar en «exprés» a los ciento dieciséis inmigrantes vulnerando su propio protocolo; «Si somos laxos con la inmigración ilegal, la avalancha no hay quien la pare». Asegura Alfredo Diaz Rubalcaba; «Las segundas generaciones de inmigrantes, pueden generar problemas». Declara Alfonso Guerra.

«Los fascistas del futuro no van a tener aquel estereotipo…, y pocos van a percibir que la historia se repite».

Y uno, hoy, a Siglo XXI, parafraseando o completando a Juan José Millás, recuerda; A Martin Villa, justificando, los cinco asesinatos del 3 de marzo de Gasteiz, porque servían de escarmiento para meter en cintura al resto y, condecorando a Billy el Niño por torturar a demócratas; A Felipe Gonzalez, proclamando el NO de entrada a la OTAN, y colocando el fajín de General al Coronel Galindo por sus crímenes; A Ana Botella, malvendiendo a «fondos buitres» las viviendas sociales; A Pedro Sanchez y Borrell, justificando la venta de fragatas y armas inteligentes a Arabia Saudí, pues «el negocio es el negocio».

… y pocos van a percibir que la historia se está repitiendo.

Y uno sigue recordando: que fueron 60 millones las víctimas de la Segunda Guerra Mundial, y que entre 60 y 65 millones de personas son los hoy desplazados por la guerra y el hambre; que tras 100 años de «democracia» hemos vuelto a los niveles de desigualdad de los años 30 del siglo pasado y «que la desigualdad mata» más que las mismas guerras». (Joan Benach y Carles Muntaner), y «que la desigualdad mata más que las mismas guerras» (Jean Zeagler); que el negocio de la vivienda nos lleva al sinsentido de dejar sin casa a tanta gente, cuando hay más de 5 millones de casas vacías en el estado español, convirtiendo así la abundancia en escasez» VI-2012; «Que pertenecemos a una sociedad que tiene en la Industria Militar, Industria de la Muerte, su principal fuente de inventos tecnológicos» VI-2012.

Y hemos de recuperar que fue la solidaridad de nuestros antepasados en la búsqueda y el consumo compartido, lo que permitió dar el salto de la animalidad a la humanidad.

Search