Olga Saratxaga Bouzas
Escritora

Defender la palabra

Desde muy niña, he sentido especial inclinación por las letras, estas orgánicas siluetas, con propiedad para la comunicación verbal, que componen la entidad lingüística. Sutiles personajes de acción, se engarzan para regalarnos la palabra a fin de organizar el pensamiento y su transmisión, situándonos en el proceso de andamiaje social. En nuestro argumentario cotidiano, esta competencia establece registros de uso del lenguaje que determinan la configuración del discurso dentro del relato. Debido a estas habilidades, enfatizamos la palabra, la enredamos, silenciamos, dispersamos, obviamos... La usamos como puente de alianzas y razón de divergencia.

Su conocimiento interviene la estructura de la historia. Habita arraigo o desafectos en cada particular interpretación del medio. En consecuencia, su existencia modula la propia visión endógena del mundo a través de la experiencia colectiva, donde soñamos la entelequia; buscamos la verdad; manifestamos la emoción de compartir, la nostalgia de la ausencia en la penumbra del duelo, el sinsentido de la guerra, el llanto perdido...

Maestra diligente, tejiendo afectos y distancia, la palabra es apoyo en el quebranto: alfabeto convertido en consciente resiliencia frente al desmayo impuesto. Así, padecemos en ella la distorsión de la realidad que produce la mentira y forjamos el abrazo del mensaje transversal igualitarista que permita la transformación.

Con tan solo cinco años de edad, me enseñaron a leer. En un acto mágico de conjunción plena, el atardecer se tornaba en latido mientras dibujaba sonidos al recorrer garabatos de tinta impresa, sin saber de adverbios ni subordinadas temporales. Así comencé, en aquella gran cocina, con dos ventanas, de mi hogar de entonces, y un periódico sobre la mesa dispuesto a tal efecto. Antes de que los designios «nacionales» de la escuela me obligaran a formación de yugo y flechas, bajo trapos al aire, cuando aún no entendía de banderas ni patrias ajenas.

Por efecto «catártico», la escritura libera improntas de sucesos vitales, de manera que me sea posible acomodar la frecuencia cardíaca del sentimiento a la nueva sustantividad. Al amparo del pulso ideológico, sobre la misma tierra de alquimia que amaron poetas de ambos lados del Bidasoa, sigo aprendiendo a descifrar conductas de ritmo imperialista a base de conocer las huellas que van dejando los victimarios. Siempre la mirada atenta al calendario, aunque hoy no sea 15 de julio de 1998 ni 20 de febrero de 2003, recupero acontecimientos sin fecha de caducidad, marcadores de vulneración de derechos humanos: Cierres de "Egin" y "Euskaldunon Egunkaria". Los pequeños trazos del abecedario son sustanciales camaradas en la evolución humana: códigos gráficos poblando el desarrollo de la razón. Al servicio de licencias éticas para promulgar la convivencia o, según regímenes arbitrarios, sentencias contra la libertad de expresión por decreto hegemónico.

Ante los abusos sistémicos del poder judicial, es primordial efectuar diagnósticos de responsabilidad que conduzcan a implantar expedientes compensatorios. Asimismo, derogar los privilegios de jueces corruptos, asentando los mecanismos jurídicos hacia la efectiva renovación del contexto de impunidad actual.

Fuera de parámetros léxicos, de toda consideración sintáctica, es fundamental activar la pedagogía democrática en defensa de la palabra como vector de información independiente. Proteger lo vulnerado hasta conseguir que la justicia sea garantía universal.

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