Jose Luis Herrero y Anton Azkargorta
Profesores despedidos de la UPV

Despido ideológico


Con la llegada al rectorado de Eva Ferreira veíamos la oportunidad de volver a retomar aquellas últimas negociaciones tan dolorosamente abortadas por el antiguo equipo de Balluerka cuando se rozaba una solución aceptable para ambas partes.

Resulta un hecho insólito por tratarse de una universidad, pero el caso es que dentro de un año se va a cumplir el treinta aniversario de nuestro despido de la UPV y también cerca de de treinta años que nos mantenemos con una pancarta en las puertas del campus de Leioa reclamando una solución definitiva y justa a los restos de un conflicto político-laboral, la lucha por un profesorado propio cuyos avatares y soluciones se prolongaron en el tiempo y formaron parte relevante de la historia de esa Universidad. Y decimos que aún quedan restos porque los derechos de un pequeño grupo de profesores, que formamos parte de ese gran movimiento y se nos excluyó de las negociaciones finales, no han sido aún reconocidos por los diversos gobiernos universitarios que se han ido sucediendo en este largo periodo. Y eso que la reivindicación del contrato laboral está hoy día incorporada en diversas leyes, los antiguos asociados fueron integrados en las nuevas categorías creadas y la importancia de esa lucha histórica abarca espacios importantes de la vida académica como el sindical, el lingüístico, el económico laboral y también el político. Muchos de los avances en el desarrollo universitario de la UPV no pueden entenderse al margen de ese proceso y de sus resultados.

Nadie nos puede negar el esfuerzo que hemos realizado ante las autoridades académicas en demanda de nuestros derechos laborales. Si partimos del año 2007, año en el que entró en pleno vigor la la Ley vasca de Universidades y tuvo lugar la readmisión de algunos despedidos y el comienzo de la conversión de los antiguos y precarios contratos administrativos en laborales, los intentos de llegar a un acuerdo han sido numerosos. El rector Juan Ignacio Pérez Iglesias prescindió de nosotros en las negociaciones. El rector Iñaki Goirizelaia inició en un principio un intento negociador enviando a un emisario para tantearnos pero las conversaciones se cortaron brusca y unilateralmente de su parte sin darnos más explicaciones y eso antes de comenzar las reuniones negociadoras propiamente dichas. Más adelante, y bajo la mediación de la Defensora del Universitario Itziar Etxebarria, hubo otro intento ante Goirizelaia pero este ni siquiera dio una respuesta a nuestras peticiones. Con la rectora Nekane Balluerka sí que tuvo lugar un largo proceso de diálogo, bajo la mediación ahora del nuevo defensor universitario Iñigo Urrutia, que con continuas interrupciones se prolongó durante cerca de dos años. Desgraciadamente acabó sin acuerdos pues la Universidad adujo falta de financiación, como antes Goirizelaia pretextó la falta de cobertura legal, ambas socorridas y desgastadas falsas excusas para justificar su falta de voluntad política para encontrar una salida a este eterno contencioso. Cabe destacar que en estas conversaciones actuó como testigo e intermediario entre las diversas partes un profesor universitario.


Con la llegada al rectorado de Eva Ferreira veíamos la oportunidad de volver a retomar aquellas últimas negociaciones tan dolorosamente abortadas por el antiguo equipo de Balluerka cuando se rozaba una solución aceptable para ambas partes. Decidimos dirigirnos a los sindicatos universitarios abertzales, a través de miembros de nuestra Comisión de Apoyo, para que plantearan a la nueva rectora nuestro deseo de proseguir el proceso negociador en el punto en el que había quedado interrumpido con anterioridad. El representante del sindicato Steilas sostuvo alguna conversación con el defensor universitario y no recibimos mas noticias de él. Los de LAB, que se encontraban en proceso de renovación de su representante, nos informaron de que habría una reunión preceptiva de la rectora con los sindicatos y que intentarían introducir en el orden del día nuestra petición.


Sorprendentemente, una antigua responsable del sindicato nos dijo que no conocía la fecha de tal reunión e incluso dudaba de que se fuera a celebrar. Más sincero o enterado, un responsable de ELA nos informó de que esa reunión sí se había celebrado pero que la rectora no había permitido introducir más orden del día que el suyo propio, lo que nos extraña mucho dada la supuesta combatividad de esos sindicatos y sus conocidas buenas relaciones con los equipos de gobierno que han pasado en los últimos tiempos por la UPV. Todo ello nos suena a eso de «echar balones fuera» a un problema cuya simple mención molesta tanto a ellos como a los dirigentes universitarios de ahora y de antes. También nos dirigimos, a través del profesor que estuvo presente en las anteriores conversaciones, al mediador de las negociaciones con Balluerka, el aldezle Iñigo Urrutia, para ver si fuera posible intentar interceder ante el nuevo equipo rectoral para reiniciar aquellas suspendidas conversaciones. Pero a pesar de la insistencia de ese profesor no hubo posterior acuse de recibo, lo cual nos extraña mucho pues Urrutia fue el auténtico dinamizador de las conversaciones anteriores en las cuales puso todo su empeño y nos consta que salió bastante decepcionado del comportamiento de aquel equipo dirigente. Dicha actitud quizá se deba al hecho de que esté al tanto de la nula voluntad del actual equipo rectoral para resolver el conflicto y por eso ni siquiera se ha molestado en mover pieza. Sin embargo, pensamos que una figura institucional como él nos debería haber dado alguna explicación.
    
De todo lo anterior deducimos que se ha creado una densa capa de silencio alrededor de este asunto en la que colaboran los sindicatos y las autoridades académicas. Imaginamos que deben pensar que el tema es de índole inferior, incumbe a pocas personas, su resolución no les ofrece beneficios palpables, se encuentra desde hace tiempo amortizado y además parece que algunas heridas del pasado todavía no se han curado. Pero somos de la opinión de que el problema no es de orden cuantitativo sino cualitativo, pues lo que se juega aquí es nada menos que la esencia universitaria, el ser de la propia Universidad. Existe, a nuestro entender, un veto político-ideológico por parte de ciertas instancias, que, lógicamente, no es reconocible por los responsables universitarios pero que se extiende en el tiempo. Y eso es una lacra para la propia Universidad a pesar de nuestra aparente menudencia y representatividad. De ahí que a nadie debería extrañar que los discursos rectorales de los últimos tiempos sobre ética universitaria nos suenen a mera retórica vacía, sin ningún contenido real.

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