Oskar Fernandez Garcia
Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación

Descifrando el encriptado lema del PNV

Sobre un fondo verde esmeralda, tal vez el Pantone 17-5641 Emerald, se puede leer el lema de la campaña de la formación jeltzale: «Eraiki Euskadi mira al futuro».

No son los únicos que han sintetizado y conceptualizado su mensaje verde esperanza; Elkarrekin Podemos, también, ha recurrido al minimalismo, reduciendo su mensaje a dos breves sintagmas «Por Euskadi» y «Jendearekin»

El lema fundamental de la campaña de la formación jeltzale se centra y gira en torno a dos escuetas y concisas frases, colocadas verticalmente, escritas en mayúsculas y alineadas a la derecha, exactamente igual al ideario político del partido para el que intentan recabar, la atención, y posteriormente los votos verde plomizo, rojo amarillento y blanco inmaculado y luminoso de misa dominical.

La primera palabra «Eraiki» es de color blanco, «Euskadi» está teñida de negro profundo y denso, y finalmente «Mira al Futuro» vuelve al blanco celestial de reminiscencias angelicales.
Esta confrontación visual de colores y su composición en el cartel posibilitan la lectura de tres mensajes, donde en realidad no hay ninguno. Ya que todo el conjunto es etéreo, evanescente e intangible. Pero aún así se puede leer de arriba abajo: «Eraiki Euskadi» ¿Quién se negaría a no participar en la construcción de su país?, máxime teniendo en cuenta que es digno de encomio y alabanza tan notable trabajo. Por lo tanto, depositar en la urna electoral el voto, para la subsodicha opción política, implica directamente que se participa en esa construcción. Pero hay termina toda la colaboración; desde ese momento en adelante, políticos profesionales - bien remunerados y con una amplia sonrisa al ladrillo y al cemento armado - trabajarán intensamente para nuevamente conseguir esos mismos votos que ingenuamente se deslizarán por la hendidura de un insondable y yermo precipicio.

Sobre el vocablo «Euskadi» gira todo el mensaje peneuvista -muy lógico ya que desde la llamada «transición española» el interés exclusivo de los jeltzales fue hacerse con el poder en vascongadas- y dicho término puede volver a leerse de otra forma diferente: «Euskadi mira al futuro». Y también la persona que observa el cartel puede leer «Mira al futuro» y sentirse impelida a hacerlo. Por lo tanto el resultado sería, una vez más, depositar un voto favorable par la opción tricolor.

Tenía la formación, autonomista por antonomasia, tres posibilidades para dirigir la mirada sobre el desbaratado, estratificado y cuarteado mapa sociológico. Lógicamente se decantaron por la mesiánica e inescrutable: el futuro. El presente es desolador, por lo tanto lo mejor es obviarlo. Y el pasado, visto desde el presente, se hace insostenible, inaguantable e increíble, por lo tanto era mucho mejor no hacer ninguna referencia a él, por más que Jorge Manrique se empeñase en lanzar a los cuatro vientos que «Cualquier tiempo pasado fue mejor».
Una somera mirada al pasado causa escalofríos y absoluta perplejidad. ¡Cuanta mentira, cinismo y décadas perdidas!

Ya durante la campaña del referéndum para la aceptación o rechazo del Estatuto de Autonomía -que definitivamente fue aprobado un 25 de octubre de 1979- se esgrimía tan alegremente como neciamente, por parte del PNV, que todos los males de Euskadi se verían conjurados mediante la aprobación del nuevo estatuto, tal era el ingenuo e infantil convencimiento que no tenían ni el más mínimo rubor sociopolítico para lanzar eslóganes y lemas como este: «Voy a levantar Euskadi con una sola palabra: Bai al Estatuto»

Transcurrido más de un dilatado, extenso y anodino cuarto de siglo de su aprobación, concretamente 37 años, vascongadas sigue anclada al Estado español, arrodillada ante el deshumanizado, esclavista y salvaje capital y sin ninguna posibilidad de levantarse, al menos, mientras se siga votando a esa derecha confesional, clasista y autonomista hasta el tuétano.

Durante casi cuatro décadas se ha vendido el Estatuto como una mágica receta política, como una panacea psicosocial, como una auténtica tabla salvadora. Pero la realidad -que ya se les hace imposible ocultar- es terca, indomable y tiende siempre a hacerse visible y a mostrarse sin tapujos, ya se dejo entrever, en toda su dimensión sociopolítica, cuando un 27 de diciembre de 1978, el que fue durante tantos años -casi un cuarto de siglo- presidente, y exjesuita, de la formación jeltzale, Xavier Arzalluz, decía literalmente: «Este Estatuto no es nuestro Estatuto ideal, ni siquiera el que nosotros propondríamos. Es el que permite la Constitución» (Igor Meltxor “Gestión a la vasca”).

Ahora en los albores del S.XXI es necesario cambiar el mesiánico icono estatutario, y desde el púlpito alzar la “brillante” idea de que con el Estado español es no solo posible, sino también deseable alcanzar un acuerdo bilateral con el que se lleve a cabo un mutuo reconocimiento y aceptación entre iguales.

¿Pero pueden realmente creer en lo que dicen, divulgan y siembran entre adocenadas y bien regadas mentalidades? Independientemente de cual sea la respuesta; lo importante es la desoladora constatación de que el PNV ha gobernado en vascongadas desde 1980 hasta el momento actual, excepto en el periodo 2009 - 2012. ¡Diez dilatas, extensas y baldías legislaturas! En las que el modelo de gestión queda perfectamente analizado en una sola frase reveladora y axiomática -que aparece en el mencionado trabajo de Igor Meltxor- «El control de las instituciones vascongadas a modo de cortijo ha sido la dinámica del PNV a lo largo de su dilatada historia».

Un partido dotado de una extraordinaria, compleja y ramificada estructurada propagandística, con un poderoso control sobre los medios de comunicación en ámbitos muy diversos y diferentes; que ha posibilitado extender entre amplias capas de la población vascongada la falsa y anodina idea de una gestión ejemplar digna de encomio. Y como si de una verdad infalible y papal se tratase se ha extendido, rodeada de un aura de querubines y serafines, sobre una parte muy significativa del tejido social. Pero la verdad que es liviana, somera e ingrávida siempre termina por ascender -por más que se la oculte- a la superficie de la conciencia del pueblo. Y en ese momento de clarividencia sociopolítica todo lo que la formación autonomista intentaba ocultar, negar o soslayar, se muestra con una claridad diáfana y transparente en un interminable e inabarcable conjunto de bochornosos, turbios y escandalosos «asuntos»: Bidegi, caso de Miguel, Epsilon - Hiriko, caso Azpiegitura, caso Zubiaurre, que también inciden en decenas de ayuntamientos, que recorren todo el abecedario desde la A hasta la Z: Abanto, Agurain, Alonsotegi…, Zarautz, Zestoa, Zierbana.

La única salida que les queda -tal y como reza su lema- es seguir mirando al futuro, ya que el presente y el pasado lo han dilapidado impunemente.

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