Josu Iraeta
Escritor

Democracia de lujos y miserias

El futuro que se nos ofrece, sino se modifica la tendencia, puede ser peor que lo conocido hasta ahora. Por que, no es admisible plantear el futuro de regiones y naciones como Euskal Herria –entre otras– en función de coyunturales transferencias. No es aceptable, ni es serio. El futuro debe sustentarse en auténticos proyectos económicos, políticos y sociales, sólidos.

Han transcurrido casi treinta años y hoy pocos recuerdan que lejos de haber iniciado una era de paz y prosperidad, a «salvo» de la competencia militar, económica y política que representó el «socialismo real», Occidente se encuentra sumido en un marasmo cuya primera consecuencia es el cuestionamiento del modelo neoliberal vigente.

Quién lo hubiera dicho, treinta años después de la caída del muro de Berlín, el mundo capitalista se enfrenta a su propia crisis, otra más. Han contaminado el planeta de norte a sur. Por todas partes, desde Washinton a Brasilia, desde Caracas a Buenos Aires, desde Bruselas a Madrid, han impuesto la economía del lujo y la miseria. Del enriquecimiento rápido y la pobreza creciente. De los industriales millonarios y las industrias en quiebra. De los banqueros pletóricos y corruptos, «amos y señores» de los estados pobres. Todos ellos han puesto al mundo en una posición difícil y peligrosa.

Es insoslayable establecer una relación directa entre el escándalo del hambre y la especulación mundial desenfrenada. Entre el paro y el racismo. Entre el aumento de los conflictos y los intereses belicistas de los «poderosos».

No pretendo esconderlo porque es cierto, cabe recordar que durante un tiempo, el capitalismo supo «esbozar» en Europa, máxime, en los países escandinavos, una salida, una alternativa al socialismo de la Unión Soviética. Pero este modelo capitalista con maquillaje humano, «también» ha hincado la rodilla. La razón es evidente; la imposición de una política ultraconservadora y una economía neoliberal.

Hoy nadie pone en duda que las «crisis” del capitalismo son cíclicas, esa es  una de las razones por la que la inercia de aquellos años continúa. El tiempo ha trabajado voluntades y como consecuencia Europa ha llegado a ser proclamada «Unión», pero lo cierto es que los conflictos sociales y las dificultades que «todavía» afrontan los estados más pobres, ponen en cuestión el modelo. 

También como entonces, desde el Este, y sobre todo del Sur, aumenta sin descanso la presión migratoria. Los ciudadanos se resisten a soportar la desenfrenada corrupción y a seguir pagando los costos sociales del falso «progreso» neoliberal.

Lo cierto es que todo se mueve como si, en tres décadas de interesada, hueca e irresponsable euforia, los mecanismos del sistema se hubieran enajenado de golpe y amenazaran al propio sistema desde su interior. Y es cierto, por que eso es lo que ocurre, ese es el cáncer congénito del sistema capitalista.

El desgraciado fin del «socialismo real»  supuso y supone, graves complicaciones para aquellos países que de una u otra manera se beneficiaban de sus lazos con la URSS. Pasado el tiempo, en los países inmersos dentro de la esfera del «capitalismo real» el panorama es similar y en algunos de ellos, –especialmente en Africa– las consecuencias son aún más complicadas.

Lo cierto es que desaparecida la «necesidad» de combatir al comunismo, para el capitalismo actual, su presencia en el llamado Tercer Mundo, sólo es objeto de interés para el pillaje multinacional, y en ello colaboran las conocidas organizaciones internacionales, que se sustentan mayoritariamente, con las aportaciones del «alguacil» del mundo.

El resultado es un mundo fracturado, roto, en continuo estallido, como si el «santa bárbara» de cada país estuviera conectado de continente a continente. Muchos de ellos muestran todavía las cenizas que delatan la verdad. Otros arden hoy, como antes ardieron otros. Recordemos a Yugoslavia, Angola, Mozambique, Somalia, Liberia, Irak… Hoy el enemigo común es la Yihad. Hoy nadie menciona a los «Caballeros Templarios».

La comunidad internacional «dispone» de un instrumento, la Organización de las Naciones Unidas. Una organización con atribuciones desfasadas, con pocos medios y escasa autoridad. Es así como los Estados Unidos de Donald Trump, siendo como es, una potencia declinante, pero con las ambiciones y el poder militar intactos, asuman tareas que encajan perfectamente con sus intereses y visión del mundo, prescindiendo consultar sobre medios y objetivos con otros países. Recordemos a quienes interpretaron la vergonzante farsa que desmanteló Irak,  activando una tragedia tan salvaje cono inútil.

Todo lo expuesto es cierto, inapelablemente cierto, es por eso que –en mi opinión– las personas críticas, que razonan y cuestionan, debieran sentir la necesidad, el deseo de  difundir, de convencer, que existen alternativas a la crisis capitalista, al mundo de «países chabola». Que es posible mitigar, debilitar el control militar del planeta al que nos dirigen quienes –a muchos miles de kilómetros de sus fronteras– no vacilan en invadir, saquear y masacrar países, para mantener su hegemonía.

Para entender las consecuencias prácticas de los actuales regímenes políticos, no es necesario viajar mucho, si levantamos la cabeza y observamos con detenimiento los «aconteceres» de nuestros vecinos, tanto del norte, como del sur, podríamos pensar que el «socialismo democrático» debiera haber encontrado, por fin, su oportunidad, pero lo cierto es que sus continuas «renuncias» ante la presión neoliberal, lo han evitado.

Si miramos al sur, en España, a pesar de que hace tiempo que «huele» a fin de reino, y si este no se ha concretado, es por que sus socialistas, cada vez que llegan al gobierno olvidan la prédica que les distinguió en el pasado, un pasado cada vez más lejano.

Si miramos al norte, observaremos que los socialistas que han gobernado la República de Francia, hace ya mucho que plegaron las velas ante el neoliberalismo. Quizá no sería exagerado afirmar, que en primera instancia, «sacrificaron» el socialismo, hoy es posible que estén cerca de acabar con los socialistas.

Vivimos momentos convulsos por diferentes razones, razones que convergen en la respuesta que genera el «limbo» jurídico-político que permite –incluso en pleno siglo XXI– el colonialismo y la dominación. Sin embargo, el mensaje que se percibe de uno y otro lado, nos dice que cada uno está donde le corresponde, que su situación es lógica, que está obligado a «adecuarse» a su posición.

No es cierto, ante este mensaje fraudulento y perverso, debemos responder que el mundo hacia el que nos dirigimos, no es aceptable, ni lógico. Y no lo es porque de serlo, la sociedad  civil estaría aceptando el fin de su proyecto de vida, del derecho a realizar sus sueños y aspiraciones. Significaría, de hecho, un legado mortal para el futuro de nuestros hijos.

Hasta ahora, el balance de «integración» en la Unión Europea no está siendo muy halagüeño para los socios del sur. Y no me refiero exclusivamente a España, por que tampoco lo ha sido  para nosotros los vascos.

Todo esto no es nuevo, ya fue analizado y previsto hace muchos años. Es por eso que debe reconocerse que a Bruselas se le atribuyen «pecados» que, en realidad, vienen arrastrándose desde el origen de la C.E. 

Así pues, el futuro que se nos ofrece, sino se modifica la tendencia, puede ser peor que lo conocido hasta ahora. Por que, no es admisible plantear el futuro de regiones y naciones como Euskal Herria –entre otras– en función de coyunturales transferencias. No es aceptable, ni es serio. El futuro debe sustentarse en auténticos proyectos económicos, políticos y sociales, sólidos.

Si no lo entendemos así, nos llevarán arrastras colgando del último vagón. Y sépanlo, no será de «alta velocidad».

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