José Luis Úriz Iglesias
Afiliado al PSC viviendo en Navarra

Derecha unida, izquierda desunida

De manera lamentable, especialmente para los intereses de las capas más desfavorecidas de la sociedad de este país (ponga aquí cada cual lo que desee), la izquierda como una especie de maldición bíblica, ha estado habitualmente a la gresca, repleta de conflictos internos y también entre las diferentes opciones políticas.

¿Quién no recuerda la lucha fratricida desarrollada durante la Guerra Civil, que probablemente fuera una de las causas de su derrota? Socialistas frente a comunistas, estos contra anarquistas, UGT enfrentada a la CNT, así durante todo el tiempo que duró la contienda. Debilitándose, desangrándose  y al mismo tiempo a la II República que acabó cediendo ante el fascismo llevando a España a años negros de penuria y sufrimiento.

A pesar de que aquel episodio de nuestra historia ha sido estudiado por las nuevas izquierdas, no parece que hayan aprendido de sus errores de entonces, más bien al contrario a la vista de los últimos acontecimientos.

Mientras tanto la derecha y el centro-derecha caminan con paso firme más unidas que nunca, fortalecidas en sus últimos congresos que se saldan con una unidad prácticamente absoluta. Tanto Ciudadanos como el PP, sus líderes Rajoy y Rivera han salido con sus liderazgos fortalecidos conscientes de que es la manera de ganar las elecciones y por tanto de conseguir el poder.

Cuando reflexionamos sobre esa derecha nos preguntamos cómo es posible que en España, al igual que ocurre en Francia, Bélgica, Grecia o Alemania no exista un partido de extrema derecha fuerte y consolidado. La respuesta resulta evidente, porque aquí están en el seno del PP, como grupo de presión organizado pero bajo el paraguas común.

En la izquierda al contrario se están desarrollando batallas cruentas por el poder, con pocas dosis de diferenciación ideológica. Pablo Iglesias frente a Iñigo Errejón, o Pedro Sánchez contra Susana Díaz, hacen que Podemos y el PSOE se encuentren en plena ebullición fratricida, debilitados en esas guerras absurdas. No sólo en sus correspondientes territorios, también entre ellos.

Reconozco que también, al igual que a una parte importante de la ciudadanía, la aparición de Podemos en la escena social y política me produjo una sensación de ilusión. Es cuando menos curioso que una de las acepciones de ésta palabra sea «esperanza que carece de fundamento en la realidad» que quizás venga muy bien para éste caso.

Su inicio fue espectacular, rutilante, era como una bocanada de aire fresco que irrumpía en un panorama político demasiado envejecido, obsoleto. Rompía con todos los estereotipos ver a un grupo de jovenzuelos universitario subiéndose a las barbas del poder establecido con propuestas novedosas, incluso rompedoras, en las formas y en el fondo.

El problema fue que al menos mi idilio con ellas y ellos duró poco. Justo hasta comenzar a detectar signos de prepotencia, de una cierta chulería cargada de tópicos como considerar «casta» a todo los que no fueran de los suyos. Perdón, debo decir de los suyos, suyos. Resulta curioso que ya no utilicen esa acepción, quizás conscientes de que ya ellos y ellas ya se han acabo convirtiendo en esa casta que antes criticaban.

Por eso esa ilusión que genera entusiasmo y alegría se fue transformando poco a poco en decepción (frustración que se da al desengañarse de lo que no satisface nuestras expectativas).

Lo más triste, quizás lo más doloroso es que bajo esa capa exterior de colores y viento fresco hemos ido descubriendo el gris, las deficiencias, las perversiones y maldades del ser humano, los viejos tics de los viejos aparatos que también se descubrían en su seno. Lo de siempre recubierto de una falsa originalidad.

Así durante el periodo previo a la II Asamblea de Vista Alegre los peores defectos de los partidos clásicos han emergido con fuerza en esa batalla brutal entre «pablistas» y «errejonistas» en la que ha valido todo.

Observar esa pelea en algunos instantes barriobajera da también para entender que las diferencias políticas, ideológicas, resultaban mínimas y desde luego eran y son fácilmente sintetizables. Quizás la única relevante tenga que ver, aunque no se haya dicho con claridad, la que existe entre el pactismo con la otra izquierda, el PSOE, que defiende Errejón y la confrontación de Iglesias. Poca cosa para tanto ruido. Ahora conocido que Iglesias ha ganado de manera arrolladora, habrá que observar si como en los partidos clásicos aplica el rodillo, o de manera innovadora, integra y suma.

Pero también ese PSOE, la otra izquierda se encuentra en plena convulsión. Después del golpe de estado del Comité Federal del pasado octubre las dos posiciones han paseado sus diferencias por los diferentes territorios expectantes ante la decisión de sus dos líderes. Pedro Sánchez al fin dio el paso en su multitudinario acto en Dos Hermanas, Susana Díaz aún medita a la vista de la marea de apoyos que está recibiendo su contrincante por cada lugar por el que pasa.

Momentos convulsos para una izquierda que corre el peligro de ser incluso prescindible, mientras la sociedad que dicen representar observa entre perpleja y decepcionada su devenir.

Evitar esa posibilidad es tarea de quienes tomen el poder, en Podemos ya se conoce que Iglesias y en el PSOE quien gane sus primarias Dotar sus propuestas de contenido ideológico, sólidas, contundentes, profundas, alejadas de la liquidez que inunda nuestra sociedad actual.

Después trabajar por restañar heridas, por buscar puntos de encuentro, de síntesis, construir puentes por los que comunicarse y unir fuerzas para plantar cara a esa derecha prepotente, aquí y allí. Unidad, unidad de la izquierda para tomar el poder y defender los intereses de las capas populares, en especial las más débiles. Podemos y PSOE unidos dentro y fuera, ese es el futuro, ese el reto.

Veremos si están a la altura de las circunstancias.

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