Imanol Olabarria Bengoa

Desde la crisis... sobre la salud, o cómo la desigualdad mata

Allá por el 2006, una reseña amplia de un libro editado por ‘El Viejo Topo’, y del que eran sus autores Joan Benach y Carles Muntaner, profesores de salud pública en la Universidad de Barcelona y Toronto respectivamente me impactó sobremanera. La conclusión era que la desigualdad mata.

¿Matar…? Mata una bala, pensé, un accidente de coche, una caída desde un 4º piso, una enfermedad, un terremoto, la guerra,… y se mata quien decide poner fin a su vida. Y subrayé un par de líneas que me impactaron, aunque su comprensión se me escapaba.

1) La esperanza de vida en las zonas más pobres de EEUU es de 17 años menor que la de las zonas más ricas.

2) En Barcelona la esperanza de vida en los barrios más ricos es 10 años superior en los hombres y 6, 5 años en las mujeres, a la de los barrios más pobres. Los datos me dejaron frío, perplejo, perdido, se me resistían.

Un tiempo después, sin yo buscarlo, dí con una noticia fotocopiada del diario EGIN (8-2-92), ‘Sangrante declaración de un jefe del Banco Mundial’, y que en su momento me escandalizó sobremanera.

Dicho jefe, con posteridad, asesor del Gobierno de Estados Unidos, era Lawrence Summers, quien recomendaba la exportación de industrias altamente contaminantes de los países desarrollados a los del Tercer Mundo, en un informe de uso interno publicado esa semana por la revista británica The Economist.

Summers defendía también, el vertido de residuos tóxicos en aquellos países cuya población tuviera bajos salarios, ya que las demandas de un ambiente más limpio son exclusivas de los países satisfechos del Norte. Además, la aparición de enfermedades causadas por los residuos «es mucho más alta en un país donde la población sobrevive hasta que se presenta un cáncer de próstata que en un país en que la mortalidad de menores de 5 años es de un 200x1000, añade el documento. Ante tal obscenidad creo que sobra todo comentario.

Por el 2006, leía, ‘El negocio de la Guerra’ (Editorial Txalaparta), donde su autor Azenilli afirmaba que debido a la crisis económico-social, un total de 18 países, de entre centroáfríca y exrepúblicas soviéticas veían cómo descendía su esperanza de vida. Y yo constataba que la crisis económica, no solo afecta a individuos, sino también a colectivos, como pueblos, clases sociales, y hasta continentes, a quienes les roba y les siega la vida.

En el 2008, un amigo me obsequiaba con un libro agotado y fotocopiado, ‘La historia de mi alma’ de Jean Z.Siegler, investigador especial de las Naciones Unidas por el Derecho a la Alimentación. Siegler desde su atalaya constata y afirma, que hoy la desigualdad mata cada año, más que la Segunda Guerra Mundial durante 6 años, y que Robert Nac Namara mató a más personas como Director del Banco de Comercio, que como Ministro de la Guerra estadounidense en la guerra del Vietnam.

En ese mismo tiempo leía en el periódico ‘Diagonal’ a Álvaro Renduelles, Psiquiatra asturiano, que afirmaba que en tiempos de crisis era cada vez más difícil trabajar, descansar y comportarse civilizadamente al margen de los ansiolíticos. Prueba de ello, los medios de comunicación, elevaban a 24 millones las recetas de antidepresivos y a 44 millones las de ansiolíticos expedidos en el Estado español a lo largo del 2007, antesala de la crisis. En diciembre pasado, Médicus Mundi publicaba su boletín número 52 bajo el titular, ‘Determinantes de la salud’, y comenzaba dicho boletín con «El niño que nazca en determinado barrio de Madrid, probablemente vivirá 28 años menos, que otro que nazca a tan solo a 13 km de distancia, la niña que nazca en Lesotho, probablemente viva 42 años menos que la que nazca en Japón”». Y continúa «Y esto, la biología por si sola no lo explica…». Las condiciones del entorno donde nacen, crecen, viven, trabajan… o sea las rentas, justicia social, condiciones de trabajo, alimentación, vivienda, educación, explican la aparición de problemas sociales y psicológicos, enfermedades mentales y físicos… la mortalidad infantil y la desigualdad hiriente en la esperanza de vida.

El Ararteko, Iñigo Lamarka, hace tan solo unos días afirmaba que la crisis, en estos últimos 4 años ha hecho aumentar la pobreza grave en un 77%, afectando ya al 6% de la población infantil, y que 35.000 menores de 15 años en Araba, Guipuzcoa y Vizcaya viven hoy en hogares con dificultades para cubrir las necesidades básicas. Mientras, Medicus Mundi afirmaba que a nivel estatal el 25% de los niños está bajo el umbral de la pobreza.

No hace un año, Stiglis, premio Nobel de Economía, en su libro ‘El precio de la desigualdad’, constata que en EEUU, en esta primera década del siglo XXI, los niveles de desigualdad son semejantes a los de la víspera de la Gran Recesión de 1929. Y añado ¡¡Esto es la Democracia!! Nunca antes tan pocos, tuvieron tanto y tantos tan poco. No falta riqueza. Sobran ladrones. Conocemos las caras de quienes nos gobiernan, no de quienes mandan. Es el poder en este mundo ‘democratizado’ quien ha pensado, diseñado y celebra la crisis como un paso más en un modo más rápido y seguro de enriquecimiento.

Con la expresión de un doble deseo, quisiera finalizar mi reflexión.

Si en Barcelona hace 8 años la esperanza de los habitantes de las zonas ricas superaban hasta en 8,25 años a los de las zonas en declive; si en EEUU, la población de los distritos ricos vivía 17 años más que la de las zonas marginadas… Ahí va mi doble deseo, saber: En Gasteiz entre los inquilinos del Paseo de la Senda y alrededores, y los barrios de Errekaleor, Zaramaga, Alde Zaharra… En Bilbo, entre la vecindad de la Gran Vía-Neguri, y las Siete calles, San Francisco, Sestao, Baracaldo…

1ª Cuál es la brecha que separa a unos y otros en su esperanza de vida hoy.

2ª Y si a partir de este momento y con las políticas anticrisis que se están imponiendo, ¿se achicará o por el contrario se agrandará la brecha de la esperanza de vida entre ricos y pobres, entre nosotros?

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